RÍO DE JANEIRO
Las universidades públicas brasileñas están tomando el papel opositor a las políticas de la extrema derecha de Jair Bolsonaro que la izquierda no está consiguiendo construir en el Congreso Nacional. Aún en estado de shock desde la detención del expresidente Lula da Silva hace un año, y desde el ascenso a propulsión del nuevo presidente, los partidos progresistas sienten el empuje de profesores, asociaciones de estudiantes y sindicatos de los centros de enseñanza superior.
Este cara a cara contra Bolsonaro no ha surgido ahora, ni con la toma de posesión del primero de enero: nació ya durante la campaña electoral, en septiembre y octubre de 2018. Ayudó indirectamente la acción de la Justicia, que prohibió pancartas –“Facultad de Derecho Antifascista” decía una en la Universidade Federal Fluminense– e hizo suspender eventos –como el aula pública titulada “Aplastar el fascismo”, en la Universidade Federal da Grande Dourados–. De tal magnitud fue el ataque a las instituciones públicas de enseñanza superior que algunas de ellas publicaron comunicados como el de la Universidade Estadual de Campinas, en São Paulo. “La autonomía universitaria y la libertad académica constituyen pilares indispensables para que las universidades cumplan su misión social”, explicaba la nota oficial de la rectoría, “razón por la cual los poderes públicos deben garantizar y promover el respeto a estas prerrogativas”.
La verdadera oposición a Bolsonaro está en las universidades públicas brasileñas
Los adjetivos que definían el discurso de Bolsonaro estaban mayoritariamente extendidos entre la prensa internacional ya desde la campaña electoral, pero muy pocos medios locales han colocado en sus publicaciones impresas las palabras que el periódico InformAndes –editado por el Sindicato Nacional de Docentes de Instituciones de Enseñanza Superior, ANDES– ha incluido en sus portadas en los últimos meses. Mientras publicaciones de tirada nacional blanqueaban la ideología del candidato tras vencer en los comicios del pasado mes de octubre, con reportajes sobre su clan familiar o sobre la primera dama, InformAndes llegaba a los pasillos de las facultades alertando de la “extrema derecha”, y examinando en sus artículos cómo “parte del electorado de Bolsonaro demuestra afinidad con prácticas políticas y discursos fascistas, muchas veces incitados por el propio presidente electo”. En el Campus de Maracanã de la Universidade Estadual de Río de Janeiro (UERJ), aún se podían encontrar hace tan solo unas semanas ejemplares de la incendiaria edición de noviembre.
El Sindicato Nacional de Docentes de Instituciones de Enseñanza Superior (ANDES) se opone desde el principio hasta el final a la propuesta gubernamental que está más de actualidad en estos días: la controvertida reforma de la seguridad social. ANDES organizó el 4 de abril una conferencia en la cual su presidente, Antonio Gonçalves, dudaba mucho de que con esta reforma se ahorre tanto como el nuevo Gobierno sugiere. En lugar de modificar las pensiones y la edad de jubilación, Gonçalves emprendería “una reforma tributaria, progresiva y no regresiva”.
Respondiendo a Público en esa conferencia, el presidente del sindicato reconoció que no existe en el Congreso “una oposición de izquierda grande, organizada, orgánica”. La presión externa a los parlamentarios, sin embargo, está haciendo que una parte de los que aprobarán o bloquearán la reforma de la seguridad social se esté dando cuenta de que “este Gobierno no tiene legitimidad” para presentar esta medida. “Durante la campaña”, y en esto se basa el sindicato, “esto ni se debatió”.
Fernando Maranhão, coordinador de la Federación de Sindicatos de Trabajadores de Universidades Brasileñas (FASUBRA), que acompañaba a Gonçalves en la conferencia, protestó de que el gobierno esté trabajando “desde el punto de vista del individualismo”, y entiende que esta enmienda “culmina la tercerización y la reforma laboral” aprobadas por el expresidente Michel Temer.
Las universidades públicas han respondido al unísono, así mismo, contra la decisión de Bolsonaro de ordenar a los cuarteles la conmemoración del golpe militar de 1964, que dio paso a una dictadura que se alargó 21 años. Precisamente fue el ministro de educación, Ricardo Vélez Rodríguez, uno de los que más apoyó la celebración, ya que es un firme seguidor del régimen militar. La Universidade Federal de Río de Janeiro (UFRJ) vio como sus centros se llenaron de carteles homenajeando a profesores perseguidos por el Ejército en los años de plomo. Los firmaba su sindicato de docentes. El ministro de educación, por cierto, acaba de ser cesado debido a la pésima gestión durante los noventa y ocho días que ha permanecido al frente de la cartera.
Creación de espacios de diálogo contra las pautas de crispación
El esfuerzo de las universidades públicas brasileñas se centra también en la creación de espacios de diálogo, y en la organización de conferencias y debates públicos que combatan las pautas de la crispación propagadas por la extrema derecha. Es el caso de la Universidade Federal de Minas Gerais, en Belo Horizonte, que el pasado 3 de abril dedicó más de dos horas y media en el auditorio de la facultad de educación a detallar la necesidad del mantenimiento y perfeccionamiento del sistema de reserva de cuotas étnico-raciales para acceso a sus carreras. El presidente Bolsonaro ha criticado y desprestigiado el sistema –que está consiguiendo cambiar poco a poco el aspecto de las aulas– en numerosas ocasiones, con el argumento, utilizado por muchos, de que "eso es una manera de dividir a la sociedad” y que todo el mundo es “igual ante la ley”.
Las universidades públicas tratan de crear espacios de diálogo, conferencias y debates públicos que combatan las pautas de la crispación propagadas por el nuevo Gobierno
La tesis principal de los que, como Bolsonaro, se posicionan en contra de estas acciones afirmativas es que “las razas no existen”, como indicaba en su disertación el profesor y sociólogo Rodrigo Ednilson de Jesus, “y si no existen las razas no tiene sentido la creación de una política basada en ellas”. En cambio, según su punto de vista, “lo que se estaba discutiendo eran políticas públicas para la población negra”. Nadie discutía sobre razas, “sino sobre la desigualdad socioeconómica” que golpea a los más vulnerables y les roba, entre otras cosas, el derecho a formarse para el futuro, lo cual perpetúa la desigualdad histórica. “El discurso racista coloniza nuestro pensamiento haciéndonos presentar una antítesis”, remataba el sociólogo.
Más costoso fue que la UFRJ sacara adelante el viernes 5 de abril en la Facultad Nacional de Derecho el debate que llevaba por título “Es tiempo de resistir”, y que estaba organizado por el colectivo estudiantil “RUA- Juventude Anticapitalista”. En el último altercado registrado hasta a fecha, el partido de Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal, PSL) intentó censurar el acto en el que estaba anunciada la participación del diputado de la oposición Marcelo Freixo (Partido Socialismo y Libertad, PSOL). Según el partido de Bolsonaro, que exigía a la UFRJ la cancelación de la jornada, el objetivo de la misma era “defenestrar la persona del Presidente de la República”, lo cual, utilizando “equipamientos públicos para favorecer una entidad privada, como un partido político”, evidenciaba “una ilegalidad”.
La universidad, los organizadores y el invitado resistieron la intimidación y el acto se mantuvo, con aumento de medidas de seguridad dada la sobreexposición involuntaria que el intento de censura produjo. “Hay una fragilidad de la concepción democrática”, declaró Marcelo Freixo, que también es profesor. “Voy a tratar la reforma de la seguridad social y me concierne, como diputado miembro de la comisión de la Constitución y justicia de la Cámara, hablar donde quiera que sea sobre el tema. Esta intentona representa mucho retroceso. Deberían formar parte de una secta y no de un partido político”.
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