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MADRID.- Esta es la historia de cinco emprendedores. Ellos, como todos, tuvieron que enfrentarse a todo tipo de obstáculos burocráticos, a la falta de crédito, a las cuotas imposibles, pero también a la falta de redes de apoyo, al desconocimiento, a los prejuicios. Tuvieron que empezar de cero, o de menos cero, porque ninguno de ellos nació en España.
Hoy de los 1,7 millones de autónomos que hay en nuestro país, casi 20.000 son de origen africano. Más allá de la tradicional imagen de mano de obra barata o de aquella que les asocia al top manta, muchos no sólo impulsan sus propios negocios, sino que además tratan de generar un impacto social positivo en sus países de nacimiento. Y todo a pesar de que la administración española no se lo ha puesto precisamente fácil.
Mamadou, de futbolista a emprendedor social
La ong Diandé África, fundada por el propio Mamadou, tiene el objetivo de ayudar a escolarizar a niños en Senegal
No es un cliché, Mamadou llegó a España con la esperanza de convertirse en futbolista. “Era lo que soñábamos todos los niños. Vine con la intención de ganar dinero fácil y volver a mi país para ayudar a la gente, pero luego me di cuenta de que no era lo que esperaba”. Mamadou Saliou llegó a Barcelona desde Senegal en 2008. Tenía 16 años y acababa de dejar todo, incluida la escuela, para buscar una vida que nunca encontró. Gracias al apoyo de varias ong, volvió a estudiar y tres años después consiguió su primer empleo en una empresa de alquiler de bicicletas. Pero Mamadou no se quedó ahí, para nada.
En 2015 puso en marcha Una Barcelona diferente sobre ruedas. Se trata de una ruta turística en bicicleta por los rincones menos conocidos de la ciudad condal, esos donde no hay edificios emblemáticos ni estrellas Michelin, simplemente personas ayudando a otras personas.
“Les llevo a visitar a las ong que funcionan en Barcelona. Esas mismas que me ayudaron cuando yo llegué a España. Pienso que hay que sensibilizar a la gente sobre la importancia de su trabajo”. Su original ruta turística fue premiada el año pasado en los VII Premios Jóvenes Emprendedores Sociales que convoca la Universidad Europea de Madrid. El proyecto funciona y además proporciona recursos para la ong Diandé África, una organización fundada por el propio Mamadou con el objetivo de ayudar a escolarizar a niños en Senegal.
“Cuando una universidad te llama y te pide que des talleres porque creen que eres un referente como emprendedor, cuando algunas de las empresas más grandes de España te invitan a foros para hablar de tu experiencia delante de 400 personas, cuando vuelvo a mi país y los niños y las madres de mi barrio me abrazan y me dan las gracias… eso es triunfar”. Mamadou nunca llegó a ser futbolista, ni falta que le hace.
Fatimata, puente entre dos continentes
“Tanto el que viene como el que vive aquí debería optar por el autoempleo. Hay que cambiar el chip, dejar de esperar a que nos contraten y aprovechar nuestros conocimientos”. Son palabras de Fatimata Sogho. Esta emprendedora nacida en Mauritania supo sacar partido a su experiencia vital para poner en marcha su propia empresa, CanAfrik, un punto de conexión entre Canarias y África Occidental.
“Hay que cambiar el chip, dejar de esperar a que nos contraten y aprovechar nuestros conocimientos”, afirma Fatimata Sogho
Fatimata llegó a Las Palmas en el 99 para estudiar Ingeniería Informática de Sistemas. Durante la carrera tuvo diferentes trabajos pero ninguno le duró más de unos pocos meses. “Solo tenía trabajos temporales, no había opción de conseguir nada estable. Tenía ya más de 30 años y cada vez era más difícil. Por eso se me ocurrió hacer algo por mí misma”.
A principios de 2016 nació su proyecto con la voluntad de unir a empresas de una y otra orilla, ayudándoles a establecer relaciones comerciales entre ellas. “Mi idea vino a llenar un vacío que existía, ahora los empresarios pueden contar desde el origen con un conocedor de la cultura empresarial africana. Yo conozco los dos mundos”.
Cada vez son más los lazos comerciales que se extienden entre España y África Occidental, sobre todo en sectores como la alimentación, la energía solar, las infraestructuras o la construcción. Como explica Fatimata, “al ser países que están en vías de desarrollo necesitan muchas cosas. El futuro pasa por una relación cada vez más estrecha entre España y África”.
Agustín, el inventor del Bla Bla Car senegalés
Teranga es una palabra wolof que significa hospitalidad, pero Teranga Go! también es el nombre del proyecto de Agustín Ndour. Este senegalés afincado en Granada ha sabido conjugar los beneficios de la nueva economía colaborativa con las necesidades de las personas migrantes. Su idea es poner en contacto a senegaleses que quieran viajar a su país compartiendo coche. Una especie de BlaBlaCar entre España y Senegal.
“Muchos están aquí sufriendo porque no pueden volver, porque no tienen dinero. Mi objetivo es facilitarles la movilidad, ayudarles a conectar y viajar juntos para minimizar los costes”, asegura Agustín
“Me di cuenta de que un problema grave de las personas migrantes es el retorno. Muchos están aquí sufriendo porque no pueden volver, porque no tienen dinero. Por eso mi objetivo es facilitarles la movilidad, ayudarles a conectar y viajar juntos para minimizar los costes”. Un billete de avión hasta Senegal puede costar entre 500 y 600 euros, mientras que la gasolina del coche apenas llega a los 250. Su idea, además, no solo sirve para trasladar personas, sino también para enviar paquetes o mercancías. Incluso estudian ofrecerlo a turistas que quieran vivir una experiencia de viaje distinta.
El proyecto, que Agustín desarrolla con su socio español Gustavo Gómez, acaba de ser premiado en el Festival de startups organizado el pasado octubre por OuiShare, la mayor organización mundial de economía colaborativa. Como ellos mismos explican, a colaborativos no les gana nadie por dos motivos: por facilitar la cooperación entre viajeros, pero también porque parte de los beneficios de Teranga Go! se destinarán a proyectos sociales en Senegal.
“Los que emprendemos un viaje como migrantes ya somos emprendedores, tenemos un carácter abierto y trabajador, un espíritu creativo y de supervivencia”, afirma Agustín.
Khadim, pintura africana con sede en España
“Estaba harto de trabajar en malas condiciones y por eso decidí crear mi propia marca de pintura”, explica Khadim Seye
Las lluvias, el calor y la pintura no son una buena combinación. En climas húmedos como el de Senegal, Mali o Costa de Marfil el agua acaba casi siempre por filtrarse al interior de las casas y el color vibrante de las paredes no dura un asalto. Es aquí donde Khadim Seye vio su oportunidad. “En mi país casi toda la pintura viene de China. Es de mala calidad.
Deja pasar todo el agua y al cabo de un año las paredes se estropean, aparecen hongos”, cuenta este emprendedor senegalés.
Él conocía bien el sector. Había trabajado en la construcción durante años. Al venir a España sólo tuvo que aplicar lo que ya sabía. “Estaba harto de trabajar en malas condiciones y por eso decidí crear mi propia marca de pintura”. Se llama Betlux, es fabricada en España y, además de decorar, sirve para proteger las casas de la humedad interior y exterior. Su intención es exportarla a África Occidental donde, asegura, hay mucha demanda. “Ya tenemos una lista de clientes potenciales. Es una gran oportunidad de negocio, pero aún nos falta el dinero. Pienso que para las personas extranjeras es más difícil empezar de cero. Casi siempre nos cierran más las puertas”.
Es la barrera de siempre, la financiación. Aun así Khadim espera encontrar pronto alguien que confíe en su idea. “Mi sueño es poder crear empleo en Senegal. Muchos chicos están pensando en coger una patera para venir aquí, si tuvieran un trabajo digno se lo pensarían antes de jugarse la vida”.
Ndeye, un pequeño sueño en el corazón de Lavapiés
“Casi siempre se ha tratado a los migrantes de manera asistencial y nos hemos olvidado de que tienen unas habilidades emprendedoras increíbles”, insiste Nistal
No todo son grandes proyectos empresariales, la mayoría de las ideas que inspiran a los emprendedores africanos en España son negocios de lo pequeño, establecimientos familiares que ofrecen servicios de proximidad a vecinos extranjeros y españoles. Es el caso de Ndeye Mbaye, que en 2015 montó DSF Cosmetics, su propio centro de peluquería y cosmética en el barrio madrileño de Lavapiés. “Necesitaba tener un horario compatible con mis hijos y por cuenta ajena era imposible, por eso decidí trabajar por mi cuenta”. En su caso, lo difícil no fue conseguir el dinero sino aprender a desmadejar la maraña burocrática a la que se enfrentan los autónomos en España.
“La mayoría de las personas migrantes vienen de países donde han tenido sus propios negocios, están acostumbrados a emprender. El problema es que al llegar se encuentran con licencias, permisos, trámites y burocracia que no conocen”, explica Isabel Nistal. Ella es técnica de proyectos de Nantik Lum. Una fundación dedicada al emprendimiento inclusivo, o lo que es lo mismo ayudar a personas a salir de la exclusión a través de un negocio propio.
Su programa Confía se dirige específicamente a mujeres migrantes, por lo general las más excluidas. Entre ellas está Ndeye. A través del trabajo en grupo, les enseñan desde cómo gestionar facturas y listas de proveedores a cómo separar las cuentas del negocio y el hogar. También les facilitan el acceso al dinero a través de microcréditos progresivos a partir de 600 euros.
“Casi siempre se ha tratado a los migrantes de manera asistencial y, aunque es necesario, nos hemos olvidado de que ellos tienen unas habilidades emprendedoras increíbles”, insiste Nistal.
Menos trabas para una economía más diversa
La diversidad económica no es una amenaza, sino una oportunidad. Es lo que defienden asociaciones de autónomos como ATA y, sin embargo, el camino para los emprendedores extranjeros sigue estando lleno de trabas.
El principal problema es el permiso de trabajo. Actualmente, con nuestra Ley de Extranjería, si una persona inmigrante obtiene el permiso para trabajar por cuenta ajena, este no le valdrá si decide más adelante hacerlo por cuenta propia. Son licencias distintas y esto significa empezar con todo el papeleo prácticamente de nuevo.
Para que un emprendedor extranjero pueda trabajar por cuenta propia se le exige demostrar que dispone de recursos económicos suficientes para mantenerse durante un año: unos 532 euros al mes
“Tienen que iniciar un trámite que se puede prolongar por tres meses. En ese tiempo están perdiendo dinero. Es inviable”, critica Guillermo Guerrero, coordinador del área de extranjeros de ATA. Luego están los estrictos requisitos. Para que un emprendedor extranjero pueda trabajar por cuenta propia se le exige demostrar, no sólo que dispone de la inversión, sino también de recursos económicos suficientes para mantenerse durante un año. Unos 532 euros al mes.
Dicho de otro modo, para poder hacerse autónomos además de esperar tres meses, tienen que demostrar que tienen unos 6.390 euros en el banco. Algo que quizá muchos emprendedores españoles serían incapaces de acreditar. Por eso, desde ATA piden que se limiten las trabas y se establezca un permiso único de trabajo. También que se cree una ley de microfinanciación que facilite el crédito para todos.
El 8,7% de los autónomos registrados en España son extranjeros, pero podría haber muchos más. “Hay muchos que quieren trabajar por su cuenta, pagar sus impuestos y regularizar su situación, pero la administración no les deja. Es una pena que no se esté aprovechando este potencial. Ganaríamos todos”, denuncia Guerrero. En 2015 se dejaron de ingresar a las arcas públicas 189.491 millones de euros por culpa de la economía sumergida que, si bien es elegida por muchos, para otros sigue siendo hoy la única opción.
"Este reportaje ha sido realizado dentro del programa "Periodistas de Frontera", impulsado por el Instituto Panos para el África Occidental (IPAO)"
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