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El PSOE cambia el discurso y fija distancias con el BNG

Touriño quiere gobernar sin ataduras y advierte de que las lenguas no se imponen

JUAN CARLOS ORTIZ DE ELGUEA

Emilio Pérez Touriño ha cambiado. Ya no es o presidente, esa hierática figura por encima del bien y del mal que aparece, con ese título, en los carteles que cuelgan en todos los rincones Galicia. El socialista ha bajado por fin a la arena electoral. Y de qué manera.

En un mitin celebrado en Noia (A Coruña), entró ayer de lleno y por primera vez en uno de los temas mas espinosos en sus relaciones con sus socios en el Gobierno, la cuestión lingüística. 'Las lenguas ni se prohíben ni se imponen, se aman, se aprecian y se valoran porque son instrumentos de unidad', subrayó Touriño.

Por la tarde, en otro mitin en Monforte, aseguró que Galicia pertenece 'a los que hablamos gallego y castellano'. Por si hubiera alguna duda, el candidadato socialista concluyó: 'Nadie puede repartir carnés de galleguismo... que nadie busque la separación o confrontación en una guerra de idiomas'.

Llegados a este punto, el presidente de la Xunta pidió una mayoría suficiente para gobernar 'sin ataduras y con autonomía' porque, aseguró, no quiere presidir Galicia 'a cualquier precio'. 'Quiero tener más fuerza para que Galicia avance de acuerdo con lo que quiere la mayoría de los gallegos, en libertad, sin imposiciones ni dogmas',manifestó.

Nueva estrategia

La nueva estrategia socialista pasaría por recuperar los votos hábilmente captados por formaciones como UPyD, que con su cruzada por convertir al castellano en víctima del gallego comienza a lograr considerables réditos electorales en A Coruña. En su capital aún sobrevive intacta un importante bolsa de votos procedente del vazquismo, que explotó durante décadas la alergia al nacionalismo de muchos sectores sociales.

Touriño no estaba sólo ayer en esta cruzada. Alfonso Guerra se presentó en un pequeño acto organizado en Arteixo (A Coruña) ante medio millar de personas para dar dos lecciones: la primera es que cuando hay convicciones, sobra el artificio electoral. Y la segunda, que cuando se tiene oficio político un mitin puede resultar un espectáculo.

Alfonso Guerra insistió en la necesidad de que su partido logre unos resultados que le permitan 'gobernar limpiamente como socialistas'. Y no se anduvo con medias tintas a la hora de denunciar un caciquismo que, a lo que se ve, ha creado una nueva escuela en Galicia. 'Cuando quiero ir a Portugaldijo, lo que quiero ir a Portugal, no a que me echen un rollo nacionalista'. El ex vicesecretario general del PSOE se refería así al incidente ocurrido la semana pasada en el que una excursión de 600 pensionistas acabó, sin saberlo, en un acto del BNG en el que intervino Anxo Quintana.

Sin dogmas

No se sabe si fue la casualidad pero Guerra ofreció su único mitin gallego en un municipio simbólico. Arteixo es un ayuntamiento en el que conviven ciudadanos de 55 nacionalidades, una babel creada en torno a una pujante industria cuyo emblema es Inditex y en cuyo término municipal se levanta una de las escasas mezquitas que hay en Galicia. El ex vicepresidente insistió en que 'no hay dogmas políticos, ni religiosos' y advirtió contra la deriva de los nacionalismos.

Pero donde estuvo sembrado Guerra fueron en sus ataques al PP. Dos perlas: en el marco de la investigación de la operación Gürtel, invitó al juez Garzón a pedir la lista de bodas del enlace de la hija de José María Aznar con Alejandro Agag. Y dijo que, para cacerías, la de Mariano Rajoy, que con esta investigación sobre la corrupción en el PP se ha cobrado tres piezas de un sólo tiro: Esperanza Aguirre, Francisco Camps y Alberto Ruiz-Gallardón.

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