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Políticos, ciudadanos e intelectuales despiden a Santiago Carrillo

Miles de personas desfilan durante todo el día por la capilla ardiente instalada en el auditorio Marcelino Camacho de Madrid. Dirigentes de primera línea de todo el arco parlamentario, en activo y retirado, se acercan a dar el pésa

Santiago Carrillo tenía una cita fijada para hoy. 'Sobre las doce', les dijo a sus amigos Rubén Fernández, Manolo González, David Chica. Ayer al mediodía había quedado con ellos para charlar esta mañana de actualidad, su gran pasión. Quienes conversaron por teléfono con él le vieron más animado que en los últimos días, con ganas incluso de acercarse, si no empeoraba, a la asamblea de Izquierda Abierta –el partido de Gaspar Llamazares– de este fin de semana. Pero estaba 'bajito', ya con poco peso, muy delgado, con una salud cada vez más débil a sus 97 años. Ayer ni siquiera fumó. Después comió y se echó la siesta. Su mujer, Carmen, le observaba cada pocos minutos en la cama para vigilar que respiraba. Su intuición no le falló. Sobre las cinco, su corazón se paró en seco. Murió mientras dormía, tranquilo.

La cita la ha tenido hoy Carrillo con su familia, su mujer y sus tres hijos, Santiago, José y Jorge. Con los ciudadanos, con los políticos, con los intelectuales, con los artistas. Con la historia de este país. Un adiós absolutamente masivo para un hombre que ha marcado el devenir de España en los últimos cien años.

La capilla ardiente se abrió sobre las 10.30 de esta mañana. Y desde entonces el auditorio Marcelino Camacho de Comisiones Obreras se ha llenado cada vez de más y más gente. Así hasta pasadas las diez de la noche, cuando se cerró el homenaje al que fuera secretario general del Partido Comunista de España durante 20 años, al político total, a uno de los preclaros artífices de la Transición, a uno de los muñidores fundamentales de la reconciliación.

Preside la sala el féretro abierto de Carrillo, cubierto en los pies con la bandera del PCE, la hoz y el martillo con los que quería viajar a la muerte. Detrás, otra enseña del PCE, y otras tres banderas de España, de la Unión Europea y de la Comunidad de Madrid. Ninguna tricolor. En lo alto, una foto de sus últimos años: Santiago con camisa azul y chaqueta negra, con un cigarro entre los dedos, hablando en una entrevista, en su despacho, con sus libros. 'El capital puede llegar a destruir la especie humana', reza el pie. Una frase de su puño y letra. A los pies del ataúd, otra foto que encapsula otro momento histórico: el mitin que dio en Cádiz con Rafael Alberti en 1977. En un lateral del estrado, los libros de condolencias se van llenando de más y más firmas.

'¿Cómo es posible que con todo lo que hizo este hombre le saquen lo de Paracuellos? Se lo sacan los que han sido fascistas de toda la puta vida y siguen ahí'

Carmen, consumida pero entera, enlutada de arriba abajo, recibe besos y abrazos y muestras de afecto. Como sus tres hijos y los amigos de la familia. Por el escenario de la sala ha pasado en estas primeras horas de velatorio media democracia. De todos los colores. La lista se hace interminable. Para empezar, su vieja familia política: toda la cúpula federal y regional de Izquierda Unida y del PCE, encabezada por Cayo Lara, José Luis Centella y Gaspar Llamazares, y los máximos líderes de CCOO y UGT, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez.

También la cúpula socialista de ayer y de hoy: Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba, Elena Valenciano, Soraya Rodríguez, Óscar López, Carme Chacón –muy cercana a Carrillo y visiblemente afectada–, Eduardo Madina, José Bono, Manuel Chaves, Maru Menéndez o María Teresa Fernández de la Vega. Dirigentes del PP (Carlos Floriano y Esteban González Pons), ERC (Joan Tardà), CiU (Josep Sánchez Llibre, Pere Macias...) o UPyD (Rosa Díez, Toni Cantó), y políticos ya retirados, como Miquel Roca, Rodolfo Martín Villa o Cristina Almeida. Intelectuales como Ana Belén y Victor Manuel, Juan Diego, Marcos Ana...

El Gobierno ha enviado hasta ahora a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría –que pudo conversar con González y Chacón–, a la ministra de Empleo, Fátima Báñez, y a la delegada en Madrid, Cristina Cifuentes. Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional, ha dado su pésame a la familia pasadas las dos de la tarde. También han ido del PNV: Josu Erkoreka, Emilio Olabarria y Aitor Esteban.

Desde primera hora de la mañana, los ciudadanos aguardaban a las puertas del auditorio. La cola fue creciendo. Fluía ligera, pero no impedía que rodeara el edificio y sobrepasara la fachada del colindante Ministerio de Sanidad. Peko fue el primero de la fila. Llegó a las ocho de la mañana. Al entrar a la capilla ardiente, se enfundó con la bandera republicana y sacó su puño derecho frente al féretro de Carrillo. 'Es un referente. Yo tuve carné de CCOO y del PCE. Ahora ya no, pero sigo siendo un hombre de la izquierda', dice este hombre que viste ya canas y que no deja de glosar con admiración, como tantos otros, la vida de Carrillo. 'Fue un hombre valiente. En la Transición hizo una dejación aparente de sus principios para que el pueblo tuviera libertad. Claro que no, la Transición no fue modélica, pero gracias a él hemos tenido una democracia vigilada. Y lo que nos deja es su vida de compromiso con el pueblo hasta su muerte', sostiene, mientras se ríe con sorna de que el exlíder del PCE haya conseguido quizá lo impensable, ensombrecer la que se avistaba como noticia de la semana: '¡Ha ganado hasta después de su muerte!'.

En la calle, y dentro del auditorio, se palpa el afecto a una figura que, coinciden varios, es 'irrepetible', y que ayudó a construir como nadie la Transición. 'Era un señor con mucha dignidad, fiel a sus principios. Renunció a muchas cosas, y fue injustamente criticado por la derechona y a lo mejor por la gente de su partido. Pero fue un hombre de Estado', sostiene Carmen. Patricia Bueno se acerca a la sala con su bicicleta. Es joven, no conoció a Carrillo como político en activo, pero valora su dimensión histórica: 'Cuando supe que había muerto, pensé que quizá no va a haber más personajes como él. Que no se va a repetir. Se ha ido uno de los símbolos del siglo XX. Ha sido un hombre íntegro'.

'Se ha ido uno de los símbolos del siglo XX. Ha sido un hombre íntegro'

Una mujer mayor guarda la cola, del brazo de su nieto Carlos. Ella sí conoció al Carrillo de los años setenta, recién vuelto del exilio. 'Ha sido mi ídolo toda mi vida. Le tengo mucha emoción y mucho cariño –recuerda entre lágrimas–. Así que hoy siento mucha pena. No habrá otro igual'. Carlos, votante de IU y con carné de CCOO, lo define como 'el mejor': 'Me impresionó siempre su claridad, la forma de hablar, su don de gentes. No viví sus renuncias, pero imagino que algún sacrificio tuvo hacer'.

A ambos, y muchos ciudadanos que esperaban y esperan a estas horas entrar en el auditorio, les indigna mentar Paracuellos, el leitmotiv con el que la derecha azuza el perfil de Carrillo. Algunos señalan que pudo ser un 'error, una mancha, pero entienden que en la guerra 'matan de todos los bandos', y que en todo caso nunca se pudo probar que él ordenara aquellos fusilamientos. '¿Cómo es posible que con todo lo que hizo este hombre le saquen lo de Paracuellos? Se lo sacan los que han sido fascistas de toda la puta vida y siguen ahí', sentencia José María Velasco.

La gente sigue deambulando frente al féretro. Algunos muestran el puño, otros blanden la tricolor, otros bajan la cabeza. Otros lloran. Como Carmen. No pudo contener las lágrimas mientras pasaba junto al cuerpo de Santiago. En los brazos tenía a su nieta, que ha tirado una rosa roja al cadáver. 'Se ha ido quien encarnaba la libertad', comenta Carmen emocionada. Hija, nieta de luchadores antifranquistas. Y abuela de una niña de un año, cuyo nombre quizá alcance a resumir toda una jornada de homenaje: Libertad.

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