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El laicismo de Ratzinger

Al comparar la actual situación con la de los años 30, el Papa es perverso: confunde cosas que sabe que son muy diferentes

JOSÉ LUIS LEDESMA

Podría pasar por una afirmación ligera o un error diplomático: 'En España ha nacido un laicismo, un anticlericalismo fuerte y agresivo, como el de los años treinta' Pero en boca de Benedicto XVI, fino teólogo y estratega político, no puede serlo. La frase tiene algo de perverso, porque confunde cosas que Ratzinger sabe que son muy diferentes. Por un lado, mezcla la parte y el todo. Equipara el vasto proceso social, cultural y político de secularización experimentado por las sociedades contemporáneas desde hace dos siglos con un concreto movimiento social que llamamos anticlericalismo y que es propio de determinados momentos pasados y países católicos. Y por otro, identifica a este último con lo 'agresivo', cuando en realidad nunca fue sólo un movimiento 'anti' y sólo fue violento en contextos específicos de más amplia confrontación política.

Metido todo en tal tótum revolútum, cualquier iniciativa de cariz laicista parece belicosa. La comparación con 'los años treinta' acaba de teñirlo todo de oprobio. Con una Iglesia embarcada en un ingente proceso de beatificación de los 'mártires' de la República y la Guerra Civil, es casi lógico que se asimile esos periodos en bloque con su rostro más sangriento. La carnicería que sufrió el clero durante la contienda, con casi 6.800 víctimas, no admite medias tintas. Pero nada de ello habría sucedido fuera de una guerra que otros iniciaron, y desde luego esa masacre no estaba inscrita en el código genético del régimen republicano.

Pero queda aún la confusión final. Incluso matanzas y guerra al margen, existe un abismo insalvable entre las políticas de la República y las actuales. En 2010 estamos en las antípodas de medidas de 1931 como la disolución de la compañía de Jesús, el proyecto de enseñanza única en manos del Estado o la expulsión de obispos y sacerdotes. Hoy, cuando aún se ha satisfecho el mandato constitucional de aconfesionalidad del Estado, no cabe hablar de anticlericalismo, que era un movimiento que respondía al proyecto de monopolio cultural y político del clericalismo. A no ser, claro, que siga existiendo este último.

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