A Julio César Cleto Cobos (Mendoza, 1955) le persigue el mote de traidor. La primera vez fue en 2007, cuando rompió filas con la Unión Cívica Radical para integrar la candidatura presidencial de Cristina Fernández.
Sus correligionarios le declararon la guerra y lo inhabilitaron de por vida para ser candidato u ocupar funciones en el partido. Ahora, tras ocho meses en el Gobierno, el vicepresidente ha vuelto a convertirse en un Judas.
La carrera política de este ingeniero civil es poco conocida fuera de Mendoza. Sus inicios fueron en la subsecretaría de Urbanismo y Vivienda de esta ciudad en 1994. De allí saltó en 1997 a la secretaría de Obra Pública, y en 1999 ocupó su primer cargo provincial como Ministro de Obras Públicas. En 2003, encabezando una nueva generación de radicales, alcanzó el puesto de gobernador de la provincia.
“Con Cristina, Cobos y vos”
Cuando en 2007 los Kirchner lo eligieron como compañero de candidatura presidencial –el lema de campaña fue “Con Cristina, Cobos y vos”–, el vicepresidente encabezó a los radicales K (aquellos que se pasaron a las filas oficiales). Para los Kirchner encarnaba la cara opuesta del peronismo conservador del ex presidente Eduardo Duhalde.
Su bajo perfil y el legado de segundón que le precedía hacían prever que su papel estaría alejado de las grandes decisiones. Por si cabían dudas, pese al caudal de votos que aportó, no intervino en los pocos nombramientos de Cristina Fernández el 10 de diciembre. En ocho meses, estaba aislado y sin espacio dentro del poder. En la prensa que ahora lo exalta, lo trataban de tibio, timorato, indeciso y callado.
Hasta que en junio firmó una solicitud en la que pidió que se debatiera el conflictivo proyecto de aumento de retenciones a la soja en el Congreso.
Pese a que su misiva cayó mal –“se cortó solo”, dijeron algunos funcionarios–, dos días más tarde la presidenta Cristina Fernández anunció que daría “más democracia a la democracia” y mandó la conflictiva resolución 125 para su debate parlamentario.
Su segunda jugada, que congeló sus relaciones dentro del Gobierno, fue convocar a once gobernadores provinciales a una reunión en el Senado. La desconfianza en el vicepresidente pasó a ser absoluta. Tanto, que la noche del jueves, en las filas kirchneristas confiaban en la victoria en el Senado, siempre y cuando no dependiera del vicepresidente. “Cobos es un traidor. Y es radical”, decían en la carpa de Compromiso K frente al Congreso.
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