Difícil resulta dejar de lado el valor de la imagen en el último debate entre McCain y Obama y sus consecuencias en los sondeos para lo que queda de campaña. Los remedios a aplicar para encarar los temas candentes (issues) se dejan a la improvisación de los candidatos. Pero, a pesar de la vaguedad, es posible detectar diferencias fundamentales.
Quizá nada sirva mejor para ilustrar el contraste que la repetida mención del fontanero Joe de Ohio hecha por McCain. En primer lugar, el personaje es diferente del polaco temido por los franceses, producto de la inminente ampliación de la UE.
En segundo término, el emblema de McCain teme que con el hipotético plan de Obama deberá pagar más impuestos y no podrá comprar su propio negocio en el que ha trabajado durante años. McCain en este aspecto sonaba como el presidente Calvin Coolidge que en los años veinte definió al país: 'El objetivo (business) de América es el negocio' (business). El énfasis del programa final de McCain es, por lo tanto, la empresa.
McCain declaró que no era Bush, pero el fantasma del desastre económico revoloteaba sobre su cabeza. McCain insiste en su historial como pretendido reformista, mientras Obama no quiere caer en el estereotipo de parecer reestructurador drástico del sistema. Por lo menos, remachó contra el balance de los últimos ocho años, el talón de Aquiles de su contrincante. Al desmarcarse de Bush, McCain no puede evitar defender los valores tradicionales, aparcados por las urgencias económicas.
De ahí que el antiguo piloto de la Marina criticara a Obama por pretender distribuir la riqueza, mientras que él parece limitarse a la creación de la misma. La riqueza está, para el candidato demócrata, mal repartida, y el resultado es la crisis financiera y su medicina, ser pagada por todos.
El senador de Arizona tozudamente apuntalaría el sistema de salud fundamentalmente privado, caro y fuera del alcance de la mayoría. Obama, sin proponer su socialización, apuesta por la universalidad de la cobertura.
McCain juega con la alternativa de escuelas selectivas en el sistema público y las subvenciones (vouchers) a las privadas. El abogado y senador de Illinois no se opone a la primera, pero insiste en que ningún niño debe quedar rezagado, como en el programa de Bush, pero con fondos suficientes. McCain deja la educación a la libertad federal, en la que los estados tienen el monopolio; Obama agrega una cierta supervisión del Gobierno central.
Son dos Américas contrastivas. El veredicto se dará el 4 de noviembre.
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