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China y Rusia celebran este mes de septiembre unas maniobras militares conjuntas en aguas asiáticas que tienen como objetivo incrementar "el nivel de coordinación estratégica" entre sus fuerzas armadas y "mejorar su capacidad para responder conjuntamente a las amenazas de la seguridad" de ambos países y sus zonas de interés.
Esas maniobras coinciden con varios impulsos diplomáticos comunes de los dos países para consolidar su posición común en la arena internacional. Este lunes, el ministerio de Asuntos Exteriores chino anunció que el jefe de la diplomacia de Pekín, Wang Yi, viajará a Rusia el 11 y 12 de septiembre para participar en la reunión sobre temas de seguridad de los BRICS, conjunto multinacional de países emergentes encabezados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Moscú y Pekín pretenden lanzar un mensaje combinado de unidad ante la creciente presión occidental sobre ambos países, agudizada en vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre y ante la posibilidad de que el nuevo inquilino o inquilina de la Casa Blanca intente cambiar algunos de los parámetros de seguridad en Europa, Asia y también África.
En el caso ruso, tal presión se concreta en el apoyo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN a Ucrania en su guerra contra Rusia, y en el caso chino en la pugna comercial desatada contra el gigante asiático como ariete de la confrontación entre Occidente y Pekín, y los intentos de limitar la zona de influencia geopolítica china en la región de Asia Pacífico, que Washington quiere mantener bajo su órbita.
España quiere mediar
En esta confrontación, que constata el retorno de los parámetros más genuinos de la Guerra Fría del siglo XX, países como España, cuyo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visita estos días China, intentan reducir el grado de tensión entre los bloques, aunque sin demasiado éxito.
En su visita oficial a China, Sánchez le ofreció al presidente chino, Xi Jinping, la interlocución de España en el conflicto arancelario entre Europa y China por la importación de vehículos eléctricos chinos y ante la represalia china sobre el sector porcino europeo. El último episodio de la guerra comercial entre Pekín y Occidente.
Pero la realidad es más amplia y compleja que una pugna sobre coches y jamón. Se trata de un choque de superpotencias que, de momento, elude el uso de las armas en el caso asiático. En lo que se refiere a Europa, sí hay enfrentamiento bélico, pero en un conflicto proxy como es el de Ucrania, invadida por Rusia en febrero de 2022 y respaldada por las armas occidentales.
La infructuosa estrategia china de Zelenski
Las maniobras militares y diplomáticas chinas siguen a la campaña puesta en marcha en la última semana por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para buscar el apoyo de los países del llamado Gran Sur, con las economías emergentes más importantes del planeta y las potencias asiáticas más independientes de la influencia occidental, es decir China e India.
Kiev quiere sumar al mayor número de países ante una nueva conferencia de paz que se celebraría también en noviembre y en la que quiere doblegar a Rusia para que negocie un alto el fuego. Zelenski anunció hace unos días que está pergeñando un plan, que unas veces denomina "de la victoria" y otros "de la paz", que quiere presentar a la Casa Blanca y al G7 para detener la guerra. O para impedir la probable debacle ucraniana en la misma.
La ofensiva ucraniana lanzada el 6 de agosto en el sur de Rusia apenas ha supuesto de momento poco más que una victoria pírrica y de propaganda, que no ha logrado darle la vuelta al conflicto. Al contrario, el avance ruso continúa imparable en el este de Ucrania y la mayor parte del país sufre los devastadores bombardeos rusos de su sistema eléctrico.
Zelenski ha renovado su Gobierno para presionar a Occidente, pues, insiste, solo sus aliados estadounidenses, alemanes y británicos pueden garantizar el fin de la guerra
Zelenski ha renovado su Gobierno, especialmente su diplomacia, para presionar a Occidente, pues, insiste, solo sus aliados estadounidenses, alemanes y británicos pueden garantizar el fin de la guerra. Al tiempo, Kiev ha intentado acercarse a China, a la que ahora pide su apoyo para alinear a Moscú y parar la guerra.
Así lo mostró en julio en Pekín quien entonces era aún ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, uno de los defenestrados en la crisis gubernamental realizada por Zelenski la semana pasada. Esa actitud menesterosa ucraniana ante Pekín contrasta con el desprecio ucraniano (guiado por Occidente) al plan de paz que presentó el presidente chino, Xi Jinping, en el primer año de la guerra.
La incapacidad de Kiev para recuperar al menos parte de ese quinto de Ucrania en manos rusas y el paulatino avance ruso en Donetsk han llevado a muchos ucranianos a empezar a considerar una posible negociación con Rusia. Las encuestas indican que crece el porcentaje de ucranianos que se muestran partidarios de unas conversaciones.
La ambigüedad china no es tan ambigua
China se ha mantenido al margen en la guerra de Ucrania, al menos oficialmente. Aunque defendió la integridad territorial de los estados, Pekín se opuso desde un primer momento a unirse al régimen de sanciones occidentales contra Moscú.
Estados Unidos acusa a China de contribuir con sus compras de gas y petróleo rusos, que se han disparado tras el corte de este suministro a Europa, a sostener la economía de guerra rusa. Washington también afirma que las exportaciones chinas de tecnología civil son desviadas por Rusia a la fabricación de armas de precisión.
Las maniobras: un mensaje chino a Occidente
En estas circunstancias, unas simples maniobras navales en aguas del mar del Japón se han convertido en el mejor mensaje de Pekín a la arrogancia occidental y ucraniana: China y Rusia son aliados. En todos los ámbitos.
Las maniobras militares realizadas por dos países cuando uno de ellos está en guerra contra un tercer país dice claramente de qué lado se encuentra cada uno. Los ejercicios "Norte/Interacción-2024" tendrán lugar en "espacios marítimos y aéreos del mar de Japón y el mar de Ojotsk" este septiembre, según el comunicado del Ministerio de Defensa chino, que no indica las fechas de las maniobras. También habrá un ejercicio de patrullaje conjunto en el océano Pacífico.
Los ejercicios "Norte/Interacción" practican simulacros de lucha antisubmarina y combates navales, protección de rutas y comunicaciones marítimas y aéreas. El Ministerio de Defensa chino también señaló que unidades de su país participarán asimismo en los ejercicios estratégicos rusos "Océano-2024".
A mediados de julio, fuerzas armadas chinas y rusas participaron en otras maniobras conjuntas realizadas en Zhanjiang, sur de China. Estos ejercicios militares se realizaron justo después de que la cumbre de la OTAN en Washington, entre el 9 y el 11 de julio, arremetiera contra China y calificara a este país como "un facilitador decisivo" de la invasión rusa de Ucrania.
Este intento de responsabilizar directamente a China de la guerra enfadó mucho a Pekín. Respondió de forma inmediata con esas maniobras conjuntas con Rusia. Se despejaba así el camino para incrementar la cooperación militar entre los dos países, uno de los pasos previstos por aquella "asociación sin límites" que Moscú y Pekín subscribieron poco antes de desatarse la invasión rusa de Ucrania y que la propia guerra había constreñido.
La apuesta africana de Moscú y Pekín
Uno de los ámbitos de cooperación entre China y Rusia en la arena internacional es África, continente que el propio Xi ha indicado que es de máxima prioridad para la diplomacia, el comercio y la cooperación empresarial china.
También es prioritario para Rusia. En buena parte del Sahel y África Central actúan formaciones de contratistas y mercenarios rusos (ahí está el grupo Wagner) en apoyo de gobiernos locales que han optado por deshacerse de la influencia francesa o estadounidense por las bravas.
Cerca de 40 países africanos reciben ya ese apoyo militar, directamente del ejército ruso o alguno de los grupos de contratistas bajo su control
Cerca de 40 países africanos reciben ya ese apoyo militar, con material, formación y asesoramiento directamente del ejército ruso o alguno de los grupos de contratistas bajo su control. Algunos de esos países, como Níger, Burkina Faso o Mali, se han desembarazado de la presión francesa y ahora reciben armas y una mayor protección contra el islamismo creciente en la región del Sahel.
Los rusos también se han involucrado en la explotación de las reservas naturales de estos países, al parecer con mayor margen de beneficio para los gobiernos locales, de ahí que los prefieran a los militares y empresarios europeos. En ese contexto, la alianza entre China y Rusia favorece el avance chino en zonas donde la presencia occidental obstaculizaba esa expansión y contribuye así a la apuesta de Xi de volcarse cada vez más en el continente africano.
Una cumbre respaldada por la ONU
La semana pasada, Xi Jinping recibió a los representantes de medio centenar de países africanos que se reunieron en Pekín para evidenciar el buen estado de las relaciones. La cumbre contó además con la bendición y asistencia del secretario general de la ONU, António Guterres.
China es el principal socio comercial en África y uno de los mayores inversores. Como muestra, en ese Foro para la Cooperación entre China y África, Xi prometió 46.000 millones de euros para acometer en los próximos tres años proyectos que incluyen la conectividad, el desarrollo de infraestructuras, la agricultura, la formación de cuadros dirigentes o la cooperación militar.
La colaboración militar entre Rusia y China en África provoca un incómodo escalofrío en Europa, cuya influencia se ve poco a poco relegada del continente africano de mano de sus propios errores y contradicciones, además del peso indeleble de su pasado colonialista. Contradicciones, por ejemplo, como las que surgen cuando el apoyo europeo a regímenes africanos dictatoriales contrasta con la cruzada democrática que dice sostener para respaldar con armas a Ucrania en la lucha contra Moscú.
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