Para toda la gente del 15-M.
Por una sonrisa que no consiga romper la torpeza
o mala leche de laJunta Electoral Central.
En el bar La Agrícola de Gestalgar prepara Merche una cena fantástica. Íbamos a ser una docena y casi llegamos a tres. La espera no se hace larga. El salón del fumeteo es el balcón que da a la plaza. Llueve a cántaros y salpica el agua hacia dentro al golpear contra los alerones del tejado. Dice Pablo que va a contar un chiste. Le contestan Isa y Maribel que vaya con cuidado, que luego lo saco yo en Público y se puede amplificar, como en un mitin de la campaña electoral. Adelante con el chiste, pues, y disculpen ustedes si ya se lo sabían y sobre todo mi torpeza en la manera de contarlo.
Los votos se miden al milímetro; todo cuenta. Hasta el número de muertos
Esto es que son cuatro amigos, tres de derechas y uno de izquierdas. Muchas tardes se juntan para echar la partida de cartas. Los tres de derechas intentan todos los días convencer inútilmente al otro de que se apunte a su partido. Un día el amigo de izquierdas va a una rutinaria revisión médica y le dicen que le queda una semana de vida. Por la tarde acude a la partida. Me apunto a vuestro partido, dice. La cuadrilla se sorprende: ¿por qué tanto negarte y ahora de repente se te tuerce la chola? El medio muerto los mira, no como mira Camps en los carteles donde aparece de muerto entero: con energía, con una firmeza que desdice el negro trance que le espera. He ido al médico y me ha dicho que la palmo. ¡Hostia!, es la respuesta generalizada. Y añaden: ¿y qué tiene que ver eso con que te apuntes a nuestro partido? El otro los mira, ahora con una sonrisa de felicidad extrema y paradójica. Se arrellana en el asiento, abre el manojo de cartas y les suelta: para que se muera uno de izquierdas, mejor que se muera uno de derechas.
No había oído nunca ese chiste. Pero la dimensión simbólica que tiene es tremenda. En los pueblos pequeños el mío lo es las elecciones se viven con una pasión muy diferente a las grandes ciudades. Todos venimos de una tradición ideológica y política. Padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos. Izquierdas y derechas. Los votos están contados al milímetro. Muchas veces, en los pueblos pequeños el resultado de las elecciones depende del número de muertos que ha habido en los cuatro años de legislatura y si los muertos eran de derechas o de izquierdas. El chiste de Pablo lo cuentan al revés los de derechas. La ficción, ya lo saben ustedes, es más real casi siempre que la propia realidad. ¿O no?
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