madrid
El Fondo Mundial es el mayor organismo internacional de lucha contra el sida, la malaria y la tuberculosis. Tiene el objetivo de acabar con las tres enfermedades infecciosas en 2030, en cumplimiento con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2015. Sin embargo, esto está ahora en riesgo por la pandemia de la covid-19. El Fondo Mundial acaba de publicar un informe en el que se analiza el impacto de estas tres enfermedades en 502 centros de salud de 32 países de África y Asia. Françoise Vanni, directora de relaciones externas del Fondo Mundial, explica en una entrevista a Público la situación tan preocupante: los programas de prevención del VIH han descendido un 41%, los diagnósticos de malaria un 31% y los cribados por tuberculosis un 59%. Las consecuencias pueden ser terribles. Al diagnosticarse menos, subirá la incidencia de las tres enfermedades y, a largo plazo, la mortalidad puede llegar a duplicarse.
En los últimos años el Fondo Mundial ha ganado peso, ¿cómo es el trabajo y cuáles son los resultados?
Fue creado hace 20 años como una coalición de personas que se negaban a aceptar que la gente siguiera muriendo por VIH, tuberculosis o malaria. Nos unimos con instituciones con la voluntad de poner fin a estas tres epidemias. En 20 años hemos salvado 38 millones de vida. Esto se consigue porque no decidimos lo que hay que hacer desde Ginebra: son los expertos de cada país los que dicen cómo hay que luchar contra estas enfermedades. Es decir, funcionamos como un canal que recauda todos los recursos de los donantes públicos y privados. Y, gracias a estos recursos, trabajamos con expertos y asociados con el fin de salvar vidas y erradicar las epidemias.
¿Cómo ha afectado la pandemia de la covid-19 a la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria?
Hay muchos efectos directos e indirectos y a corto y largo plazo. El inmediato ha sido que, a raíz de los confinamientos y las restricciones de movimiento, hay más dificultades para acceder al centro de salud, a los tratamientos o a la asociación que trabaja en la prevención de un enfermedad en un barrio. La parte buena de este tiempo es que todos los países y actores locales se han adaptado. Por ejemplo, distribuyendo mosquiteros: ya no puede hacer una distribución colectiva, ahora se hace puerta a puerta.
Los programas de prevención de VIH han bajado un 41%, los cribados de tuberculosis un 59% y los diagnósticos de malaria un 31%
Preocupan más los efectos a medio y largo plazo. En nuestro último informe hemos analizado los impactos concretos en los programas de prevención del VIH, la tuberculosis y la malaria en más de 500 centros de salud de África y Asia.
Son datos del segundo y tercer trimestre de 2020 que hemos comparado con los de 2019.
Los programas de prevención VIH han bajado estrepitosamente, las pruebas de diagnóstico un 41%. Si bajan los programas de prevención, sube la incidencia y, a largo plazo, posiblemente veamos un aumento de la mortalidad. Esto es terrible pero es matemático.
Sobre la tuberculosis hemos visto que los cribados, cuando los pacientes son sospechosos de tener la enfermedad y son remitidos al siguiente paso de diagnóstico y tratamiento para evitar que la siga desarrollando y contagiando, han bajado un 59%. Es muy preocupante porque es una enfermedad muy contagiosa y que afecta a muchas personas marginadas y muy vulnerables. En el caso de la malaria también se ha detectado que los diagnósticos se redujeron un 31%.
Esto nos hace pensar que, en muchos países, vamos a ver una incidencia y una mortalidad mayor por el efecto indirecto de la covid que por el efecto directo. Es decir, el efecto indirecto posiblemente sea mayor, más grave y a más largo plazo.
¿Cómo puede aumentar la mortalidad de las tres enfermedades?
El año pasado la Organización Mundial de la Salud, el partenariado contra la tuberculosis y su equivalente contra la malaria, sacaron unos modelos. Dijeron que, posiblemente, la mortalidad se podría hasta duplicar por el efecto indirecto de la covid. El efecto hasta ahora no ha sido tan dramático porque hubo capacidad de adaptación. Sin embargo, todavía no tenemos datos. Los datos consolidados de salud publica llegan al año siguiente. Tenemos modelos y sondeos, pero no tenemos la foto completa.
¿Afecta a vuestro trabajo el retraso con los datos?
Es muy importante. Los países envían los datos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que los consoliden. A partir de estos datos, vamos ajustando los programas. Pero realmente es un problema que lleguen tarde. Nuestro trabajo tendría más impacto si tuviéramos datos actualizados y la pandemia de la covid-19 ha demostrado que se puede hacer. Estamos intentando empujar y acelerar en este sentido porque los últimos datos de las tres enfermedades son de 2019. Los datos de 2020 de VIH los deberíamos tener en verano. Los de tuberculosis y malaria, en otoño.
¿En qué enfermedad pueden ser más graves los impactos de la pandemia?
Como organización estamos preocupados por las tres, pero hay varios hechos importantes sobre la tuberculosis. Esta enfermedad, antes de la pandemia, era la que más mataba. Sin embargo, siempre ha sido la que ha tenido menos atención política y mediática porque parece que es una enfermedad del pasado. Esto hace que los avances para diagnosticar más rápido o sobre el tratamiento siempre se retrasen pese a ser muy contagiosa. Pero, además, el impacto de la covid es diferente porque la tuberculosis es una enfermedad respiratoria por lo que hay síntomas parecidos. Esto genera que pacientes de tuberculosis confundan sus síntomas con los del covid y no hayan sido atendidos o no hayan acudido al centro de salud por miedo o estigmas. Por último, ciertas herramientas para luchar contra la covid son las mismas que contra la tuberculosis como las pruebas de diagnóstico y, en ocasiones, se han dejado de utilizar para la tuberculosis por detectar covid. Y aquí es muy importante que no se deje ninguna enfermedad atrás.
¿Se están dejando atrás avances en investigación para enfrentar estas enfermedades con vacunas o tratamientos por encontrar la vacuna contra la covid?
La covid ha demostrado algo importante muy importante: si se quiere, se puede.
"El compromiso político es necesario también con enfermedades sin tanta atención como la covid"
Pero hay dos claves en este tema. No se sabe hasta que se encuentra: hace un año no se sabía si íbamos a encontrar una vacuna contra la covid-19. El hecho de que tengamos diferentes tipos es inédito porque nunca se ha podido desarrollar una vacuna en tan poco tiempo, y menos aún ocho vacunas. Hace un año estábamos trabajando en varios escenarios y uno de ellos es que no había vacuna. Por esto el segundo punto es: si no se busca, no se encuentra. Por esto el compromiso político con la inversión y la innovación con enfermedades que no tengan tanta atención es fundamental. Y esto lo queremos ver como una señal esperanzadora. Cuánto más se invierta, más oportunidades.
En los países ricos da la impresión de que el VIH, la tuberculosis y la malaria no existen, ¿la desatención puede convertirse a un problema a nivel mundial?
Hay dos elementos. Una enfermedad que está afectando a un lado del planeta, puede afectar al otro lado del planeta, y la covid lo ha demostrado. En el caso de la malaria, puede ocurrir, pero la probabilidad es poca. La tuberculosis antiguamente también era una amenaza mundial y, aunque ahora lo sea menos, sigue estando. Es un tema de seguridad mundial.
"No se puede aceptar que se muera gente por una enfermedad por estar al otro lado del planeta"
Pero la otra parte del argumento es más fuerte: la de la solidaridad. No se puede aceptar que muera gente por una enfermedad por estar al otro lado del planeta, más cuando es una enfermedad que se puede prevenir y curar. No es aceptable que dónde vivas determine si vives y cuánto tiempo. Nos fundamos con esta idea: no es posible que tengas tratamiento del VIH en España pero que en África te mueras.
¿Cómo están los centros de salud que habéis analizado? ¿Ha caído la atención? ¿Tienen materiales de prevención contra la covid?
La población va mucho menos a los centros de salud. Algunos no van porque hay orden de quedarse en casa, pero en muchos otros casos hay miedo a desplazarse por infectarse en el transporte publico o en el centro de salud. Pero también ha habido muchos centros cerrados porque no había trabajadores. El personal sanitario se ha adaptado para seguir atendiendo a los pacientes pese a las restricciones y a los miedos pero ha sido muy complicado, principalmente, porque no hay material de protección.
Solo un 45% de los 500 centros en los que hemos hecho el sondeo tenía las herramientas más básicas como mascarillas o geles hidroalcohólicos. Los trabajadores de más de la mitad de los centros pusieron sus vidas en juego: posiblemente pusieron en riesgo también la vida de sus pacientes y muchos han dejado de trabajar por miedo al contagio o se han infectado directamente. Son consecuencias terribles. Por otro lado, la capacidad de diagnóstico es muy limitada, sobre todo en África: solo en el 11% se hacen pruebas y con PCR solo en el 8% de los casos. La capacidad de diagnóstico es clave porque es lo que permite saber cómo evoluciona la pandemia y, mientras no sepamos cómo está pasando, la población será más vulnerable.
¿Cómo está siendo la vacunación en estos países más pobres?
En este tema hay que hablar de la importancia de la equidad porque tenemos que luchar todos contra la covid para dejar de estar bajo esta amenaza. Es importante la equidad en el acceso a las vacunas, en el diagnóstico, en los tratamientos... porque es la única manera de combatir de manera eficiente. El Fondo Mundial no está especializado en vacunas pero hay mecanismos puestos en marcha, basados en la solidaridad, para asegurar que los países de ingresos medio y bajo tengan vacunas. Es la primera vez que llegan vacunas a estos países tan solo unas semanas después de que lleguen a los países ricos. El otro lado es que no llegan las suficientes y que el retraso es muy grande en comparación con los países ricos.
¿Cómo ven la supresión de patentes de las vacunas, medicamentos y tratamientos durante la pandemia?
Nosotros creemos que hay que dejar todas las puertas abiertas para enfrentar una crisis excepcional. Hay que ser pragmáticos para ver cómo se puede responder más rápido. No somos dogmáticos. Estamos viendo cómo se puede acelerar la producción y la distribución para que haya más equidad. Pero creemos que debe haber un sistema voluntario, con licencias voluntarias. Aunque nosotros trabajamos más en prevención y tratamiento y no en vacunas. Las soluciones son diferentes para cada cosa.
¿Ha disminuido la recaudación que consigue el Foro Mundial?
Hemos recaudado el récord de 14 mil millones en octubre de 2019. Nos hemos visto afectados por la pandemia en todo menos a la recaudación de fondos. Nuestros donantes han sido muy conscientes de que su contribución es aún más importante hoy. La covid no hace que estas enfermedades sean menos graves o importantes porque todos los progresos están en riesgo. Los donantes están muy comprometidos, aunque atraviesen dificultades, porque saben que no pueden desatender una enfermedad para atender a la otra. Si pasara eso, habría más incidencia y más muertes.
¿Cómo está siendo la aportación de España al Fondo Mundial?
Desde 2019 vuelve a ser uno de nuestros donantes. Durante años, por razones presupuestarias, no contribuyó, pero ya antes había sido un gran donante. La contribución de España para la reposición de recursos de octubre de 2019 fue muy importante. El compromiso para los siguientes tres años (2020, 2021 y 2022) es de 100 millones de euros. Hay un calendario de pago y vamos bien. Y avanzamos también en el diálogo político y estratégico sobre cómo luchar de manera coordinada contras las tres epidemias.
Tras los efectos de la pandemia, ¿es posible alcanzar el objetivo de 2030 de erradicar el VIH, la malaria y la tuberculosis?
Antes de la covid estábamos ya preocupados por las trayectorias de las tres epidemias. Progresábamos más en reducir la mortalidad, algo muy importante, pero no tanto en incidencia. Es decir, sabemos mejor cómo salvar las vidas pero no hemos encontrado la llave para prevenir que enfermen. En 2019 dijimos que ya necesitábamos más recursos para cumplir porque el objetivo ya estaba fuera del alcance si se seguía el mismo camino. Para cubrir la brecha necesitábamos colaborar e innovar más. Ahora, con la covid, la brecha se está agrandando aunque no sabemos cuánto. Estamos trabajando en planes de recuperación y estrategias sobre la necesidad de financiación en un contexto covid y postcovid con el objetivo de llegar a ese logro en 2030. Pero no hay que ser ingenuos porque va a ser más difícil.
Más allá de la inversión, ¿qué se necesita?
No es tanto cuánta inversión se tenga, más bien cómo. Se necesita innovación porque con la tuberculosis no ha habido y esto puede cambiar la vida: más aparatos, más tratamientos, etc. También colaboración. En el caso del VIH lo que más ha fallado ha sido la prevención porque seguimos teniendo nuevas infecciones diarias, en concreto en mujeres jóvenes. Para atender este desafío necesitamos colaboración porque esto tiene que ver con la con violencia contra las mujeres, con la educación, y con muchas otros aspectos de la comunidad. Por esto, se necesita colaborar con las mujeres jóvenes, o con poblaciones vulnerables como trabajadores del sexo o personas que consumen drogas. Esto es clave porque nadie puede avanzar solo. Y, por ultimo, hay que poner a los afectados en el centro. Cuando uno diseña programas de salud pública, hay que escuchar y poner en el centro a las comunidades porque ellas saben lo que necesitan y saben cómo pueden funcionar las cosas. Nosotros lo hemos aprendido en estos 20 años de trabajo: tener a las comunidades en el centro de la campaña es clave.
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