La II República no es nostalgia ni un recuerdo octogenario que ayer se vistió de aniversario. 'Tenemos mucho que hacer por delante si queremos que los valores de la República de 1931 estén realmente instalados en el mundo'. Son palabras de Santiago Carrillo. El ex secretario general del PCE fue testigo de la proclamación del régimen nacido de la voluntad ciudadana un 14 de abril hace ocho decenios. Tenía 16 años. Ayer, rebasada la frontera de los 90, el histórico dirigente comunista concluyó con este mensaje su intervención en el Foro Público, que abarrotó de memoria la sala Valle-Inclán del Círculo de Bellas Artes, en Madrid. El acto, organizado por este periódico para conmemorar el 80º aniversario de la II República, sentó en la mesa de reflexión junto a Carrillo al hispanista Ian Gibson, la escritora Juana Salabert y el poeta Luis García Montero.
Atento en primera fila, Gaspar Llamazares reivindicó la vigencia del espíritu nacido el 14 de abril: 'El impulso democrático y reformador de la República sigue vivo, es una evidencia. 80 años después seguimos recordándola y todavía no la hemos hecho honor,.
'Fue una revolución cultural, la apertura de un periodo brillante, una ráfaga de ilusión', glosó el antiguo líder del PCE. 'La II República levantó las esperanzas de millones de españoles que habían vivido bajo una opresión secular y ha dejado en herencia una idea de libertad profundamente republicana: que la soberanía pertenece al pueblo', recordó.
Su vigencia es esa, pero la apuesta aún está incompleta: 'No hemos conseguido todavía que el pueblo español en su totalidad abrace profundamente las ideas democráticas. Todavía la derecha tiene un peso notable, apoyada por la iglesia nacional católica, que es nuestra desgracia nacional'.
Hay más capítulos abiertos en el libro que comenzaron a escribir los españoles en 1931. El poder reside en el pueblo, solemnizaron, pero ya entonces -como hoy- hay poderes que no sueltan las riendas. 'Están en manos del poder financiero, el más fuerte; no responde ante nadie', previno Carrillo, poniendo los pies sobre el siglo XXI con la misma bandera que ayudó a izar hace 80 años.
La II República es una 'herencia moral, un legado que debemos mantener absolutamente vivo en nuestro día a día ciudadano y político', apremió la escritora Juana Salabert. 'Fueron muy valientes nuestros abuelos, también los políticos, pero sobre todo las gentes sencillas; se permitieron soñar y cuando llegó la hora mala supieron defender su sueño', evocó.
El historiador Ian Gibson situó su primer recuerdo en la I República. Más fugaz que su segundo intento -once meses de vida-, algunos de los compromisos anunciados en febrero de 1873 aún conmueven y cimentaron la Constitución rubricada en diciembre de 1931. 'Trabajamos sin tregua ni descanso por la extinción de la ignorancia y la miseria', citó el hispanista, que centró en Antonio Machado su paseo republicano.
El poeta cabalga entre los dos intentos. Hijo del primero y testigo del atropello al segundo es, por ese motivo, 'el hombre central' de la II República, según Gibson. Lejos de la nostalgia, el historiador se adentró también en el territorio de las advertencias muy sentado en el presente: 'Son terribles los intentos de retroceso, lo que estamos viendo con Garzón, la derecha de este país es una derecha inmisericorde que no quiere reconciliación', sentenció.
Frente a esa actitud hay herramientas, invocó Luis García Montero: 'Necesitamos un periódico progresista. Los medios de la derecha son poco partidarios de conocer la historia'. Y de regreso al día a día, el poeta puso también deberes al futuro: 'Es un error plantear si hicimos bien o mal la Transición; hicimos lo que se podía, pero, 30 años después, tenemos derecho a plantearnos que hay que acabarla y hacer lo que impidió el poso de la dictadura'.
García Montero resaltó un ejemplo por encima del resto con carácter de metáfora: 'Si en España no se puede hacer ejercicio de memoria libremente es porque tenemos un rey que no representa sólo una forma de Gobierno. El rey es el heredero de Franco, fue puesto a dedo por Franco'. Espoleado por esta idea, Carrillo hizo una encendida defensa del papel del rey. 'Fue el que abrió la puerta por dentro', concluyó.
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