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Desde pequeño, John había escuchado en casa las historias del soldado Gribbon, el abuelo que sirvió en el Ejército Británico durante la Segunda Guerra Mundial. Y aunque le resultaban apasionantes, le sonaban a algo lejano. Jamás imaginó que aquel hombre al que nunca llegó a conocer acabaría jugando un papel tan importante en su vida. 55 años después de su muerte, su abuelo le ha hecho el regalo que más ilusión podía hacerle ahora mismo: un pasaporte europeo. “He tenido la suerte de tener un boleto Willy Wonka gracias a que mi difunto abuelo nació en Belfast en 1915”, cuenta.
Este gerente de proyectos de 46 años que reside en Londres y que, irónicamente, trabaja en el Departamento de Comercio Internacional del Gobierno británico responsable de los asuntos relacionados con el brexit, lo reconoce: “Nunca se me había pasado por la cabeza la idea de pedir la nacionalidad irlandesa; no tenía ninguna necesidad”. De hecho, es algo que ninguno de los nueve hijos del soldado Gribbon hizo nunca. “Pero -explica John- cuando era un ciudadano británico felizmente europeo me robaron la libertad de viajar y aniquilaron mis oportunidades de trabajar en Europa”. Ahora su abuelo se las ha devuelto. Es más, aquel hombre se ha convertido en la salvación para media familia: “Tengo otros cuatro hermanos, tres ya tenemos la ciudadanía irlandesa y el cuarto la ha solicitado. Algunos de mis primos y tías también lo han hecho; en total somos alrededor de diez miembros de la familia. Antes del brexit nada de esto habría sucedido”.
El caso de John es sólo un ejemplo de los centenares de miles de ciudadanos británicos residentes en Reino Unido que, tras el resultado del referéndum de 2016, se han acordado de sus antepasados europeos como nunca antes lo habían hecho. Se han pasado meses recopilando documentación, presentando partidas de nacimiento y certificados de defunción y rellenando impresos con la esperanza de lograr una nacionalidad -la de cualquier país miembro de la Unión Europea- a la que, en muchos casos, sus propios antepasados renunciaron. El resultado son cifras récord.
Según los datos de su Ministerio de Exteriores, sólo en el caso de Irlanda, el número de solicitantes del pasaporte irlandés se ha duplicado desde 2016. En 2018 la cifra ascendió a 183.399; un nuevo récord después de que en 2017 ya se batiera el establecido hasta entonces.
Aunque no todos los que lo han solicitado han tenido la misma suerte que John: “Todos mis amigos querían conseguir pasaportes irlandeses pero, desafortunadamente, no cumplían con los requisitos. De hecho, yo sólo lo he conseguido gracias a uno de los términos del Acuerdo de Viernes Santo que se ha podido aplicar hace relativamente poco”.
En el caso del pasaporte francés, el aumento en las solicitudes ha sido de en torno al 800%
Por cuestiones históricas es más o menos común que los británicos tengan algún antepasado irlandés, pero las solicitudes se han duplicado para el total de países miembros de la UE. Según las cifras oficiales de Eurostat, el número de ciudadanos de Reino Unido que en 2017 lograron la nacionalidad de algún país miembro de la UE ascendió a 123.100.
En el caso del pasaporte francés, el aumento en las solicitudes ha sido de en torno al 800%. Y en el alemán se ha pasado de las 43 solicitudes el año antes del referéndum a las 1.667 dos años después, según fuente de su Ministerio del Interior.
Se disparan las solicitudes de refugiados de los nazis
El caso alemán tiene una particularidad: muchas de las solicitudes son de familias judías descendientes de refugiados de la Segunda Guerra Mundial que llegaron a Reino Unido huyendo de los nazis. El artículo 116-2 de la Constitución germana pretende enmendar la persecución a la que fueron sometidos y les permite recuperar la ciudadanía -a ellos y a sus descendientes- que la perdieron por "motivos políticos, raciales o religiosos" entre el día que Hitler se convirtió en canciller (30 de enero de 1933) y el día que los aliados aceptaron la rendición de Alemania (el 8 de mayo de 1945).
Un derecho del que hasta ahora pocos hacían uso y que se ha multiplicado en un 1.500% desde que se conoció el resultado del referéndum del brexit. El presentador de BBC Radio Adrian Goldberg es uno de los que lo han hecho. Él mismo ha contado que no se siente "ni remotamente alemán" y confiesa que ha tenido que pensárselo mucho: “Como hijo de un refugiado que le debe la vida a este país, no es una decisión sencilla”. Pero añade: “Mi historia familiar me advierte de que incluso las sociedades bien ordenadas y aparentemente estables pueden romperse rápidamente. Si la intolerancia y el extremismo alguna vez se establecieran aquí, ¿quién podría culparme por querer protegerme y proteger a mi familia?”.
Los pasaportes francés y alemán, los mejor posicionados
Los pasaportes francés y alemán son los más perseguidos porque son los primeros países miembros de la UE que aparecen -en el tercer puesto- en el Henley Ranking Passport, la lista que cada año elabora la asesoría especializada en residencia y ciudadanía Henley and Partners con los datos facilitados por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) sobre los pasaportes más valiosos de acuerdo al número de países al que permiten viajar sin necesidad de solicitar un visado. Una lista en la que hace justo cuatro años, antes del referéndum del brexit, el pasaporte británico ocupaba el primer lugar y en la que ahora se ha desplomado hasta el sexto puesto.
A John eso ya le da igual. Aún no ha estrenado su pasaporte irlandés pero ya está haciendo planes: “Estoy pensando en mudarme a Dublín pero también me encanta la idea de trabajar en Milán, Múnich o Madrid. España es mi preferencia, ¿quién no querría trabajar y vivir allí?”. Y concluye con una mezcla de sentimientos: “Ahora soy irlandés y puedo hacerlo. Europa es mi futuro pero a millones de británicos les han robado sus oportunidades y libertades los nacionalistas de mente estrecha que intentan preservar el mito de un imperio que no benefició a la mayoría de los trabajadores entonces y, por supuesto, tampoco ahora”, zanja.
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