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Cruda vuelta a la rutina en Calahorra

La Delegación del Gobierno ha recibido 600 solicitudes de indemnización por daños en viviendas, locales y vehículos

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ETA pisó Calahorra el viernes. Llegó, atentó y se fue. Pero su presencia se dejará sentir en la mediana localidad riojana (23.700 habitantes) durante meses. Es el tiempo, así de impreciso, que tardarán los vecinos de las 60 viviendas afectadas por la onda expansiva. El plazo en el que se abrochará físicamente el impacto de la primera acción de la banda después de las elecciones.

Ayer, los inquilinos de los cuatro inmuebles más tocados por la explosión del coche-bomba volvieron a sus pisos para recoger más objetos personales. Para proteger los restos de sus casas del azote meteorológico. Para fotografiar mentalmente los destrozos. No estaba prevista la segunda visita –la primera fue el sábado–, pero la afluencia de peticiones forzó a voluntarios de Protección Civil a acompañar a los vecinos a sus viviendas, informa la agencia Efe.

Empapelaron con plásticos unas fachadas que ya no tienen cristales o persianas de parapeto frente al frío, la lluvia... y la nieve. Esto no es primavera, sino un frío invernal que incluso obligó a suspender la última procesión de Semana Santa de Calahorra, que hasta ayer no había parado a pesar del atentado de ETA.

La misa de resurrección se quedó, pues, de puertas para adentro de la iglesia de los Santos Mártires, también afectada por la onda expansiva. En la homilía, el obispo de La Rioja, Juan José Omella, volvió a aludir a la irrupción de la banda: “Por mucho que se empeñen en destrozarnos la vida y sembrar la muerte en nuestra sociedad nunca podrán con nosotros porque Cristo venció a la muerte”. La trabazón con el Evangelio entraba con calzador, y no más.

Más escombros

Los trabajos de limpieza tampoco se interrumpieron. Los propietarios de viviendas y locales comerciales colaron de entre los escombros los enseres personales. También los bomberos retiraron restos de la fachada posterior de la casa cuartel de la Guardia Civil junto al que ETA hizo estallar el coche bomba cargado con al menos 70 kilos de explosivos. Así, se evitaba la caída de más cascotes a los peatones y vehículos que ya transitan por la calle del General Gallarda.

La salvación del cuartel –que no ha sido el inmueble más afectado– será, en todo caso, provisional, puesto que estaba previsto su traslado tiempo atrás por su antigüedad.

Mientras, crecen las peticiones de indemnización por daños a vehículos, viviendas y locales llegadas a la oficina montada por el Ayuntamiento de Calahorra. Según el comunicado que ayer emitió la Delegación del Gobierno de La Rioja, se han recibido 590 instancias. Es decir, 100 más que las registradas hasta el sábado.

La cifra aún puede ensancharse. Todavía está pendiente el recuento oficial de los técnicos y los responsables de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Ministerio del Interior.

La vuelta a la normalidad es cruda. Decenas de vecinos han perdido por varios meses su negocio. O su vivienda. Su único techo es el espacio reservado para ellos en los dos albergues municipales.

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