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Estados Unidos y China se han visto las caras en los prolegómenos de la cumbre del G-20 y han apartado por unas horas sus profundas diferencias para apostar por el diálogo y la desactivación de las crisis mundiales a través del contacto de sus líderes, los presidentes Joe Biden y Xi Jinping. Sin embargo, y a pesar de las buenas palabras pronunciadas por ambos mandatarios en Bali (Indonesia), las brechas que existen entre los dos países son muy profundas y su disputa por la hegemonía en la región de Asia-Pacífico no parece que vaya a remitir en los próximos tiempos.
"Compartimos la responsabilidad de demostrar que China y Estados Unidos pueden gestionar sus diferencias a fin de evitar que la competición entre los dos país se pueda convertir en un conflicto", afirmó Biden. Al concluir el encuentro de tres horas, el presidente estadounidense subrayó que "no es necesario preocuparse por una nueva Guerra Fría".
"Vamos a competir fuerte, pero no estoy buscando el conflicto", agregó el presidente estadounidense. Sin embargo, Biden y Xi reconocieron que el apoyo estadounidense a Taiwán es el principal escollo en sus relaciones.
Taiwán, la línea roja para Estados Unidos
El presidente estadounidense expresó sus dudas de que China fuera a invadir esa isla que Pekín considera su territorio. Sin embargo, Xi Jinping, que también defendió el diálogo entre los dos países, pues la actual confrontación entre Pekín y Washington "no beneficia a nadie", advirtió de que Taiwán "es la primera línea roja" que Washington no debería cruzar.
China vuelve con fuerza a la arena internacional, tras asegurar Xi Jinping su permanencia en el poder en el reciente Congreso del Partido Comunista Chino. Xi ha sido uno de los protagonistas de la reunión del Grupo de los Veinte reunidos este lunes en Bali, Indonesia. Pero en frente ha tenido a unos Estados Unidos dispuestos a utilizar cualquier resquicio de debilidad en el gigante asiático, al que consideran como el único competidor con la capacidad suficiente para desafiar a Washington en la arena global.
Xi Jinping ha estrechado la mano a Joe Biden con la fortaleza que le ha dado su reciente espaldarazo en octubre como líder indiscutible de China. Pero Biden no estaba menos empoderado en esta cumbre, con el refuerzo que le acaba de proporcionar la victoria demócrata en el Senado estadounidense, en las elecciones legislativas celebradas la semana pasada en su país.
Una cumbre histórica, con Putin como el gran ausente
Los Gobiernos de Biden y Xi habían estado preparando desde hace dos meses este encuentro, el primero entre los dos mandatarios desde que el presidente estadounidense asumiera la dirección de su país en enero de 2021. Por teléfono los dos presidentes hablaron al menos en cinco ocasiones.
El gran ausente en Bali ha sido el presidente ruso, Vladímir Putin. El jefe de Estado ruso ha preferido eludir una confrontación cara a cara con Biden cuando entre sus dos países hay una contienda de facto por el apoyo militar abierto, con dinero y armas, de Washington a Ucrania. Serguéi Lavrov, el ministro ruso de Exteriores, una de las manos fuertes del régimen ruso, representa a Putin en la cumbre del G-20. Algunas informaciones sobre la salud del diplomático ruso enturbiaron la llegada de Lavrov a Bali, pero Moscú se encargó de restar importancia al asunto.
La cumbre ha dejado en evidencia que Washington y Pekín difieren en muchos temas internacionales, casi todos, y en algunos la confrontación es directa, como el del destino de la isla de Taiwán o la transferencia de tecnología a China. Pero a pesar de todo, Xi y Biden se han reunido, y esta simple circunstancia deja algunas puertas abiertas para evitar en Asia lo que está ocurriendo en Europa en estos momentos.
La guerra de Ucrania ha demostrado cómo un conflicto regional ha logrado debilitar a Rusia, el otro gran desafío de Estados Unidos. Con la invasión de su vecino del sur, Moscú ha concentrado todo su potencial exterior, económico y militar en un solo teatro de operaciones y quedar en él atrapado. La batalla diplomática y económica contra China, por el contrario, tiene como escenario todo el planeta.
La crisis de su economía, dañada por diferentes factores, desde la estrategia de Covid Cero, muy contestada socialmente por los confinamientos draconianos de población, a la debacle en el sector inmobiliario, la represión del sector privado o el desplome de las ventas tecnológicas, pueden lastrar la confianza que Pekín precisa para afianzar su diplomacia exterior.
La recuperación económica de China la fortalecerá en su competición con EEUU
Sin embargo, las perspectivas respecto al año que viene no son tan malas como las que sacudirán por ejemplo a Europa. Según informó la multinacional financiera Morgan Stanley, al contrario que los países de la Unión Europea y Gran Bretaña, que no escaparán de la recesión, Estados Unidos podrá esquivarla gracias a la resiliencia de su mercado de trabajo. En el caso de China, se aventura su reapertura después de tres años de confinamientos y aislacionismo por la política Covid Cero impuesta por Xi. La financiera augura una recuperación económica china y una repercusión positiva de la misma en los mercados asiáticos emergentes con negocios con Pekín.
De lo que no hay duda es que la fuerza económica y política de China en el mundo se ha multiplicado desde la crisis financiera internacional de 2008 a costa de la cortedad de miras de Occidente. Si logra superar los efectos de la pandemia y las crisis inmobiliaria, de producción tecnológica y la de los carburantes derivada de la guerra de Ucrania, el pulso que puede tender a Estados Unidos será temible.
China ha devenido en un competidor sin igual y con una capacidad de resistencia mucho mayor que Europa e incluso los propios Estados Unidos para aguantar la crisis mundial sin tener que recurrir a la presión militar, las sanciones a sus contrincantes y las guerras por delegación, como está ocurriendo en Ucrania.
Xi, un marxista convencido que quiere un nuevo orden internacional… chino
Xi Jinping cree a pie juntillas en la dialéctica del marxismo especialmente en el ámbito de la economía. Y la garra de hierro del Partido Comunista, del que acaba de ser nombrado secretario general, sobre los medios de producción, unida al control social le permiten apostar por un nuevo orden internacional centrado en el modelo chino económico, al margen del reformismo de hace más de dos décadas.
Cuando Xi recurrió al aislamiento y el confinamiento sin escrúpulos de centenares de millones de sus conciudadanos para atajar la pandemia del Covid, no tuvo en consideración lo que diría el mundo, ni siquiera las molestias individuales de los propios chinos. Quiso que ese paso se adecuara a su hoja de ruta centralista y autocrática, y con el Partido Comunista como eje director.
En la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos predomina la línea dura que apuesta por expandir los intereses del país en la región de Asia-Pacífico. Al tiempo los halcones de la Administración Biden defienden de forma abierta el incremento del gasto militar de Estados Unidos, no tanto para sostener a Ucrania en la guerra contra Rusia, que ya se hace con otros multimillonarias asistencias, sino para reforzar la presencia militar estadounidense en la zona, armar a los países aliados en el este de Asia y defender sin ambages un apoyo incondicional a Taiwán que saben que tendrá la frontal oposición de China.
La Cumbre de la ASEAN ya dejó clara la tensión entre China y EEUU
Esta tensión geopolítica se percibió en la Cumbre celebrada en Nom Pen este fin de semana por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a la que asistió Biden sin demasiados éxitos en sus contactos. Los países del sudeste de Asia no alcanzaron el consenso para firmar una declaración conjunta al finalizar su encuentro en Camboya y se impusieron sus discrepancias en torno a la guerra de Ucrania.
Esta guerra, la pugna entre Estados Unidos y China, y la crisis energética y alimentaria mundial pesaron demasiado sobre las reuniones y grupos de trabajo, y quedó claro que la visión geopolítica que tienen Europa, Estados Unidos y los aliados de Washington en Asia no es obligatoriamente compartida por el resto del mundo.
Corea del Norte, un posible ámbito de cooperación entre Pekín y Washington
Estados Unidos confía en que las rendijas de diálogo abiertas con China permitan llegar a un acuerdo de mínimos con este país para reducir la tensión con Corea del Norte, que ha acelerado en 2022 sus pruebas de misiles capaces de portar armas nucleares y que constituye el mayor riesgo a la seguridad de Extremo Oriente.
Ya esta semana, la Casa Blanca indicó que contrarrestará esta amenaza con una mayor presencia militar en el Pacífico. Diez años después de que el presidente Barack Obama, también demócrata, anunciara un mayor peso de su ejército en ese océano para apretar el cerco en torno a China, Biden no está dispuesto a aflojar ese nudo. Ahora queda ver cómo aprovecha Pekín la arrogancia del régimen norcoreano como elemento de presión sobre Estados Unidos y sus aliados surcoreanos y japoneses, y como contrapeso ante el excesivo interés de Washington en Taiwán.
"Creo que China no está interesada en una escalada (militar) por parte de Corea del Norte", dijo en todo caso Biden al concluir su reunión con el líder chino.
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