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Kleber Mendonça Filho: "En Brasil la atrocidad empieza a normalizarse. Es aterrador"

Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles (La Aventura Audiovisual)
Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles (La Aventura Audiovisual)

La nueva película del cineasta, codirigida con Juliano Dornelles, Bacurau, es un western distópico, brutal, atrevido y altamente político, ambientado en un futuro muy próximo y que destila la esencia del cine de John Carpenter.

El estado de Maranhao, en el noreste de Brasil, ha sido el primero del país en adoptar medidas de confinamiento total de la población. Ha sido un acto de desobediencia. Uno de los estados brasileños más pobres ha ignorado la insistente recomendación del presidente Jair Bolsonaro de que solo se queden en casa adultos mayores y poblaciones de alto riesgo. Es la resistencia de las comunidades olvidadas. La misma que retrata el cineasta Kleber Mendonça Filho en su nueva película, Bacurau.

Codirigida con Juliano Dornelles, habitual director de arte de las películas de Mendonça Filho, la película es un western ambientado en el Noreste de Brasil, en un futuro muy próximo. Es una distopía feroz y audaz, cargada de inteligente sarcasmo, lisérgica, premeditadamente directa y muy poco sutil, con la que se rinde un fascinante y, felizmente, nada austero homenaje al cine de John Carpenter. Bacurau es una bomba política con la que te lo pasas en grande.

La invasión del país por parte de EE.UU. y Europa, el desabastecimiento de agua de los estados pobres, la corrupción política, la esclavitud sexual, la espeluznante realidad de los cazadores de hombres, la mirada despreciativa y clasista hacia las comunidades aisladas y con menos recursos… todo está en Bacurau, donde sus habitantes comprenden que algo malo está pasando cuando se dan cuenta de que están desapareciendo del mapa.

Premio del Jurado del Festival de Cannes, Premio a la Mejor Dirección, Premio de la Crítica y Premio del Jurado Joven en Sitges y Premio a la Mejor Música Original en La Habana, la película ha mutado en estos últimos tiempos. El proyecto, en el que los directores han trabajado los últimos diez años, adquiere un indeseado realismo ahora con Bolsonaro en el poder. Prevista para su estreno en cines en España, la crisis de la Covid-19 ha obligado a presentarla online. Llega ahora a Movistar, Filmin, Rakuten y Vodafone. Con motivo de ello, el cineasta Kleber Mendonça Filho habló por videoconferencia con Público.

La historia de la película parte de una clásica situación de abuso de poder, pero ¿podría decirse que ustedes han hecho una película sobre la resistencia?

Sí. La idea de resistencia es increíblemente clara en una situación dramática y es una posible respuesta de la sociedad. Creo que la sociedad por naturaleza es injusta. Mira Rusia o EE.UU., Brasil, Europa… están viviendo situaciones que son muy fuertes, grandes dramas. Mis películas presentan situaciones muy simples donde la gente se enfrenta a algún tipo de conflicto y proponen un debate. Bacurau también tiene una interpretación muy personal sobre las comunidades a las que el gobierno nunca va, a las que no se acerca nadie, son comunidades que injustamente no existen para ellos. En esas poblaciones la gente trabaja y hacen las cosas según sus propias reglas. Ahí están también las favelas de Brasil, pequeñas comunidades que viven situaciones extremadamente complejas, sobre todo hoy con la pandemia y este gobierno.

¿Quiere decir que están prácticamente obligados al autogobierno?

¿Cómo tiene que funcionar estas pequeñas comunidades de una manera digna? Actuando fuera de la ley. Y eso para mí es una manera fantástica de resistencia. Al principio de la película vemos una mujer que llega a la comunidad de Bacurau con una maleta con cosas, son medicamentos, muy importantes para la salud de la comunidad. No queda claro, pero los ha robado del hospital porque eso es lo que tiene que hacer. Para mí esa es la verdadera idea de la resistencia.

Eso es lo menos extremo de todo…

Por supuesto, en la película hay situaciones más dramáticas porque esta película es un western. Volvemos a una clásica historia de pequeñas comunidades donde la reacción de la gente se convierte en una reacción política. Así, toda la situación se convierte en un drama político en la película, la idea de la resistencia viene de personas que dicen "no me hagas esto a mí", ¿por qué me estás haciéndome esto? Eso es exactamente lo que se pregunta la gente particularmente ahora, con la pandemia, en Brasil y en EE.UU., ¿por qué estás haciéndome esto a mí?

Empezaron a trabajar en ‘Bacurau’ hace diez años. Con Bolsonaro y Trump, ahora es otra película. ¿Qué siente ante esto?

La verdad, cierta satisfacción. Creo que el secreto de la película es que la hicimos con mucha honestidad, expresando el sentimiento auténtico de cómo vemos Brasil, no solo a los políticos, sino la forma en que ha funcionado el país a lo largo de la historia y en la política. Y hemos sido honestos retratando cierta atmósfera que nosotros entendemos que es real. En Bacurau confrontamos el Noreste de Brasil con el Sur, donde históricamente ha estado la clase económica y dominante del país. El Noreste es una de las regiones en las que Bolsonaro nunca piensa y la desatiende y eso se refleja no solo con la pandemia, sino con todo en la vida, es un panorama muy complicado. Son comunidades aisladas.

Cuando habla de la forma en que ha funcionado el país a lo largo de la historia, ¿quiere decir que se siguen repitiendo malos hábitos?

Sí. Hemos visto que el modus operandi hoy ha vuelto a lo mismo que hace siglos y lo hemos reflejado en la película. En la Historia, Brasil ha repetido tendencias. En la película hemos hecho un buen trabajo de observación, pero esa habilidad de predicción en realidad se debe a que hemos basado la predicción en lo conocido y heredado. Hemos mirado al pasado para analizar los actos y las reacciones que se han producido y, por cierto, hemos comprobado que ha habido una respuesta increíble de resignación. En la película hemos traído esas cosas del pasado al futuro. Pero debo decir que nunca hemos forzado nada, lo que ocurre es que ahora lo que pasa es muy extremo, es algo que es muy difícil de creer.

Hay una escena en la que en la televisión van a emitir ejecuciones en directo, ¿ese el posible Brasil del futuro próximo?

Creo que las ejecuciones y la violencia han sido parte de este país durante 500 años. Es verdad que nosotros no tenemos ejecuciones en directo en televisión, esto es lo que separa una distopía cinematográfica de una observación de la realidad para un documental. Y espero que no lleguemos a tener ejecuciones en televisión, pero es verdad que muchas cosas que aparecen en la película no eran posibles hace cuatro o cinco años, cuando estábamos con el guion y en Brasil había una democracia real. Eso da mucho miedo, porque el nivel de lo absurdo crece cada semana y la atrocidad comienza a normalizarse. Es aterrador. Hace cinco años no hubiéramos aceptado muchas cosas que se consideran normales hoy, eso es muy peligroso. Con Donald Trump la situación en EE.UU. es similar.

Hay mucha violencia en la película y por parte de los habitantes de Bacurau es inevitable si quieren sobrevivir. ¿Ha llegado el tiempo de la revolución?

Vuelvo otra vez a mirar la historia. Por ejemplo, el gueto de Varsovia, que es un momento increíblemente dramático en la historia de la humanidad, donde empezó la persecución de los judíos por los nazis. A la gente se la confinó en una parte de la ciudad y allí se dieron cuenta de que estaban masacrándolos poco a poco y la situación se fue volviendo más y más violenta, y en ese momento decidieron luchar, lo que es una reacción completamente comprensible dadas las circunstancias. Este es solo un ejemplo. Yo hago películas, escribo historias, no soy un hombre que cogería un arma, ese no soy yo. He tenido solo una vez en mi vida un arma en la mano, en un set de rodaje, en 1996, y no estaba cargada. La cogí y solo dije: “¡Oh! es muy pesada”. Pero mis películas se informan en la historia y espero que tengan sentido desde un punto de vista histórico y social. La reacción a este tipo de abusos es la reacción de unas personas contra la gente que les ataca. Y en la película está muy claro, transparente, el porqué la comunidad hace lo que hace.

Por eso decía que es inevitable…

En la película hay dos cosas para nosotros que eran muy importantes en el desarrollo de la historia y para el sentimiento real hacia esta comunidad. Una de ellas es el museo que hay en Bacurau, porque imagina que Bacurau hubiera tenido armas todo el tiempo, no hubiera sido lo mismo que queríamos contar. Ellos pusieron hace tiempo las armas en el museo, lo que quiere decir que no las usan, pero probablemente vengan de una historia de violencia. La otra cosa es que al final de la historia no hay celebración, no hay fuegos artificiales y alcohol, la gente de hecho está muy triste ante la tragedia y eso es muy importante para mí. Hay una película documental fantástica sobre Leningrado, Blokada, de Sergey Loznitsa, de 52 minutos. Al final de la película, los alemanes han capitulado y la ciudad es libre. Hay una magnífica escena de celebración, hay fuegos artificiales, todos salen a la calle, los niños, las mujeres, los hombres… es precioso. Pero no es la última escena de la película. En la última, hay unos camiones enormes y cientos de personas que meten a los alemanes dentro de ellos. Se ve cómo la gente les pone cuerdas alrededor del cuello y los camiones arrancan. Todos esos soldados alemanes han sido colgados. Ese es el final de la película. Es muy fuerte. Puedo entender la celebración al final de la guerra, aunque el final de esa guerra no era para celebrarse mucho teniendo en cuenta o que ocurrió a millones de personas.

La decisión de Loznitsa en esa película, como muchas de las suyas en ‘Bacurau’ son políticas. ¿Es posible, en este mundo, hacer cine que no sea político?

Para contestar rápido diré que creo que es imposible escribir una buena historia sin ser político. Pero puedo darte un ejemplo muy interesante de ahora mismo. Una persona me ha enviado un guion, cuando presenta a un grupo de nuevos personajes los describe diciendo lo que hacen, pero para mí lo principal es comprender por qué hacen lo que hacen y eso no está en el guion. Si tú explicas ese motivo, se convierte en una película política. Es un problema cuando la gente desarrolla historias en las que no admite el aspecto político que hay en ellas.

En Bacurau, cuando vemos a los dos motoristas yendo hacia Bacurau desde Sao Paulo y Río, nos damos cuenta de cómo es Brasil y qué divisiones existen en el país. También se ve la supremacía blanca de Brasil y luego, cuando están con los europeos, uno les dice que ellos nos son blancos. Orta vez, supremacía. Eso es político. Para mí es imposible evitar los aspectos políticos de una historia. Todo se convierte en política. Yo he sido periodista, ser periodista es imposible sin envolver de política cualquier asunto.

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