Washington
El candidato demócrata Joe Biden se encomendó ayer a la clase trabajadora y apeló a su experiencia en la gestión para reclamar el voto de los estadounidenses en el debate que mantuvo con Donald Trump a doce días de las elecciones del 3 de noviembre. El presidente se mantuvo durante la hora y media que duró el debate a la defensiva y lanzando descalificaciones y desinformación en torno a Biden, pero sin desgranar un programa de gobierno para los próximos cuatro años.
Trump se presentó con su balance de estos cuatro años especialmente, según dijo, en el terreno económico, y rehusó hacer cualquier autocrítica, especialmente en cuanto a su gestión del coronavirus. De hecho, tanto defendió su labor en este tema, pese a los 220.000 muertos que le echó en cara Biden, que hasta en un momento llegó a afirmar que la vacuna para el covid-19 "ya está lista", aunque luego admitió que están a la espera de que terminen los ensayos. Junto a esto, no cesó de verter sobre Biden todo tipo de acusaciones sin pruebas ni base ninguna, muchas de ellas corrupción, como cuando indicó que el candidato demócrata y su familia "han cogido dinero de China, Ucrania y Rusia".
El presidente mantuvo a tope todo el debate la maquinaria de la desinformación. La estrategia del presidente fue la misma de siempre: ante una cuestión planteada o un tema a debate, o criticaba a Biden, o lo acusaba de algo o planteaba otra cuestión con o sin relación directa. A menudo tiró de recursos rocambolescos, como cuando, para atacar el plan de transición de ecológica de Biden llegó a asegurar que dicho plan "implicará reformar los edificios para hacer que tengan las ventanas más pequeñas e incluso que no tengan ni ventanas", ante lo que Biden tuvo hasta que reírse.
Trump no cesó de verter sobre Biden todo tipo de acusaciones sin pruebas ni base ninguna, muchas de ellas corrupción
Entretanto, el demócrata, en los dos minutos sin posibilidad de ser interrumpido con los que cada candidato empezaba cada cuestión, trataba de ir detallando su propuesta de gobierno, que siempre, fuera cual fuera el tema, lograba engarzar con la clase trabajadora de Estados Unidos. Si se hablaba del coronavirus, porque esa clase es la que más está muriendo; si era de su propuesta sanitaria, porque prometió extender el Obamacare "con una opción de seguro médico público para que todo el mundo tenga derecho a una salud asequible, sobre todo aquellos que se han quedado sin trabajo o que no pueden pagar un seguro privado", dijo; si se trataba de su plan de transición ecológica, "porque éste generará muchos miles de empleos bien pagados y por eso hasta los sindicatos lo apoyan. ¡Los sindicatos!", exclamó, mirando a la cámara, es decir, a los ojos del ciudadano.
El debate de ayer tuvo lugar a 12 días de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Fue mucho menos bronco y agresivo que el anterior que ambos candidatos realizaron en Cleveland, Ohio, el 30 de septiembre, en parte por los cambios en el formato del programa (que incluía tiempos sin posibilidad de ser interrumpido) y porque existía la opción de cortar el micro si alguien no cumplía una norma o se excedía de su tiempo. Con todo, los temas que se abordaron fueron en esencia los mismos que entonces y con el mismo resultado y los mismos mensajes. Cada candidato exhibe su perfil, lanza sus ideas clave para los suyos y no se deja atrapar en las trampas del otro. Al menos, esta vez todo fue más fluido y no hubo insultos ni interrupciones constantes ni enganches de Trump con el moderador.
La acusación más grave fue la realizada por Biden cuando se abordó el asunto racial. Trump volvió a repetir su hiperbólica cantinela de que es "el presidente que más ha hecho por la comunidad negra con la posible excepción de Abraham Lincoln" y aseguró ser "la persona menos racista de todo este plató", ante lo que, en un momento dado, Biden llegó a reponer: "Este Abraham Lincoln es uno de los presidentes más racistas que hemos tenido en la historia moderna de este país".
El presidente de EEUU aseguró ser "la persona menos racista de todo este plató"
Frente a otras ideas de Biden, Trump más que proponer las suyas, simplemente arremetía contra ellas. Si Biden hablaba de su estrategia para ampliar las coberturas sanitarias (que llamó Bidencare), el presidente lo acusaba de querer implantar "la medicina socializada"; si el demócrata pedía para lidiar con el coronavirus que se volviera a la actividad normal siempre que se invierta en rastreadores, se financien hospitales o se pongan medidas protectoras en centros educativos y restaurantes, Trump tachaba a Nueva York, cuyo alcalde es demócrata, de "ciudad fantasma", o calificaba al Estado de Michigan (cuya gobernadora es demócrata) de "prisión" y zanjaba: "Estados Unidos no puede cerrar, no nos podemos meter en un sótano durante meses, como hace Joe"; si Biden le afeaba su gestión de la política internacional, como "la salida del Acuerdo de París" o haber ofrecido "un soborno a Ucrania para influir en las elecciones", Trump presumía de su relación con el presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un. "Fue el mayor problema que me dejó Obama, según me dijo él cuando nos reunimos. Había riesgo de guerra nuclear. Ahora tengo una muy buena relación con él. Es un tipo con una personalidad particular, pero él probablemente piense eso de mí. Tenemos buena relación y no ha habido guerra", dijo el magnate neoyorkino.
Así iba pasando el tiempo del debate y a otro tema. Y cuando Biden lo presionaba con cualquier asunto, Trump, si es que no encontraba qué más decir, reaccionaba con una fórmula fija: "¿Y por qué no lo hiciste tú mismo, que estuviste de vicepresidente con Obama ocho años hace muy poco tiempo?". De este modo ignoraba Trump los golpes o amagos del adversario y soltaba los suyos, vinieran o no a cuento. Hace cuatro años la táctica le funcionó para ganar a Hillary Clinton. En once días se verá si le funciona de nuevo electoralmente.
Diez puntos de ventaja para Biden en las encuestas
En cualquier caso, el candidato demócrata llegó al debate con una amplia ventaja sobre Trump a nivel nacional. Una encuesta de la Universidad de Quinnipiac publicada horas antes del debate mostraba a Biden diez puntos sobre Trump. Ese margen de diez puntos es idéntico al que Biden había tenido en otras dos encuestas que la Universidad de Quinnipiac hubo realizado en septiembre.
La expectación electoral en Estados Unidos llegados a este punto es máxima. Más de 42 millones de estadounidenses habían votado hasta ayer de forma anticipada, según el recuento elaborado por el US Elections Projects, una base de datos de la Universidad de Florida. El récord lo tiene Texas, con 5,3 millones de votos emitidos. Esta cifra supone el 65,5% del total de votos emitidos por ese Estado en 2016 y 600.000 papeletas más que el apoyo recabado por Trump en ese Estado hace cuatro años, cuando 4,7 millones de texanos votaron por él.
Texas no está considerado como un Estado bisagra, sin embargo, los sondeos no descartan del todo que Biden tenga alguna opción de ganar. Esto ha llevado a algunos analistas a interpretar el elevado voto anticipado como una reacción de la comunidad latina en favor de Biden. De hecho, según la media de los sondeos elaborada por la web FiveThirtyEight, Trump sólo adelanta a Biden en dicho Estado por 47,8% frente al 47,2% del segundo.
En dos Estados bisagra de peso, Pennsylvania y Florida, Biden va claramente en las encuestas por delante de Trump. La media de los sondeos de FiveThirtyEight da a Biden una ventaja de 6,3 puntos en el primer Estado (50,6% a 44,3%) y de 3,8 puntos en el segundo en Florida (49,2% a 45,4%). Ya dijo Biden hace una semana: "Si ganamos Florida, esto está hecho".
En dos Estados bisagra de peso, Biden va claramente en las encuestas por delante de Trump
Lo cierto es que hay que recabar 270 asientos en el Colegio Electoral para ser presidente. Si Biden logra Pennsylvania y Florida, sólo esos tres Estados (hay 50 más el Distrito de Columbia) le darían entre ambos 49 miembros en dicho ente electoral. Si gana también Texas, serían 79 en total, lo que le pondrían la presidencia en bandeja teniendo en cuenta que Biden cuenta con feudos seguros como California, Nueva York, Illinois, Maryland, Nueva Jersey, Massachussets o el Estado Washington, entre otros, todos ellos Estados bastante poblados y con muchos asientos en el Colegio Electoral.
La gran incógnita, como siempre, es si las encuestas no se estarán equivocando y estarán infravalorando el voto a Donald Trump. En cualquier caso, el país entero tiene ganas de votar: FiveThirtyEight preveía ayer una participación total en las elecciones presidenciales de 154 millones de personas, muchos más que los 137 millones que votaron hace cuatro años. Si este aumento es una avalancha de votos para Biden como en rechazo a estos cuatro años de Trump o si van a apuntalar más aún a Trump en detrimento del demócrata, se verá dentro de once días.
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