Una serie de explosiones y ataques han sacudido Bagadad y varias ciudades del norte del país durante esta madrugada y la mañana. En total, según las últimas cifras facilitadas, habrían muerto un total de 42 personas y 141 habrían resultada heridas. La mayoría de objetivos han sido miembros de las fuerzas de seguridad y, en la capital, las áreas de mayoría chií. 

Los coches bomba y los tiroteos se han repetido por todo el país. Además de Bagad, ciudades como Kirkuk, Samarra, Al Faluya, Baquba y Al Malah han sido testigos de esta nueva ola de violencia sectaria.

Entre los atentados más importantes están los dos coches bomba y el artefacto que estallaron de manera simultánea en el centro de Kirkuk contra patrullas de la policía iraquí, en el que al menos cuatro agentes murieron; o el que ha sufrido el ministro de Sanidad iraquí, que consiguió salir ileso de un coche bomba que explotó al paso de su convoy por la calle Haifa, pero sí murieron dos de sus guardaespaldas

Aunque la violencia ha disminuido en general desde la eclosión de los enfrentamientos sectarios en 2006 y 2007, los atentados y asesinatos siguen formando parte del día a día en Irak. Y es que el conflicto de la calle es el reflejo de un gobierno en crisis que a penas puede mantener la frágil convivencia de chiíes, suníes y kurdos. Así, las tensiones entre comunidades van en aumento.

Aunque de momento no han sido reivindicados, la mayoría de ataques que han tenido lugar en los últimos tiempos en Irak son obra de los insurgentes sunís que se han negado a deponer las armas tras la retirada de las fuerzas de Estados Unidos en diciembre. Estos milicianos han atacado con frecuencias las áreas de población chií y las fuerzas de seguridad del Estado, al que no reconocen.

De esta forma, varios hombres armados mataron este lunes a cuatro campesinos chiíes en la periferia del norte de Bagdad, mientras que otros siete peregrinos del mismo credo fueron ejecutados el pasado viernes.