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Rusia ha cumplido su amenaza y ha puesto en marcha una de sus temidas "respuestas asimétricas" a la involucración de Occidente en la guerra de Ucrania y ante la posibilidad elevada de que permita a Kiev usar sus misiles de largo alcance contra suelo ruso. La inminente llegada de miles de soldados norcoreanos a ese teatro bélico da un giro al conflicto y desvela la proporción de la alianza militar entre Rusia y Corea del Norte, que afectaría también al este de Asia.
El despliegue de hasta 13.000 soldados norcoreanos con uniformes y material rusos en el sur de Rusia y en la Ucrania ocupada ha desatado todas las alarmas en la Unión Europea y la OTAN, a menos de una semana de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Altos funcionarios estadounidenses confirmaron a la cadena CNN que ya hay unidades militares norcoreanas desplegadas en Ucrania.
Los servicios de inteligencia ucranianos habían denunciado la presencia de fuerzas norcoreanas en Rusia y que algunos de esos efectivos estarían ya en el frente. Corea del Sur, que ha despachado una delegación a Bruselas, ha cifrado el número de esos combatientes en 13.000, que podrían formar parte de unidades militares especiales.
En un comunicado conjunto, la OTAN y la UE calificaron esta llegada de soldados norcoreanos a la guerra de Ucrania como una "grave amenaza" para la seguridad europea y global.
El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, afirmó, tras verse en Washington con su colega surcoreano, Kim Yong-hyun, que éste era un paso "sin precedentes" y "muy preocupante" si las tropas norcoreanas intervienen en combate.
Un nuevo golpe a Zelenski, que plantea por primera vez una tregua
El despliegue norcoreano se produce en medio de la decepción de Ucrania ante la fría recepción por Occidente del Plan de la Victoria del presidente Volodímir Zelenski, lo que habría llevado al líder ucraniano a plantear por primera vez la posibilidad de una tregua parcial con Rusia.
"Nosotros no atacamos su infraestructura energética y ellos no atacan la nuestra. ¿Podría llevar esto a un final de la fase caliente de la guerra? Yo pienso que sí", afirmó Zelenski en declaraciones difundidas este miércoles.
Zelenski reiteró su preocupación por los daños que los bombardeos rusos han causado a las infraestructuras críticas ucranianas, que han reducido a la mitad la capacidad de producción energética del país. Todo ello de cara al que se prevé el invierno más crudo desde que en febrero de 2022 Rusia invadiera Ucrania.
Estos bandazos de Zelenski, un día pidiendo una tregua parcial y otro día la intervención directa de la OTAN en la guerra, no convencen al Kremlin. En Moscú se teme que se repita lo que pasó en verano, cuando unos incipientes contactos entre ambos países con la mediación de Catar se frustraron por la sorpresiva incursión ucraniana en la región sureña rusa de Kursk.
En Kursk siguen luchando esos efectivos ucranianos y posiblemente allí será donde entren en combate las tropas norcoreanas.
Las quejas de Zelenski
El problema de Zelenski es que Occidente tampoco confía en su capacidad para vencer, ni siquiera para acudir con buenas cartas a unas eventuales negociaciones. Sobre todo cuando Moscú está jugando mucho mejor sus bazas, las militares y las políticas, como demostró la semana pasada la cumbre de los BRICS en Kazán, que evidenció que Rusia no está aislada, ni mucho menos.
Hace unos días, el ministro de Defensa polaco, Wladyslaw Kosiniak-Kamysz, dijo en voz alta lo que desde hace meses se comenta con preocupación en Bruselas: Los ucranianos están agotados tras dos años y ocho meses de guerra. "La situación en el frente es difícil; hay un cansancio bélico enorme", afirmó.
Este miércoles, Zelenski se quejó amargamente de que su país solo ha recibido el 10% de la ayuda militar aprobada por el Congreso de Estados Unidos este año. La semana pasada, EEUU aprobó junto al G7 un nuevo préstamo a Ucrania por valor de 50.000 millones de dólares procedentes de los activos rusos congelados. De esta suma, 20.000 millones corren a cargo de Washington.
En abril, la Casa Blanca consiguió que el Congreso aprobara finalmente el paquete de ayuda para Ucrania estimado en 61.000 millones de dólares que los republicanos habían paralizado medio año. Buena parte del monto es para los fabricantes estadounidenses de las armas destinadas a Ucrania. Sin embargo, tales pedidos deben ceder el paso al armamento que el Pentágono está enviando a Israel para atacar Gaza y el Líbano.
La lentitud en la llegada de la ayuda militar dificulta las operaciones del ejército ucraniano, también castigado por las deserciones de soldados cansados por la falta de refuerzos y el refresco de tropas.
En cambio, la economía de guerra impuesta por el presidente Vladímir Putin ha disparado la producción rusa de armamento y generado nuevos ingresos que están sosteniendo los costes de la invasión y permiten planear una larga guerra, deshacer el tejido productivo ucraniano y desangrar a una Europa comprometida también con miles de millones de euros con Ucrania.
Este miércoles, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió de que el gasto militar de Rusia "está en proceso de superar" al de todos los países de la UE juntos.
Lo que no cuentan ni Zelenski ni Von der Leyen es que crece el descontento en el ejército ucraniano por la imprecisión deliberada de Kiev sobre lo que está sucediendo en el frente, dejando que la propaganda para consumo interno y externo engañe a los propios militares e impida una respuesta eficaz a los avances rusos.
La internacionalización de la guerra. Ahora, Corea del Norte
Y ahora la guerra da este nuevo vuelco y amenaza con una internacionalización mayor del conflicto, tras la adquisición de misiles y drones a Irán. Un extensión que además impulsa las ofensivas rusas. Con la llegada de las fuerzas norcoreanas y la posibilidad de que arriben muchos más, como han denunciado surcoreanos y ucranianos, Moscú puede dedicar más tropas al frente del este, por ejemplo, donde el avance ruso es lento, pero imparable.
El despliegue norcoreano refuerza la capacidad ofensiva rusa, contempla por primera vez en la historia contemporánea la intervención militar de una potencia asiática en Europa y apunta a una eventual e inquietante respuesta similar de Moscú en Extremo Oriente si Corea del Norte se viera amenazada.
También ha reabierto el debate entre los aliados europeos sobre la posibilidad de desplegar en Ucrania tropas de países de la Alianza atlántica, aunque no sea bajo bandera de la OTAN, tal y como reclamó en su momento el presidente francés, Emmanuel Macron, o como siguen pidiendo los países bálticos.
Tal paso llevaría al límite la escalada de tensión entre Occidente y Rusia, y podría desencadenar una confrontación directa con Moscú.
Amenaza a la paz global
De momento, tanto en Washington y Bruselas, como en Seúl y Tokio, aliados de Estados Unidos, la preocupación es máxima y se teme que este paso de Rusia y Corea del Norte haya cambiado el curso de la guerra en Ucrania y la correlación de fuerzas en la región de Asia-Pacífico, algo que Washington no puede tolerar.
En su comunicado conjunto, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y la presidenta Von der Leyen indicaron que el despliegue de soldados norcoreanos "para apoyar la guerra de agresión" rusa "representa una escalada significativa del conflicto contra Ucrania, así como una grave amenaza a la seguridad europea y la paz global".
El comunicado subrayó también que la guerra de Ucrania es actualmente "la mayor amenaza a la paz y la seguridad en el continente europeo" y, con esta intervención norcoreana, se pone en evidencia "la creciente asertividad de estados autoritarios en el escenario mundial".
Von der Leyen y Rutte prometieron una mayor coordinación y mejor cooperación entre la UE y la OTAN, aunque no detallaron los pasos que ambas organizaciones darán en apoyo a Ucrania.
Nerviosismo en Washington
Si es que se llegan a dar tales pasos. El 5 de noviembre los resultados de las elecciones presidenciales estadounidenses podrían marcar un nuevo rumbo al apoyo occidental a Ucrania, no solo el de Washington.
El candidato republicano, Donald Trump, ha reiterado que acabará con esa guerra si llega al poder. La demócrata y actual vicepresidenta, Kamala Harris, podría verse en la tesitura, en caso de ganar, de replantear también el apoyo a Kiev, ante la apertura de nuevos frentes de inestabilidad, desde Oriente Medio a Extremo Oriente.
En Washington, así como en Seúl y Tokio, cunde la intranquilidad ante la renovada alianza entre Pyongyang y Moscú. El nuevo tratado estratégico entre los dos países contempla la asistencia militar mutua en caso de que cualquiera de los dos estados sea atacado. Según el ministro de Defensa surcoreano, Kim Yong-hyun, Pyongyang reclamará armas nucleares tácticas rusas y tecnología de misiles balísticos intercontinentales a cambio del despliegue en Ucrania.
Esto blindaría al régimen norcoreano (también protegido por China) y dejaría a Japón y Corea del Sur a merced de las provocaciones de Pyongyang, de las que ha hecho gala a menudo desde que se firmara en 1953 el armisticio que paró la guerra intercoreana (1950-1953).
El acercamiento ruso-norcoreano tiene además lugar cuando Moscú y Pekín han respondido con una mayor cooperación política, económica y militar a las presiones de Washington y sus aliados sobre China, a la que han llegado a acusar de ser copartícipe en la guerra de Ucrania.
Y el envío de soldados norcoreanos puede que sea solo el principio de esa cooperación militar con Rusia. Este miércoles llegó a Moscú la ministra de Exteriores norcoreana, Choe Son-hui, quien se reunió con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, para "consultas estratégicas", según el Kremlin.
El silencio de Moscú despierta los peores presagios en Washington, que ve crecer los tentáculos de la estrategia rusa cuando menos lo necesita la política exterior estadounidense.
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