SEVILLA
Actualizado:“La Expo 92 no sólo va a ser un éxito, va a cambiar la faz de Sevilla y Andalucía”. Este fue el vaticinio del rey Juan Carlos I, el 12 de abril de 1988, cuatro años antes de que se abrieran las puertas de la Exposición Universal. En los seis meses que transcurrieron entre el 20 de abril y el 12 de octubre de 1992, hace 25 años, Sevilla se postuló para ser la capital del mundo, como lo había sido 500 años atrás. La Expo 92 tenía el sobrenombre de La era de los descubrimientos porque remitía al quinto centenario del desembarco de Cristóbal Colón en América, y a toda una época de expansión del conocimiento. Este jueves el rey Juan Carlos (ya emérito) regresa a la capital andaluza, 25 años después, para conmemorar una muestra que fue un punto de inflexión para el país.
La Exposición Universal de Sevilla sucedió mientras el mundo afuera se volvía loco, en un momento político muy convulso. En los siete años que transcurrieron desde que se fraguó el proyecto hasta que se abrieron las puertas de la muestra, cayó el muro de Berlín y con el los bloques de la Guerra Fría, se reunificó Alemania y se desmoronó la URSS y se fracturaron los países comunistas de la Europa del Este, Yugoslavia entró en guerra, Nelson Mandela salió de la cárcel, se celebró la primera Conferencia de Paz de Oriente Medio, estalló la primera Guerra del Golfo… La Expo’92 de Sevilla era una zona verde, desmilitarizada, un recinto de 650.000 metros cuadrados en el que se instalaron 156 países, por el que pasaron 77 jefes de Estado y de Gobierno (muchos de ellos enemistados entre sí) y 44 monarcas o príncipes.
Un laboratorio de ideas
La Expo'92 fue un laboratorio donde se probaron por primera vez casi todas las ideas que más tarde traería el futuro
Fue un oasis multicultural, pero sobre todo, fue un laboratorio donde se probaron por primera vez casi todas las ideas que más tarde traería el futuro: Telefónica ensayó aquí con los teléfonos móviles; IBM probó las primeras pantallas táctiles y los hologramas; se instaló una red de fibra óptica y de aguas propias aprovechando la cercanía del Guadalquivir; se usó por primera vez el vapor de agua, aquella bola enorme que hacía de microfilm en el caluroso verano sevillano (y que hoy está en todas las terrazas y bares de la ciudad). Incluso Coca Cola experimentó con sus máquinas expendedoras, instalándoles una antena de radio que avisaba a la central cuando se agotaban las latas. Era divertido y era un polo de innovación y conocimiento. La gente, los sevillanos sobre todo, inundaban las calles de la Expo’92 con los ojos como platos, hacían cola ante los pabellones, se cruzaban con el pasacalles, con Fidel Castro, con Lady Di, con Gabriel García Márquez o con Arnold Schwarzenegger. La entrada diaria costaba 1.500 pesetas (9 euros).
La fecha original de apertura era tres días antes, el 17 de abril, para conmemorar las Capitulaciones de Santa Fe
Poca gente conoce que la fecha original de apertura era tres días antes, el 17 de abril, para conmemorar las Capitulaciones de Santa Fe, el documento que suscribieron los Reyes Católicos ese mismo día de 1492 y que recogían los acuerdos alcanzados con Colón para su expedición marítima hacia occidente. El comisario de la Expo’92, el exembajador Emilio Cassinello, era un profundo conocedor de la Historia, pero se le pasó que el 17 de abril del 92 caía en Viernes Santo, en Sevilla, en mitad de la Semana Santa. Una coincidencia catastrófica, según le explicaron luego las autoridades locales. No se podía inaugurar la Expo mientras aún duraba la resaca de la Madrugada sevillana, con la Macarena aún procesionando por las calles. Al retrasar la fecha de apertura tres días, Sevilla estuvo muy cerca de perder la sede de la Exposición Universal, que le disputaba la ciudad de Chicago. Si no ocurrió, probablemente, “fue por algún tipo de milagro”, bromea hoy Cassinello.
En la muestra trabajaron 150.000 empleados y el volumen de negocio alcanzó los 300.000 millones de pesetas (1,8 millones de euros) sólo en Sevilla y provincia. Durante los seis meses de celebración, el empleo dentro del recinto de la Expo’92 se elevó a 14.024 personas. Fuera del recinto, y debido a las numerosas obras efectuadas con motivo de la Exposicion, “la celebración del certamen también hizo que aumentara el nivel de ocupación entre 1987 y 1991, alcanzando su máxima incidencia en 1990, con 64.640 personas ocupadas”, según el estudio La Exposición Universal de Sevilla 1992: efectos sobre el crecimiento económico andaluz, elaborado por la profesora de la Hispalense María del Pópulo de Pablo-Romero.
Las dos Sevillas
En 1992, Sevilla estaba lejos de ser el principal puerto del mundo, es más, estaba absolutamente aislada, por tierra, mar y aire. La Expo’92 sirvió para ampliar el área metropolitana de Sevilla y conectarla con los municipios de alrededor -con la construcción de la ronda de circunvalación SE-30-; sirvió para conectar la capital andaluza con Andalucía -se construyó la autoría A-92, que atraviesa toda la comunidad de este a oeste-; para conectar la capital andaluza con la capital de España, con la construcción de la estación de tren de Santa Justa y la inauguración del primer tren de alta velocidad (AVE), y para conectar la capital andaluza con el resto del mundo, mediante la ampliación del aeropuerto de San Pablo.
Se estima que la inversión pública total en infraestructuras se elevó a 737.429,4 millones de pesetas
Se estima que la inversión pública total en infraestructuras se elevó a 737.429,4 millones de pesetas (4,43 millones de euros). Las obras efectuadas en Sevilla y su entorno inmediato ascendieron a 139.874 millones de pesetas, entre nueva infraestructura de la red viaria (76.195 millones), actuaciones en la red ferroviaria (27.632 millones), el nuevo aeropuerto de San Pablo (12.193 millones), actuaciones en el Puerto de Sevilla (3.661 millones) y en las márgenes del río Guadalquivir (20.173 millones).
Es difícil imaginar hoy una Sevilla anterior al 92. ¿Cómo entraban los turistas? ¿Por dónde entraban? ¿Dónde dormían? Hace 25 años, la oferta hotelera de la capital andaluza no superaba las 12.000 camas. ¿Cómo se llegó a albergar a los 41,8 millones de visitas (el 19% de extranjeros) que recibió la Expo’92 en esos seis meses? El crecimiento urbanístico y el repunte de la oferta turística fue vertiginosa y descontrolada. En un solo año, de 1991 a 1992, la oferta de camas se incrementó un 61%. Hace 25 años, Sevilla apenas contabilizaba medio millón de visitas al año, y al cierre de 2016, se habían alojado 2,7 millones de turistas, de los que la mitad fueron extranjeros, según datos del Ayuntamiento hispalense.
La Expo’92 construyó una ciudad futurista frente a una ciudad empobrecida, con grandes bolsas de pobreza, delincuencia, droga y prostitución
La Expo’92 construyó una ciudad futurista frente a una ciudad empobrecida, con grandes bolsas de pobreza, delincuencia, droga y prostitución en el mismo Casco Antiguo. Se derribó un muro largo que separaba la ciudad del río Guadalquivir, y al otro lado, en un solar vacío de 650.000 metros cuadrados dentro de la Isla de la Cartuja, se edificó una ciudad de arquitectura efímera que iba a tener una esperanza de vida de seis meses. La Expo’92 amplió los márgenes de Sevilla, construyó tres puentes para cruzar hasta la Cartuja, se levantaron 102 pabellones (entre ellos los que representaban a los 112 países que participaron), de los que hoy quedan en pie 35, más otros 19 edificios heredados de aquella época, y otros 35 inmuebles que se erigieron con posterioridad, cuando el recinto se convirtió con los años en lo que hoy es el Parque Científico y Tecnológico de Cartuja.
Pabellones efímeros
16 países construyeron pabellones permanentes, que aún están en pie, la mayoría son sedes de centros empresariales
Ninguna exposición universal está pensada para preservar sus edificios, de hecho ésta es de las que más ha conservado (al principio sólo iban a permanecer diez). 16 países construyeron pabellones permanentes, que aún están en pie, la mayoría son sedes de centros empresariales. Otros 11 inmuebles que siguen en pie se proyectaron como efímeros, pero luego se reutilizaron. 59 pabellones fueron demolidos o trasladados, uno de los últimos en ser derruido fue el de Checoslovaquia, que tenía pabellón en el 92, pese a que ya no existía como país, porque la caída de la URSS precedió a la descomposición de los países comunistas de Europa del Este.
Cada país participante contaba con un presupuesto dividido en tres partes, una para levantar su pabellón, otra para dotarlo de contenido, y una tercera parte para derribarlo. Muchos se quedaron sin fondos para desmontar y optaron por otras soluciones: Canadá vendió su inmenso pabellón (4.500 metros cuadrados y varias plantas) a la Escuela de Negocios EOI por un precio simbólico de una peseta. También sigue en pie, pero abandonado y deteriorado, el majestuoso pabellón de Hungría, declarado Bien de Interés Cultural dentro del catálogo general del Patrimonio Histórico Andaluz junto a los pabellones de la Navegación, de España, de Andalucía (sede de la RTVA), de Francia y de Finlandia.
Desaparecieron muchos de los emblemáticos, como el pabellón de Japón, que estaba íntegramente construido de madera, y fue diseñado por el prestigioso arquitecto Tado Ando, premio Pritzker en el 95. Desapareció el monorraíl y las telecabinas que sobrevolaban la Expo (sin uso desde el 95 hasta 2006, cuando postes y raíles oxidados fueron desinstalados), desapareció la Plaza Expo, el lago artificial y el emblemático Palenque, epicentro de muchas actuaciones. Pero permaneció el germen de lo que hoy es el Parque Científico y Tecnológico de la Cartuja, el corazón tecnológico y de innovación de Sevilla, y uno de los ejemplos internacionales más palpables de reutilización de los activos de una Exposición Universal.
Hoy el recinto de la Expo está vallado, y en él no hay viviendas (porque el plan urbanístico de Sevilla no lo contempla), lo cual ofrece un aspecto desolado a ciertas horas del día. Sin embargo, en la Cartuja hay 423 empresas, la mayoría de tecnologías avanzadas, donde trabajan 16.429 personas (1.990 millones de euros de facturación conjunta). Un solo recinto, el PCT Cartuja, concentra el 27% del total de las entidades radicadas en los parques tecnológicos de toda Andalucía, el 41% del empleo y el 38% de la facturación global.
Por la Isla de la Cartuja, pasan a diario autobuses circulares de línea, y allí permanece el Teatro Central, el parque de atracciones Isla Mágica, el Auditorio Rocío Jurado; el Estado Olímpico (que también alberga un hotel); está el Monasterio de Santa María de las Cuevas, sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y de la Universidad Internacional de Andalucía, la Fundación Tres Culturas, en el antiguo pabellón de Marruecos, y las 120 hectáreas del Parque del Alamillo, que cada año visitan 1,5 millones de personas. Después de la Expo’92, el recinto fue recibiendo nuevas edificaciones, desde la Facultad de Periodismo o el Cabimer (Centro de Biología Molecular y Medicina Regenerativa) hasta la imponente torre Pelli, el punto más elevado de la ciudad, con 183 metros de altura. A sus pies, se ha inaugurado hace unas semanas el Caixafórum.
Apogeo y declive de Felipe González
La Exposición Universal de Sevilla nació en la cabeza de Manuel de Prado y Colón de Carvajal, descendiente directo de Cristóbal Colón
La Exposición Universal de Sevilla nació en la cabeza de Manuel de Prado y Colón de Carvajal, descendiente directo de Cristóbal Colón, senador, diplomático y administrador privado durante 20 años del rey Juan Carlos I, a quien convenció para impulsar el macroproyecto en la capital andaluza (a la que estaba muy vinculado por su familia). Sevilla fue el enclave elegido desde el principio, y le tocó gestionarlo desde el Gobierno de España a un presidente sevillano, Felipe González. Cuando el Rey habla con González por primera vez del tema, el PSOE se encontraba en su máximo apogeo, disfrutaba de una mayoría parlamentaria histórica, y la popularidad el presidente era inmensa. España estaba de moda, acababa de entrar en la Unión Europea (86), se modernizaba a un ritmo acelerado y crecía a golpe de ladrillo y turismo. La Expo’92 era un ambicioso proyecto de país que, si salía bien, aumentaría la popularidad de Felipe González, y si salía mal, serviría para minar su peso político.
La Expo’92 era un ambicioso proyecto de país que, si salía bien, aumentaría la popularidad de Felipe González, y si salía mal, serviría para minar su peso político
Las críticas salvajes que recibió la muestra -antes, durante y después- tienen mucho que ver con esto. Fue durante una visita a las obrad de la Expo, en una fugaz comparecencia ante los medios de comunicación, donde González dijo que ponía la mano en el fuego por el entonces gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, que tuvo que dimitir en el 92 por su implicación en un delito de fraude a Hacienda. En el 91, el PSOE perdió las elecciones municipales y la Alcaldía de Sevilla, y en el 93, González ganaría por última vez los comicios, antes de la victoria de José María Aznar en el 96.
La Expo’92 en Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona permitieron a España aplazar un año la brutal crisis económica que ya afectaba a la mayoría de países de la UE por entonces. En el 93 y en el 94, el impacto fue aún mayor, y las expectativas de continuar con el legado de la Expo en el proyecto de Cartuja 93 quedó varado. Cassinello recuerda ahora que fue “un error” llamarle Cartuja 93, porque ni España ni Sevilla estaban preparados para mostrar aquel foco científico y tecnológico sólo un año después de la Expo. Han hecho falta 25 años para que se haga realidad.
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