Madrid
Actualizado:Ya lo adelantó Hans Christian Andersen (incluso antes que los Simpson) allá por el siglo XIX. Aunque poco podría sospechar que el cuento del “Patito feo” venía a emular nada más y nada menos que la historia política de Pedro Sánchez (Madrid, 1972), el séptimo presidente de la democracia española.
Y es que el relato político, y hasta personal, del dirigente socialista se adaptar como anillo al dedo al de aquel patito grande, torpe y feo (esto sólo en sentido metafórico) que luego se convirtió en cisne.
Tal vez la vida política de Sánchez no haya sido tan dura como la del patito del cuento, pero sus vicisitudes hasta llegar a convertirse en cisne y llegar a la Presidencia del Gobierno se le parecen mucho.
Sánchez llegó al estanque después de afiliarse al PSOE en 1993, tras la última victoria electoral de Felipe González. Sus inicios de la vida política son en Bruselas, donde realizó un máster (parece que de verdad) en Política Económica por la Universidad Libre de Bruselas y un Programa de Liderazgo para la Gestión Pública en la escuela de negocios de la Universidad de Navarra.
Pronto empezó a trabajar como asesor en el Parlamento Europeo con la socialista Bárbara Duhrkop. Allí conoció a quien fue su mejor amigo durante muchos años, el ex secretario de Organización del PSOE, Oscar López, quien le ayudó y le abrió muchas puertas en el proceloso mundo burocrático del Parlamento Europeo. Su cargo más relevante en esta etapa fue ser el jefe de Gabinete del ex ministro Carlos Westendorp durante la guerra de Kosovo.
En el año 2000, cuando José Blanco se hizo con la secretaría general del PSOE, fue llamado junto a Oscar López y Antonio Hernando a conforma el equipo de confianza de quien manejó el aparato del PSOE durante más de una década.
Pero ya, desde el principio, Sánchez fue el menos conocido del triunvirato blanquista y, cuando alguien preguntaba por el equipo de Blanco en Ferraz, sólo se mencionaban los nombres de López y Hernando. Si se citaba también a Pedro Sánchez, el interlocutor de turno siempre preguntaba: “¿Pedro? ¿Qué Pedro?”.
Pero Pedro estaba allí, en la quinta planta de Ferraz, siempre manejando papeles. De hecho, cuando se requería al PSOE documentación de alguna cuestión, siempre se recurría a él. “Eso lo tiene Pedrito”, “Pedrito está recopilando la información”, “Pídeselo a Pedrito, que él tiene todos los datos”, era la frase habitual de López que, en tono cariñoso, mencionaba así a su amigo.
Ayuntamiento de Madrid
Su nombre empezó a aparecer en prensa en 2003, cuando nadie entendía bien el enfrentamiento entre el Partido Socialista de Madrid (PSM) y José Blanco, porque el secretario de Organización el PSOE quería llevar en las listas a “un tal Pedro Sánchez”. El socialismo madrileño se opuso, aunque al final lo incluyó en las listas en un puesto que no le garantizaba ser concejal. Y así fue, no salió elegido quedándose a las puertas de entrar en el Ayuntamiento. La catarata de renuncias al cargo que hubo posteriormente al no conseguir Trinidad Jiménez la Alcaldía, le llevó poco después al Consistorio, donde trabajó intensamente (siempre encargado de los papeles) con la ex ministra de Zapatero.
Y mientras se fajaba en el Ayuntamiento, sus “hermanos patitos” López y Hernando, eran incluidos por primera vez en las listas a las elecciones generales, en un puesto que les garantizaba su escaño. Ambos se convirtieron en diputados en 2004.
No obstante, los tres seguía trabajando en la Secretaría de Organización de Blanco, quien los trasladó a Galicia en las elecciones autonómicas de 2005, por el empeño personal del dirigente gallego de ganarle las elecciones a Fraga.
De nuevo, en los meses que estuvieron los tres preparando la campaña, Sánchez se encargó del trabajo burocrático. López coordinaba la campaña poniendo orden en el deslavazado PSdG; Hernando llevaba las riendas de la acción electoral. Y Sánchez, en la segunda planta de la sede de los socialistas gallegos se dedicaba a contestar en nombre del candidato a presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, las cartas que le enviaban los ciudadanos. De vez en cuando, iba de mero acompañante de Blanco por los maratones diarios que el dirigente socialista se hacía por Galicia, a veces yendo detrás del coche del secretario de Organización y llevado por algún periodista.
Entra en el Congreso... por Pedro Solbes
Ya en 2008, Sánchez fue incluido en las candidaturas al Congreso de los Diputados. Pero, de nuevo, en un puesto que no le garantizaba su salida, mientras sus “hermanitos” volvían a repetir como diputados. Y, una vez más, Sánchez se quedó con la miel en los labios y no logró ser diputado. Tuvo que esperar un año largo, cuando Pedro Solbes abandonó la política, para que corriera la lista y así llegar a la Carrera de San Jerónimo.
Allí se empezó a conocer a Sánchez mediáticamente, especialmente, porque su presencia física causó revuelo los primeros días en los pasillos del Congreso, y ya empezó a nacer aquello de “Pedro, el guapo” (en el 2010 los periodistas le eligieron como diputado revelación).
La historia volvió a repetirse tres años después, en las elecciones de 2011. De nuevo enfrentamiento entre el PSM y Ferraz, de nuevo entró a la fuerza en las listas, y de nuevo no salió como diputado por un solo puesto (el PSOE obtuvo diez escaños y él iba en el puesto once). La historia se repetía por tercera vez.
Cristina Narbona... y Susana Díaz
Con el PSOE ya en la oposición y con pocas posibilidades de que se moviera la lista, Sánchez pensó por primera vez en su vida abandonar la política. Empezó a hacer su tesis doctoral en Economía y empezó a dar clases en la Universidad. Pero en enero de 2013, Cristina Narbona deja su escaño, y Sánchez vuelve de nuevo al Congreso.
Se volcó en su labor parlamentaria y fue uno de los coordinadores de la Conferencia Política del PSOE en 2013 por decisión de Elena Valenciano (las vueltas que da la vida). Había vuelto a la vida pública.
Tras la dimisión de Rubalcaba, se le pasa por la cabeza aspirar a ser secretario general del PSOE, misión a la que le animan algunos cuadros medios del PSOE de segunda fila. Sánchez se pone a recorrer territorios y a recabar apoyos, aunque nadie apostaba por él y todo apuntaba a que el diputado vasco, Eduardo Madina, se haría con las riendas del PSOE.
El izquierdismo con el que se etiquetó a Madina provocó la desconfianza de la presidenta andaluza Susana Díaz (las vueltas que da la vida) y desde Andalucía se ordenó votar a “un tal Sánchez”, al quien no le ponían ni cara la mitad de los militantes. Y ganó contra todo pronóstico.
Sánchez afrontó sus primeras elecciones generales como candidato a la Presidencia del Gobierno en 2015, cosechando el peor resultado del PSOE en democracia. Ya estaba cuestionado internamente, y aquello le puso en el filo de la navaja. Emprendió entonces la aventura de intentar ser investido y fracasó, lo que provocó unas nuevas elecciones en la que empeoró aún mas el resultado del PSOE, aunque evitó el llamado “sorpasso” de Podemos.
Caída y resurrección
Los barones del PSOE, con Susana Díaz a la cabeza, decidieron que había que poner fin a su liderazgo y orquestaron un ”golpe orgánico” el 1 de octubre de 2016 en el Comité Federal, que provocó su dimisión. Sánchez salió con lágrimas en los ojos en la una rueda de prensa anunciando su marcha, abandonó su escaño de diputado y se refugió en su casa durante muchas semanas. Sánchez estaba acabado.
Pero, para sorpresa de muchos, cuando sus afines habían ya preparado una candidatura alternativa a la de Susana Díaz con Patxi López al frente, Sánchez dijo que iba a dar la pelea. Cogió como bandera el “no es no” a Rajoy, se colgó la mochila y visitó todas las agrupaciones que pudo. Los pronósticos volvieron a fallar, y la todopoderosa Susana Díaz, con Madina ahora de fiel valido, perdía abrumadoramente las primarias. Los pronósticos volvieron a fallar, y la todopoderosa Susana Díaz, con Madina ahora de fiel valido, perdía abrumadoramente las primarias.
Sánchez volvió a liderar el PSOE y, ahora ya, a su manera. Se rodeó de sus fieles y marcó su hoja de ruta que él fijaba para 2020. Su primer año, que se cumplió el pasado 21 de mayo, pasó entre vaivenes políticos, con las banderas de la lucha de los jubilados y las mujeres, y con su apoyo al artículo 155. Pero, hasta hace quince días, se le achacaba su irrelevancia y su poco protagonismo en el escenario político, lo que todo el mundo pensó que se agravaría con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
La sentencia del “caso Gürtel” cambió en 24 horas el escenario, y volvió a surgir el Sánchez atrevido. Dicen que tuvo claro desde el primer momento que presentaría la moción de censura, y que sus únicas dudas eran que no se le rompiera el partido y que tuviera su apoyo, Una vez conseguido, aunque con muchas dudas de sus dirigentes territoriales, Sánchez se lanzó al vacío.
La historia de esta semana está bastante reciente para repetirla, pero el cuento, como todos los cuentos, tuvo un final feliz… y Pedro se convirtió en cisne. Quien hace año y medio estaba en el paro y con unas perspectivas profesionales que no pasaban de ser profesor de Universidad sin plaza fija, hoy es el presidente del Gobierno de España. Y colorín, colorado…. Por ahora.
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