Herencias de familiares desconocidos. Premios de lotería sin haber comprado ni un boleto. Ofertas de negocios increíbles sin mover un solo dedo... A diario, decenas de emails de más que dudosa veracidad inundan los correos electrónicos de millones de personas en todo el mundo. Son las conocidas como cartas nigerianas, un timo que juega con la avaricia de las víctimas para sacarles desde unos pocos cientos de euros a varios miles.
Uno de los grupos de delincuentes que lo ponen en práctica ha dado en los últimos días una vuelta de tuerca al sistema: ofrecer en nombre de la familia Gadafi una millonaria recompensa por ayudar a sacar de Libia el dinero del dictador. Durante 15 días, redactores de este diario fingieron ser un empresario español interesado en el ofrecimiento.
22 de julio. No son las nueve de la mañana cuando el correo electrónico recibe un mensaje cuyo remitente es nada menos que Saif al-Islam, el hijo preferido de Muamar el Gadafi. Una vez abierto, el supuesto vástago del dictador libio informa al destinatario en un inglés cordial sobre la situación de su país y las represalias que la comunidad internacional han iniciado contra las finanzas en el extranjero de su clan. Por ello, pide ayuda para poner a salvo 9,3 millones de dólares. ¿Cómo? Es una información que se reserva hasta que aceptemos la oferta.
El anzuelo de 9,3 millones de dólares sube en tres días a 23 millones
24 de julio. A la disposición a colaborar, el supuesto Saif responde rápidamente. Llama al destinatario 'buen amigo' e, incluso, 'hermano', antes de pedirle que explique cuál es su actividad económica y una dirección de contacto. 'La idea de comunicarnos por teléfono no es posible ahora', asegura.
25 de julio. El falso Saif tiene prisa. Ya sabe que su víctima es un importador de productos informáticos y da un nuevo paso: el contacto con él se interrumpe a partir de ese momento y pasa el testigo a un tal 'mister Jasper Saphire'. Ese mismo día, el empresario recibe un correo del que parece ser el hombre de confianza del hijo de Gadafi en el que, eufórico, se apresura a dar a la víctima una buena noticia. Saif le ha informado que eleva el dinero que va a recibir de los 9,3 millones a los 23 millones. Incluye un enlace con la página de un banco para que abra una cuenta corriente. La emoción, sin embargo, le traiciona: el enlace da error.
26 de julio. Todo son disculpas. Mister Jasper facilita a la víctima un nuevo enlace. Tras pulsarlo, surge en la pantalla la que parece página oficial del Bank Atlantique, de Costa de Marfil. Sin embargo, no lo es. Es, simplemente, una clonación de la misma en la que, de hecho, sólo funcionan algunos enlaces, entre ellos el que permite abrir cuentas.
29 de julio. El empresario español se anima y rellena con datos ficticios el impreso para abrir la cuenta. Ese mismo día entra en escena John Gomis, directivo del banco. Para dar el visto bueno a la solicitud, reclama una copia de un documento de identidad con foto.
3 de agosto. La potencial víctima envía una copia de su supuesto DNI y ese mismo día el diligente empleado del banco le facilita un enlace a su nueva cuenta. En la pantalla aparece una copia del documento y el número 5590100337339. El saldo, por ahora, es cero. Ese mismo día, el empresario se pone en contacto con mister Saphire para apremiarle a que ingrese el dinero.
4 de agosto. Mister Saphire se lo toma con calma. Tarda más de un día en contestar y, además, se limita a prometer que dará las 'instrucciones de seguridad' para que el dinero sea ingresado en la cuenta.
5 de agosto. Llega la buena noticia. Los 23 millones de dólares han sido ingresados en la cuenta y mister Saphire pide al empresario que los saque rápidamente para ponerlos a salvo. Efectivamente, en la cuenta está el dinero, al que le han hecho curiosas retenciones por más de un millón de dólares, entre ellos 300 dólares por el envío de un sms que nunca ha existido.
8 de agosto. La víctima se apresta a hacer la transferencia a un cuenta inventada sobre la marcha y el falso banco africano responde rápidamente. Pero no porque la entidad en la que el empresario quiere ingresar el dinero no exista, sino porque antes de hacer ese trasvase, el cliente debe hacer 'tres ingresos de efectivo' para no despertar las sospechas de las autoridades del país africano. El correo lo firma un tal Fren Jean Paul, quien se presenta como 'supervisor de la cuenta' y que indica al empresario español que puede hacerlo facilitando los datos de una cuenta o de una tarjeta de crédito en un formulario donde hay que incluir también las claves secretas.
En el mismo correo ofrece otra opción: llamar a un tal Barrister M. Joe, del que facilita un número de teléfono con prefijo de Benín, el país al que el banco se ha mudado repentinamente. El empresario así lo hace, y al otro lado de la línea un individuo le aconseja en un balbuceante inglés que cada ingreso debe ser de 5.000 euros. La víctima protesta. No hay problema y rebaja la cifra a 3.000.
En ese momento, la víctima corta el contacto. No quiere dar sus datos bancarios para que los estafadores le vacíen la cuentan. Estos no insisten y los ficticios 23 millones siguen durante días en la falsa cuenta.
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