Berlín
Durante unos minutos se llamó la calle Anton Wilhelm Amo, el nombre del primer académico negro en la historia de Alemania. Después volvió a su nombre de siempre: Mohrenstraße.
“El ‘término M’ es de origen extranjero y tiene una connotación racista. No es un término neutral, pues en la época colonial se utilizaba para estigmatizar a las personas negras”.
Tahir Della pertenece a la Initiative Schwarze Menschen in Deutschland (Iniciativa Personas Negras en Alemania). Dentro del marco de conmemoración del Día Internacional de la Memoria de la Trata de Esclavos y su Abolición, que se celebra el 23 de agosto, esta organización llevó a cabo el quinto “festival de cambio de nombre” con el que piden que la calle sea rebautizada como Anton Wilhelm Amo. Incluso llegaron a colocar un cartel con el nombre del filósofo del siglo XVIII sobre el de Mohrenstraße.
En el siglo XVIII, cuando el Reino de Prusia hacía negocio con el tráfico de esclavos a través de su colonia en la costa occidental de África, “Mohren” servía para referirse a cualquier persona de piel oscura. Hoy los diccionarios lo traducen al español por “negro” o “moro”, aunque para este último significado existe también otra palabra en alemán: “Maure”.
A pesar de la presión de los activistas, entre los planes de las autoridades no se incluye el cambio de nombre de la calle “Mohren”. Además, situada en el acomodado barrio de Mitte, poblada de embajadas, institutos de investigación y perpendicular a la Wilhelmstrasse, el viejo corazón del poder político y burocrático de la Alemania imperial, algunos viandantes no perciben el término como problemático. “No creo que sea tan importante”, señalaba Nils, un joven abogado que trabaja en la zona, al salir de la parada de metro con el mismo polémico nombre. “Es una palabra que ya no utiliza nadie, y cambiar el nombre de una calle supone mucho gasto de dinero”.
Dinero. El mismo argumento esgrimido durante cerca de una década para rechazar el cambio de nombre de dos calles y una plaza del distrito de Wedding, en el oeste de la capital.
Cínicamente ubicados en el conocido como barrio africano, los nombres de los colonialistas Adolf Lüderitz -fundador de la África del Sudoeste Alemana-, Gustav Nachtigal -comisario imperial- y Carl Peters -fundador de la África Oriental Alemana- todavía se mantienen en el callejero berlinés. Por poco tiempo, eso sí.
El pasado mes de abril el Gobierno local aprobó el cambio de nombre por otros tres que hacen referencia a la resistencia de la población local contra la colonización alemana. “Aun así sigue habiendo nombres de colonialistas en muchas ciudades de Alemania. El número exacto no te lo podría decir, pero estamos hablando de varios centenares”, añade, al otro lado del teléfono, Tahir Della.
Arte colonial en Berlín
Al igual que en Alemania no quedan símbolos nazis, desde la destrucción del Tercer Reich, el Gobierno germano también se ha encargado de devolver las obras de arte confiscadas por el régimen de Adolf Hitler. La relación con su violenta historia es, de nuevo, en este caso diferente.
En el centro de Berlín, junto a la catedral y la recientemente reabierta Ópera (Staatsoper), las grúas llevan trabajando desde hace años para reconstruir el antiguo Palacio de la monarquía prusiana. El “Berliner Schloss” o Palacio de Berlín, como se denomina el proyecto, acogerá en su seno el Humboldt Forum, uno de los centros culturales más caros de Europa. Está previsto que abra sus puertas a finales de 2019 y que su coste ascienda a los 600 millones de euros.
Allí, entre otras colecciones, habrá una muestra de obras de arte africanas, unos objetos que llegaron a manos alemanas durante la época colonial, un tiempo no caracterizado precisamente por un justo intercambio de bienes entre África y Europa.
“Las autoridades del museo saben más sobre el origen de los objetos de lo que aseguran conocer públicamente. Lo que pasa es que temen que se sepa cuánto se robó y se llevó a la fuerza”, explica el historiador Christian Kopp, miembro del colectivo 'No Humboldt 21!’, que pide una moratoria en la apertura del macroproyecto cultural.
Desde el museo se rechazan las acusaciones, aseguran que el origen se está investigando y lamentan no haber tenido más fondos para poder haberlo hecho antes y más a fondo. Asimismo, sostienen que “sería bueno que todas las preguntas que en este momento están generando polémica alcanzaran la opinión pública a través del Humboldt Forum. Posponer este proceso no generaría nada”, aseguraba hace unos meses, Neil MacGregor, antes de ser reemplazado de su puesto como director del Humboldt Forum.
Demanda por genocidio
Sin embargo, pocas dudas hay sobre cuál es el punto más negro en la historia colonial alemana: las matanzas y masacres cometidas sobre la población herero y nama (actual Namibia) entre los años 1904 y 1908. Alrededor de 100.000 (algunas fuentes aumentan la cifra hasta 250.000) fueron asesinadas en un episodios que los historiadores califican como “el primer genocidio del siglo XX”.
El Gobierno alemán ha reconocido las masacres y algunos políticos a título individual han pedido perdón y se han referido a las matanzas como genocidio, pero el Estado en sí todavía no lo ha hecho. ¿La razón? Las reparaciones económicas que se vería obligado a pagar.
“Por lo que oigo, los alemanes están dispuestos a disculparse, pero están intentando hacerlo de una manera por la que luego no puedan ser hechos responsables legales”, señala a través del correo electrónico Jefta Nguherimo, vicepresidente del Instituto de los Genocidios OvaHerero/Mbanderu y Nama.
Desde 2014, el Gobierno alemán negocia con el Ejecutivo de Namibia, pero hasta ahora la tan esperada disculpa no se ha producido. Asimismo, desde las organizaciones de descendientes de las víctimas también se critica que Berlín esté negociando con el Gobierno namibio y no directamente con ellos. Esa es una de las razones por las que han presentado una demanda por genocidio en Nueva York.
“Estamos esperando a la decisión del Tribunal -añade Nguherimo-. No tenemos muchas esperanzas, pero el caso judicial ha ayudado a poner presión política para que Alemania actúe. El siguiente pasó será ir a la ONU y vamos a apurar todos los mecanismos internacionales para que Alemania tome responsabilidad de lo que hizo”.
Relegada en la lista de prioridades de la memoria histórica alemana, las brutalidades y el saqueo de la época colonial del reino de Prusia, primero, y del Imperio alemán (el Segundo Reich), después, se han mantenido durante décadas alejadas del debate público. Pero la presión de activistas y académicos arroja cada vez más luz sobre este otro capítulo negro del nacionalismo alemán.
“La discusión sobre el pasado colonial de Alemania y Europa acaba de comenzar. Durante muchas décadas fue, en parte consciente y en parte inconscientemente, reprimida e ignorada”, sostiene el historiador Christian Kopp. “Pero eso está cambiando. La principal razón es que los descendientes de las personas que fueron colonizadas están cada vez más involucrados en el debate aquí en Alemania y en las antiguas colonias como Namibia, y reclaman un análisis crítico de ese período”.
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