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CiU se pone por primera vez en fuera de juego en Catalunya

El electorado contempla como Mas, ya con el mono de candidato, se desmarca de la financiación

FERRAN CASAS

Miquel Roca alumbró, desde la incipiente Minoría Catalana, la Constitución de 1978. En paralelo, en Sau, se redactó un Estatut que CDC y UDC no dudaron en apoyar. En los noventa y principios de la actual década, Jordi Pujol pactó con González y con Aznar hasta tres modelos de financiación. En 2006, Artur Mas se retrató con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa haciendo posible un nuevo Estatut. Hasta ahí.

Uno de los grandes objetivos del Estatut era dotar a Catalunya de un sistema de financiación “justo”. El pacto con el Estado y el resto de autonomías llegó el miércoles. CiU no podía firmarlo porque era un asunto de gobiernos pero, después de ponderar razones, cargó sin contemplaciones contra un acuerdo que reduce en 1,7 puntos el abultado déficit fiscal catalán.

Era un no pensado al que Mas se abocó tras su escalada verbal. A lo largo de los últimos meses, el PSC contabilizó once cifras diferentes de CiU sobre cuál debería ser la aportación extra. La última proclama, a finales de junio, fue que “nada por debajo de 5.000 millones” sería aceptable. Finalmente, si la economía evoluciona moderadamente bien, serán más de 4.000. Pocos pensaban hace unas semanas que de los poco más de 2.000 millones ofrecidos por Pedro Solbes a finales de 2008 se acabaría en el doble por obra y gracia de un PSC que aguantó el pulso al Gobierno y de una ERC que echó el resto en el sprint.

La decisión de CiU tiene que ver con las elecciones catalanas, que con el tripartito fuera del atolladero nadie duda que serán a finales de 2010. Rota la unidad con el presidente Montilla en otoño, Mas afirmó antes de conocer nada del modelo que diría “no” para tener “las manos libres”. Su intención es concurrir con una oferta clara: mejorar una financiación “ilegal” que incumple el Estatut.

Para reabrir el asunto, deberá ser president pactando con el PP o con ERC, puesto que un gobierno en mayoría absoluta parece fuera de su alcance. Y, además, deberá usar la “palanca” de CiU en Madrid. Sus 10 diputados son los únicos capaces de garantizar por sí solos estabilidad al PSOE, que goza por ahora del exiguo apoyo catalán de ERC e ICV.

Futurología al margen, el enroque de CiU tiene dos consecuencias inmediatas: deja con poco o nulo margen a Josep Antoni Duran i Lleida en Madrid, mientras el tripartito apoye a Zapatero, y aparta a la federación de la centralidad en Catalunya. Le cede el puesto al PSC e incluso a ERC, a quienes las críticas del PP refuerzan de forma extraordinaria. Los convergentes han intentado en los últimos meses hurgar en la inestabilidad de los republicanos y en sus entornos para abocarlos al “no” y, en consecuencia, a un nuevo fracaso del tripartito.

En la pérdida de centralidad de la federación, que ha atraído a sectores independentistas que difícilmente tendrán incidencia alguna si recuperan el Govern, han actuado como catalizadores decisivos los agentes sociales, que han apoyado el pacto forjado por el conseller de Economía, Antoni Castells. Mas acusó a las patronales de estar “a favor de cualquier acuerdo” y dirigentes de su partido se han referido a la Cámara de Comercio de Barcelona, que al igual que ERC puso el listón en 3.800 millones, como “portavoz oficioso de Castells”.

Ayer, mientras CiU negaba credibilidad a las cifras del Govern, Duran admitía “dificultades” para hacer entender su posición. Jordi Pujol, que en abril llamó, sulfurado, al plante desde las campas donde se celebraba la fiesta de CDC, opta por el silencio.

Para descalificar lo pactado, CiU contrasta el documento que aprobó el Consejo de Política Fiscal y Finaciera el pasado miércoles con las objeciones que, en enero, el conseller Castells presentó a la primera y última propuesta de Solbes. Aquel documento es ahora la Biblia, pero en su momento fue presentado por Quico Homs, responsable de la federación en temas de autogobierno, como la antesala de “un fracaso” dado que entraba en el “juego de las rebajas” del Gobierno.

La federación cuestiona que Catalunya no vea alterada su posición en el ranking después de ser solidaria y pone el grito en el cielo porque se escamotea bilateralidad. “La bilateralidad sólo existe cuando ellos la ejercen”, afirma socarrón un líder del ahora central tripartito.

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