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Mas: "Necesitamos un país movilizado"

La federación vuelve al poder a seis escaños de la mayoría absoluta

ALBERT MARTÍN VIDAL

La victoria en Catalunya se pronuncia con cuatro sílabas: 'Mas, president!' El grito de guerra resonó como un mantra en el hotel Majestic, en plena milla de oro barcelonesa, durante una noche en que CiU olvidó siete años de miserias en el desierto.

No procedían los gritos sólo de jóvenes militantes, como es preceptivo: gente de todas las edades atestaba los salones del recinto donde CiU disfrutó un resultado histórico y poco después de las 19.30 horas ya resultaba prácticamente imposible entrar en el epicentro de la celebración.

La mirada de Mas era ayer muy distinta: radiante y con los ojos emocionados como la de muchos de los dirigentes y militantes que le acompañaron y dio su primer discurso como presidente dirigiéndose a vencedores y vencidos: 'Administraremos esta gran mayoría al servicio de los 7,5 millones de catalanes'. Mas dijo ser presa de una mezcla de 'humildad, responsabilidad y esperanza' para hacer una 'llamada a una gran movilización de país': 'Necesitamos un país movilizado. Os convoco a sumar esfuerzos durante estos años'.

El llamamiento, muy en la línea de lo que ya se intuía en campaña, era el colofón a una jornada que CiU acarició desde primera hora de la tarde con los primeros sondeos. Los datos no eran infundados y pintaban un panorama soñado para la federación: no sólo encumbraban a Mas, sino que reducían a escombros al Tripartito y al PSC de José Montilla con los peores resultados de toda su historia.

A medida que llegaban nuevos avances del apocalipsis '¡CiU, 70; PSC, 23!', exclamaba un diputado a las puertas del Majestic, la temperatura aumentaba en el recinto y se disparaban las especulaciones. 'Si Montilla tiene que dimitir, Joan Puigcercós también', se oía decir. 'Jordi Hereu [el alcalde de Barcelona] no resistirá', afirmaba otro.

El primer conato de parranda desatada llegó a las 20 horas cuando apareció un sondeo que daba a CiU entre 63 y 66 diputados y redescubría el suelo del PSC en los 24. David Madí, estratega de la federación nacionalista, ofrecía su primer análisis del triunfo: 'Estaríamos hablando de una victoria histórica del catalanismo y tenemos el orgullo de decir que el pueblo de Catalunya ha puesto fin al Tripartito'.

Poco después hubo un vuelco: CiU bajaba a 58 escaños en unos resultados que suponían la inmolación de ERC (9) a favor del PP (19). El cuchicheo no frenaba la permanente avalancha de militantes que forcejeaba para entrar en un salón al límite de su aforo. Fueron instantes de angustia en el Majestic que sólo arreglaron las imágenes del huevazo al socialista Miquel Iceta: el impacto, visto a través de dos pantallas gigantes, fue ovacionado. Enseguida CiU recuperó su posición por encima de las 60 actas y el desencanto se disipó. La victoria era clara y Josep Antoni Duran i Lleida, número dos de la federación, era el primer político en hablar de Mas como 'futuro president'.

Pero el ambiente en el nido de los convergentes, a pesar de su clamoroso triunfo, no volvió a ser el mismo. Planeaba sobre la sala una sensación de victoria agridulce, de sueño roto. Tres noches atrás, una diputada lo advertía: 'Hace tres meses, todos habríamos firmado los 57 diputados y por culpa de las expectativas, ahora 62 nos parecen pocos'.

A última hora esperaba aún un espasmo de felicidad: la dimisión de Montilla. Sus palabras fueron saludadas con chanzas y manos al viento gritando 'adéu!'. Las guasas y abucheos siguieron después con las comparecencias de Alicia Sánchez-Camacho y Puigcercós. Al final corrió el cava y la euforia no era para menos: el Majestic acababa de abrir una nueva era.

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