Bagdad
Actualizado:A día de hoy nadie duda de que la invasión de Irak ha sido el mayor fracaso de Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio. La ocupación empezó en 2003, bajo el Gobierno de George W. Bush, y se extendió hasta 2011, cuando Barack Obama retiró las tropas. A aquellos hechos precedieron 13 años de sanciones internacionales, impuestas por la ONU, en respuesta a la invasión de Kuwait, en 1990, por el Ejército de Sadam Husein.
El sátrapa de Tikrit, donde nació en 1937 y murió ahorcado en 2006, nacionalizó durante su régimen el petróleo, dio el poder a los suníes, persiguió a la mayoría chií y trató con mano de hierro a los separatistas kurdos en el norte, a los que roció con gas letal.
La estrategia de Sadam fue alejarse de los soviéticos y acercarse a EEUU para entrar al 'eje árabe moderado', junto a Jordania y Egipto. Washington buscó tener así el control de Oriente Medio y de su oro negro.
Una fuente cercana al poder chií que ahora gobierna Irak explica a Público, en Bagdad, que el primer engaño de Washington a Sadam fue convencerle para invadir Irán, lo que desató una larga y traumática guerra con la vecina República Islámica en los años ochenta.
Luego, en 1990, el Ejército de Sadam ocupó Kuwait. Una de las razones que alegó fue que el pequeño y rico vecino robaba petróleo iraquí mediante exploraciones en diagonal desde su lado de la frontera. Y lo hizo con el "supuesto compromiso" de la Casa Blanca de que se mantendría neutral.
Pero no fue así. La ONU, con el total respaldo de George Bush (padre), impuso sanciones a Irak hasta 2003, cuando George W. Bush (hijo) lideró la invasión justificada en la falsa existencia de armas de destrucción masiva. "Fue la tercera traición", apunta la fuente.
"El objetivo de Estados Unidos con la invasión de 2003 fue rediseñar Oriente Medio", apunta Joost Hiltermann, director en la región de International Crisis Group, un think tank sobre conflictos, en un reciente análisis con motivo del 20 aniversario de la ocupación.
Bush y sus aliados estaban convencidos de que podían aislar a Irán e imponer una "paz israelí" a los palestinos, que se habían levantado en el año 2000 en una nueva intifada. Otra razón, según Hiltermann, fue la "arrogancia": demostrar quién mandaba en el mundo tras el 11S.
"En lugar de hacer brotar la democracia, la invasión creó un vacío de seguridad en el corazón de Oriente Medio, provocó a Irán ansias de venganza, se rompió el mito del poderío militar de Estados Unidos y surgió una ola de grupos yihadistas", expresa Hiltermann.
Irán, el nuevo mejor amigo de Irak
Los chiíes ahora lo tienen claro: "Vamos a seguir nuestro camino, el cambio no debe ser impuesto desde el exterior", afirma a Público, en la ciudad sagrada de Kerbala, Sayed Safavi, director del santuario de Abas y mano derecha del gran ayatolá Ali al Sistani, la personalidad más influyente del nuevo Irak.
La sintonía entre Bagdad y Teherán es evidente, nadie la niega en Irak, ni en las calles ni en conversaciones privadas con religiosos y personalidades chiíes, según ha podido comprobar Público.
Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense, explica a este medio que "hay un realineamiento estratégico en casi todo Oriente Medio".
"Irak no tiene el papel que tuvo en los años setenta y ochenta, cuando pretendió erigirse como paladín de la comunidad árabe. Hoy en día, y poco a poco, Irak gravita más en torno a la órbita de Irán, que es una potencia en ascenso", apunta.
Irán ha salido beneficiado en la última década
Según el experto, "Irán ha salido beneficiado del escenario tan delicado que ha atravesado Oriente Medio en la última década [...]; e Irak, como otros países de la región, ya no mira a Occidente".
Ahora el chiismo está en auge en Irak, un país donde los seguidores de esta rama del Islam son mayoría, al igual que en Irán. Este factor, junto a las secuelas de la ocupación y la irrupción del Estado Islámico (EI), que tomó el control de buena parte de Irak entre 2014 y 2019, supone un cambio de paradigma.
Dar un paseo por la Zona Verde de Bagdad, lo que se consideraba 'zona segura' por las fuerzas de ocupación –donde están las embajadas y áreas residenciales–, o por las orillas del río Tigris, es toparse con grandes fotografías del general Qassim Suleimani, quien fuera jefe de la Fuerza Quds, es decir, el tentáculo en el exterior de la Guardia Revolucionaria de Irán.
Soleimani no era iraquí, pero en este país le adoran como si lo fuera. Era la mano derecha del líder supremo de Irán, Ali Jamenei. El Gobierno de Bagdad le confió la seguridad del país en momentos convulsos y nadie discute su contribución a la derrota del Dáesh, mediante la organización de milicias (grupos paramilitares) que combatieron cuerpo a cuerpo contra los yihadistas en todo Irak.
Pero Soleimani también era una amenaza para EEUU, pues las milicias que él alentó primero combatieron contra los invasores extranjeros.
El general iraní fue asesinado el 3 de enero de 2020 en el aeropuerto de Bagdad por los estadounidenses, en un ataque con drones de guerra contra el automóvil en el que viajaba junto al iraquí Abu Mahdi al-Muhandis, que también murió. Éste último tenía a su mando la milicia proiraní Kataeb Hezbolá o Movimiento de Resistencia Islámica de Irak. Donald Trump dio la orden.
En los feudos chiíes al sur de Bagdad, la admiración es para el influyente clérigo Muqtada al-Sadr, líder del Movimiento Sadrista y artífice del Ejército Al-Mahdi. Su imagen, junto a la de su padre (asesinado en 1999 por el régimen de Sadam), domina la entrada de la mezquita de Kufa, la cuarta más importante del Islam por detrás de La Meca, Medina y Al-Aqsa de Jerusalén.
En febrero de 2014, cuando el Dáesh tomó la ciudad de Mosul, en el norte de Irak, el ayatolá Ali al Sistani, máxima autoridad religiosa del país, emitió una fatua (decreto jurídico-religioso) y declaró la yihad (guerra santa) contra el Estado Islámico.
Así nacieron las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), una suerte de milicias que hasta entonces operaban cada una por su cuenta, entre ellas, la Kataeb Hezbolá –que, con 30.000 hombres armados, es considerada como un grupo terrorista por EEUU, Japón y Emiratos Árabes– y el Ejército Al-Mahdi. Con la derrota del EI, en 2019, las FMP fueron integradas en las fuerzas de seguridad del Estado iraquí.
Este acercamiento con Irán nos lleva a preguntarnos si Irak va camino de convertirse en una República Islámica. Álvarez-Ossorio responde tajante: "Creo que no, porque son modelos políticos muy diferentes. En Irán hay un gobierno de jurisconsultos, de las máximas autoridades religiosas. Aquí, en Irak, las autoridades religiosas chiíes y representadas por la figura emblemática del Ali al Sistani no abogan por un gobierno religioso".
China y Rusia, en el tablero de Oriente Medio
Muchos analistas estudian si el eje Irán-Rusia-China es tan sólido como parece y hay discrepancias al respecto. Lo que sí está claro es que son países con visiones de la geopolítica muy distintas. Les une que Estados Unidos es su rival y, por si fuera poco, ya han realizado ejercicios militares conjuntos. Irak se siente ahora más cómodo mirando a ese bloque.
La reciente visita a Bagdad del ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, es muestra de esa cooperación. Junto a su homólogo iraquí, Fuad Husein, planteó la importancia de proteger las relaciones económicas entre los dos países frente a las sanciones impuestas a Moscú por Occidente, a raíz de la guerra en Ucrania.
El papel más relevante de China en Oriente Medio es la mediación entre Irán y Arabia Saudí
China, que aspira a convertirse en la primera economía mundial, también observa a Irak, a sus reservas de petróleo y a posibles negocios. Pero lo más relevante ha sido el papel de Pekín como mediador para la reconciliación entre Arabia Saudí e Irán, tras años de relaciones rotas.
"Un país como China es capaz de mediar porque no le interesan tanto cuestiones como la democracia o los derechos humanos, sino que tiene una agenda mucho más pragmática, basada en los intereses comerciales", indica Álvarez-Ossorio.
Es posible, además, un acercamiento entre los musulmanes chiíes y suníes: los países del Golfo, por un lado, con Arabia Saudí a la cabeza, y el arco chií, por otro, que va de Irán a Líbano, pasando por Irak y Siria. Este nuevo escenario no sería del agrado de EEUU.
El perfil bajo de EEUU
La Embajada de Estados Unidos en Bagdad es una fortaleza inmensa. Lo que hay dentro podría parecerse a una pequeña ciudad. Las tropas de combate de ese país salieron en 2011 de Irak, pero regresaron tres años después para combatir al Dáesh y marcharse definitivamente en 2021.
En la actualidad, aún continúan soldados estadounidenses, pero con la misión de adiestrar al Ejército iraquí; ya no patrullan por calles y carreteras, no se les ve como antes, sólo en algunos lugares. Y eso genera una percepción de seguridad.
Álvarez-Ossorio: "El papel de EEUU es cada vez más limitado"
El catedrático Álvarez-Ossorio, en su entrevista con Público, afirma que "el papel de Estados Unidos es cada vez más limitado en Irak, al igual que en el conjunto de Oriente Medio" e insiste en que "poco a poco nuevos actores están entrando en la región, como China y Rusia, y esto va a ser un cambio importante de cara al futuro".
Uno de esos escasos lugares donde encontramos estadounidenses durante nuestro recorrido por Irak es en el aeropuerto de Bagdad. El vuelo no está lleno y apenas viajan un puñado de iraquíes, algunas mujeres, el grupo con el que se desplaza Público y hombres blancos fornidos. ¿Son marines o contratistas? Es la pregunta que nos hacemos.
Donde sí pudimos hablar con estadounidenses fue en la Universidad Americana de Irak-Bagdad (AUIB, por sus siglas en inglés), un campus de ensueño que ocupa el antiguo palacio de Sadam Husein, desde donde el dictador dirigía el país. Un espacio que se recorre en buses eléctricos, con edificaciones lujosas, lagos y jardines. Tiene una ubicación estratégica, entre el centro de la capital y el aeropuerto.
Durante la ocupación, este conjunto de palacios y villas, rodeado por un muro de más de 40 kilómetros de perímetro, se convirtió en el cuartel general de las tropas de EEUU y fue denominado 'Base Victoria'. Allí se tomaron las decisiones de la guerra.
Este lugar llegó a cobijar "42.000 militares estadounidenses y otros 20.000 efectivos de personal de apoyo", según Reuters. El gran palacio Faw tenía en su interior el famoso trono de Sadam Husein, donde los soldados de EEUU se tomaron fotografías con regocijo, para luego difundirlas, en señal de victoria. Con 62 habitaciones, estaba decorado al estilo Versalles.
Desde 2021, en este emblemático lugar se inaugura la más prestigiosa universidad privada de Bagdad, donde se preparan las élites que un día tendrán el poder.
Su presidente, Michael Mulnix, nos recibe en su elegante despacho, en una villa situada en una isla dentro de un lago y a la que se accede por un puente. Hay varios lagos en el complejo, con sus respectivas islas. En una de ellas Sadam Husein pasó dos años detenido, antes de ser ahorcado, junto a su hombre de confianza, Ali Hasan al Majid, conocido como 'Ali el Químico'.
Mulnix explica que los patrocinadores de este centro de estudios son empresas privadas y oficinas gubernamentales estadounidenses e iraquíes, con acuerdos de colaboración con universidades del país norteamericano.
Detalla que se han invertido 350 millones de dólares en habilitar el conjunto para aulas y residencias de estudiantes. Luego recorremos el campus con un guía, quien nos aclara que tienen un compromiso con el Gobierno de Irak para quedarse 40 años.
Cuarenta años. Cómo no recordar la base militar de Manta en Ecuador, Guantánamo o el Canal de Panamá, esos arriendos infinitos en lugares que parecen entrar en otra era cuando sus ocupantes se marchan.
Los estadounidenses siguen aquí, en Irak, con perfil bajo y con tropas que no combaten, pero observan y no descuidan espacios de control y poder. Mientras tanto, Oriente Medio se reconfigura.
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