belén
Localizados a 7 kilómetros al sur de Jerusalén, los bancales o terrazas que han sobrevivido a milenios de historia están amenazadas. La ocupación israelí, las carreteras al servicio de los colonos judíos y el muro de separación constituyen el principal peligro para esas delicadas estructuras que construyeron los agricultores cananeos en la edad de bronce, en pleno apogeo de la revolución agrícola.
Son terrazas peculiares, similares a las que se encuentran al oeste de Jerusalén, camino del pueblo de Ein Karem, ocupado por Israel en 1948, y que Israel ha destruido en gran parte en los últimos años para construir viviendas y ampliar otra carretera.
Las terrazas situadas al oeste de Belén, en el municipio palestino de Battir, sobresalen con el fondo de un paisaje impresionante en las laderas de las montañas y en el valle de al Mahrur. Los campesinos palestinos las siguen usando a día de hoy, regadas por aguas subterráneas que se distribuyen proporcionalmente en los bancales desde tiempo inmemorial.
Las terrazas se inscribieron en la lista de patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 2014, y la Unesco considera que están en peligro debido al impacto que sufre la zona a causa de la ocupación. El muro que Israel tiene proyectado para esta región separará a los campesinos de sus terrazas y les impedirá seguir con sus cultivos, en su mayor parte olivos, viñedos y árboles frutales.
"Alrededor de Belén hay 17 asentamientos judíos que impiden el desarrollo de la ciudad. Muchos parajes de la región se encuentran en obras. Los israelíes trabajan en la zona para construir infraestructuras para sus colonias, por ejemplo ampliando la carretera número 60, que une Jerusalén con las colonias de Hebrón y que pasa por el oeste de Belén", explica Hassan Muallem, un funcionario de la Autoridad Palestina.
El terreno inscrito en la lista de patrimonio de la Unesco es de 13 kilómetros cuadrados, que arranca en el valle de al Mahrur, al oeste de Beit Yala, y el pueblo de Battir, hasta llegar al pueblo de Wadi al Ayyun, al oeste del pueblo de Husan. En esta zona montañosa del distrito de Belén, la presencia humana está documentada desde hace por lo menos 5.000 años.
Los antiguos bancales, muy bien conservados en la actualidad, varían en morfología y tipología, pero todos dan testimonio de la creatividad y adaptación de los campesinos que los construyeron. Los olivos y los viñedos son característicos. El aceite de oliva de Beit Yala es el más caro de Palestina, bastante más caro que el aceite español, y también el más reputado de Oriente Próximo.
"El departamento de Turismo de la Autoridad Palestina ha emprendido una iniciativa para desarrollar el turismo ecológico en esta área. De momento se han abierto tres senderos o paseos turísticos que atraviesan las terrazas y permiten visitar antiguos restos de lugares arquitectónicos que se construyeron hace mucho tiempo", indica Muallem.
Es un paisaje muy rico para la vista. Los asentamientos humanos cananeos se establecieron cerca de las fuentes que surgen aquí y allá en las montañas. En algunos lugares quedan restos de construcciones en piedra que levantaron los campesinos para vivir o para vigilar sus campos. Son parajes de una gran belleza y de un notable interés científico.
El paisaje de Battir es particularmente hermoso y su conservación hasta nuestros días ha sido posible gracias a que posee fuentes subterráneas usadas por los campesinos mediante un complejo sistema de irrigación. Los campesinos de hoy utilizan las terrazas de la misma manera que se ha hecho durante milenios y la presencia de agua hace que también se cultiven huertas muy fértiles.
El sistema de distribución de agua que usan las familias es muy antiguo e igualitario. El preciado líquido se distribuye llegando a todas las terrazas y se basa en un cálculo matemático sencillo así como en un sistema de rotación que se ajusta a las necesidades de los campesinos.
Las prácticas agrícolas de los campesinos de Battir y las montañas aledañas sirvieron para crear un paisaje singular y reflejan uno de los métodos más antiguos que usó el género humano para cultivar la tierra poco después de que se produjera la revolución agrícola hace unos diez mil años, precisamente en el valle del Jordán, en la ciudad de Jericó, a unos 50 kilómetros de esta zona.
La integridad del sistema de reparto de agua la garantizan las familias de Battir. Incluye canales, albercas y acequias que salpican un paisaje rico en terrazas, lugares arqueológicos, tumbas excavadas en las rocas y torres de vigilancia. El sistema de reparto de agua apenas ha cambiado durante milenios, aunque ahora está amenazado por la construcción del muro de separación y la carretera número 60, igual que el conjunto del paisaje.
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