Un hombre amenaza con matar a su mujer cuando le recrimina que no ha recogido la ropa. Un matrimonio se pelea en presencia de sus hijos, que observan la escena llorando. Una pareja se lanza insultos entre gritos... Podría ser real, pero esta vez, afortunadamente, son dibujos. Así perciben Elvira, de 11 años, Laura, de 10, y Emilia, de 9, la lacra machista. Una lacra que comienza en la escuela, a veces disfrazada de bullying –acoso escolar–, y que revela que la violencia tiene género, según un estudio de la Universidad de Huelva.
La investigación, titulada Análisis de la violencia hacia las niñas en la escuela primaria, revela que la mayoría de los agresores son niños y la mayor parte de las víctimas, niñas. “En las entrevistas en profundidad hemos comprobado que ellas van asumiendo desde niñas el rol de víctimas, tienen que ser sumisas; mientras que los niños, ante un problema, responden: pego a quien sea”, explica Emilia Moreno Sánchez, directora del trabajo.
Hay casos, muy contados, en los que ellas son las agresoras. “Aquí el rol que asumen las niñas es masculino, responden mediante la fuerza”, aclara. Y concluye: “El bullying, por tanto, también tiene género”.
¿Cuáles son las causas de que la violencia germine en la escuela? La familia asume la mayor responsabilidad. “Los niños más violentos y las niñas más sumisas suelen provenir de hogares desestructurados”, afirma la directora del estudio, centrado en una muestra de primero a sexto de primaria en Huelva extrapolable a toda España.
La influencia de los medios de comunicación es también indiscutible. Según la investigación, los dibujos animados preferidos de los niños son Los Simpson, Doraimon y Shin Chan. Y ven, por ejemplo, que el padre de Shin Chan, que llega borracho a casa, trata como un ser inferior a su madre. O que Homer agarra por el cuello a Bart de forma violenta. “Los niños aprenden que para lograr lo que quieren, tienen que pegar al otro y esto es lo que tiene que evitar la familia”, aclara la profesora.
¿Cómo? Sánchez Moreno es consciente de que los padres no pueden controlar todo lo que ven sus hijos: “Pero sí pueden compartir algunos momentos con ellos, haciéndoles ver que lo que hace Bart son barbaridades”, remacha.
En este contexto, el grupo de investigación cree fundamental una asignatura como Educación para la Ciudadanía (EpC): “Educar para formar a la ciudadanía obliga a incluir la perspectiva de género en la educación y cuestionar las construcciones culturales, sociales e históricas que determinan lo masculino y lo femenino. Estas construcciones asimétricas establecen las relaciones de poder dando lugar a la subordinación y la discriminación de la población femenina”, escribe Emilia Moreno, junto al profesor Enrique Vélez González, en un artículo publicado por la Red de Investigación Acción Colaborativa.
La tercera sentencia andaluza contra EpC anula expresiones que hacen referencia a la discriminación por razón “de género” en vez de la constitucional “de sexo”. Pero, ¿qué ocurre con la violencia de género?, ¿es también inconstitucional hablar de ella en la escuela? A tenor del estudio, no sólo se ajusta a la ley sino que es más necesario que nunca. “Para evitar situaciones violentas en los hombres, hay que empezar por educar a los niños y tratar de no relativizar situaciones conflictivas alegando que son cosas de niños”, sentencia la profesora. La violencia machista, desde luego, no lo es.
Internet y los móviles
Las primeras conclusiones del estudio elaborado por el Departamento de Educación de la Universidad de Huelva revelan también la influencia de las nuevas tecnologías. Internet y los teléfonos móviles con cámaras han creado una nueva figura: el observador. Se trata, según la profesora Moreno, de un espectador que prefiere mantenerse al margen del conflicto pero que, en algunos casos, su función es jalear.
Inmigración
El grupo de investigación también ha centrado una parte del trabajo en el estudio de la interculturalidad. Según los testimonios de los niños, no existe una relación -ni directa, ni indirecta- entre inmigración y violencia. 'La investigación no ha encontrado señales de racismo ni de xenofobia', señala la profesora Emilia Moreno.
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