La tecnología hoy disponible no permite conocer si aún quedan restos de chapapote a grandes profundidades marinas en el área del vertido del Prestige, según Demetrio de Armas, responsable de las expediciones del Instituto Español de Oceanografía a la zona del hundimiento, del que se cumplen 10 años. De Armas opina que en la última década no ha habido grandes cambios o avances desde el punto de vista científico o tecnológico para abordar este tipo de situaciones, pero sí desde la perspectiva administrativa y legal.
'Si en aquel momento hubiera habido una legislación como la que hay ahora, ese barco no estaría ahora en la mar', afirma el investigador, que recuerda el impacto que sintió ante los efectos de la marea negra y la emoción sentida ante la llegada de miles de voluntarios para ayudar en la recogida de chapapote en las costas. A raíz de este accidente, que ha supuesto uno de los mayores desastres ambientales en la historia del país y cuyo juicio ha comenzado hoy en A Coruña, se obligó a nivel europeo a la progresiva sustitución de los barcos de un solo casco (el Prestige era monocasco) y los controles se han endurecido, explica De Armas, actual subdirector general del IEO.
'El Prestige -agrega el investigador- no había pasado controles desde 1999 -el accidente ocurrió en noviembre de 2002- y no fueron todo lo exhaustivos que tendrían que haber sido'. Los sucesivos paquetes de medidas sobre seguridad marítima (Erika I, II y III) aprobados por la Comisión Europea, también han ayudado a una mayor vigilancia, especialmente en las zonas de mucho tráfico, como Finisterre o la zona de San Vicente. 'Se hacen controles parecidos a los de la Guardia Civil en carretera; cada vez que pasa un barco se le pregunta sobre su destino, su carga, tripulación, etcétera', de lo contrario no se le permite navegar, explica Demetrio de Armas, que actualmente estudia en El Hierro los efectos del volcán marino.
Las expediciones del IEO, a bordo del buque oceanográfico 'Cornide de Saavedra', comenzaron desde 'el primer momento del vertido hasta noviembre de 2006. A partir de ahí, vimos que el derrame era indetectable' en las costas de Galicia, frontera con Portugal, hasta la frontera francesa. En 2006, volvió a aparecer fuel procedente del casco y hubo que sellar de nuevo. Hoy en día, el Instituto de Oceanografía sigue muestreando la zona, pero 'no específicamente debido al Prestige sino para detectar cualquier otro tipo de contaminación' que pudiera existir.
Este programa de contaminación marina, que se hace conjuntamente con la secretaria de Estado de Medio Ambiente, se seguirá realizando en el futuro, y además la administración española tiene obligación de enviar estos datos a organismos internacionales. De Armas, responsable de todas las expediciones que se hicieron en el mar para estudiar la marea negra y sus consecuencias, considera que la zona está recuperada y las poblaciones de especies que allí habitan 'se explotan de forma normal'.
'Habría que hacer un estudio a 300 o 400 metros de profundidad -para saber si la recuperación es total-, pero quizá falta tecnología. Se podría buscar debajo de la arena si han quedado grumos de chapapote, aunque a la vista de cómo se ha recuperado la pesca entendemos que no hay problema'. En el momento del vertido, los análisis arrojaban que el contenido en hidrocarburos aromáticos eran unas 400 veces superior a lo permitido en percebes, erizos o mejillón silvestre (este último empleado como especie centinela), explica el científico.
Y a los seis u ocho meses de la marea negra, 'ya estaban igual que antes. Volvieron a la normalidad', añade De Armas, que apunta a la fortaleza de la naturaleza para recuperarse de las catástrofes. El químico y subdirector del IEO recuerda lo sucedido en 2002 como algo 'terrible': 'era una amargura, como si algo tuyo hubiera desaparecido. Y toda esa gente abnegada, los gallegos completamente volcados y después las oleadas de voluntarios. Aún lo recuerdo y se me hace un nudo en la garganta'.
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