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Actualizado:La cineasta salió con su familia el 20 de agosto de Afganistán en un avión francés. Ahora vive en Hamburgo y prepara su nueva película. Estos días está en Madrid como presidenta del jurado del Festival Cine por Mujeres, que ganó el año pasado con 'Wolf and Sheep'
En Afganistán, desde la llegada de los talibán, las mujeres dan a luz sin analgésicos y no reciben comida. Encerradas en sus casas reciben llamadas de desconocidos que las amenazan con llevarlas a la fuerza y casarlas con ellos. La inmensa mayoría de las escuelas del país están cerradas para las niñas. Las mujeres que trabajaron para los gobiernos anteriores, las juezas y fiscales han sufrido represalias y temen por su vida. Los talibán han ejecutado a algunas mujeres policías… Ha habido casos de suicidio entre las mujeres que no han podido huir del país, pero otras siguen saliendo a la calle a protestar. Esa es la vida de la que podido, afortunadamente, escapar Shahrbanoo Sadat.
Cineasta, hija de refugiados afganos, nació en Irán, pero la familia volvió a su pueblo cuando ella era adolescente. Convenció a su padre para matricularse en una escuela a la que solo iban chicos, se libró de un matrimonio concertado y con 18 años se marchó a Kabul. Debutó con un cortometraje, Vice Versa One, que la llevó a Cannes, donde poco después, en 2016 ganó el Premio Arte Cine de la Quincena de Realizadores del certamen con Wolf and Sheep. El año pasado se alzó con el Premio a la Mejor Película, por The Orphanage, en el III Festival de Cine por Mujeres. Ahora está en Madrid, es la presidenta del jurado de este festival, al que ha llegado después de pasar por el de San Sebastián.
Su vida a partir de ahora la hará en Hamburgo, donde existe la mayor comunidad de afganos en Europa y donde vive su productora, con la que prepara ya una nueva película. Shahrbanoo Sadat, sin embargo, confiesa que sigue en shock, que no está ni siquiera preparada aún para pensar que ha abandonado Afganistán, pero es consciente de que "más adelante tendré que enfrentarme a este trauma". En una charla en la Residencia de Estudiantes, donde se aloja durante su estancia en Madrid, esta cineasta habla de su situación, de cómo fue su salida del país, de su nuevo proyecto y no se muerde la lengua cuando se refiere a la retirada de EEUU de Afganistán o a la mafia que ha habido en la cultura de su país y que se mantiene.
¿Cómo fue su salida de Afganistán?
Sorprendente, porque no lo esperaba. Dos meses después no lo he procesado aún. Durante doce años yo he viajado mucho por el mundo y estoy bien, pero para mis padres, mi familia, ha sido muy duro. Había comprado un apartamento hacía poco y el 20 de agosto salí, cerré la puerta y metí las llaves en el bolsillo como todos los días. No he vuelto, no me llevé absolutamente nada. Eso, tal vez, hace que no tenga un sentimiento muy fuerte de que me he ido.
La embajada francesa fue quien la ayudó a salir a usted y su familia, pero ahora viven en Hamburgo ¿verdad?
No puedo hablar mucho de esto, sigo en shock. Supongo que pronto podré hablar de ello de otra manera. Estuvimos en Francia, pero decidimos ir a Alemania por varios motivos, sobre todo porque es el único lugar donde no tengo que pasar por un refugio. Si pasara por uno, no podría volver a Afganistán hasta dentro de ocho años. No estoy lista para esto. Salimos de allí en un avión de una aerolínea francesa y hemos tenido una combinación de apoyos.
¿Relacionados con el cine?
Sí. Una empresa francesa había comprado mi película y, por otra parte en Hamburgo vive mi productora. Además, allí está la mayor comunidad de afganos en Europa y eso es muy importante para mi familia.
¿Qué impacto cree que todo esto va a tener en su creación?
Va a afectar, seguro. No ahora, pero más adelante tendré que enfrentarme a este trauma. Por el momento llevo tres años preparando una comedia romántica que no tiene nada que ver con lo que pasa en este momento. Cada día me pregunta si este es el proyecto que debo hacer ahora.
¿Y qué se responde?
Me respondo que sí, porque necesitamos esperanza. No me veo bien haciendo una película trágica sobre Afganistán.
Hacer una comedia romántica también es un acto político ¿no?
Sí. Quiero contar cómo era Kabul antes de los talibán, en la democracia. Que una película de una directora afgana no tenga nada que ver con la política es muy político. Quiero mostrar a la clase media, a la mujer, a la juventud. Una película con color y con amor.
Sus películas siempre se han centrado más en lo cotidiano, ¿por qué?
Es lo que quiero hacer. En Afganistán no hay industria cinematográfica y a mí me parece muy importante capturar nuestra música, las costumbres, nuestra cultura, las tradiciones. Otros cineastas afganos que viven fuera del país, van allí a rodar o ni siquiera eso, son como turistas, no tienen lo que tengo yo.
¿La imagen que dan de Afganistán es muy real o no?
Bueno, viven fuera de Afganistán desde hace muchos años, algunos van de vacaciones un mes o unas semanas a rodar o nada. Ninguno conoce los detalles de la vida diaria. No solo no están allí, sino que tampoco conocen la historia de Afganistán. Están enamorados de una imagen, de un cliché, que es el que reproducen, y que tiene éxito en los festivales internacionales. Han convertido Afganistán en una especie de icono para el cine, incluso algunos afganos toman esas películas como referencia. Pero yo no quiero formar parte de ese círculo.
¿El círculo de cineastas afganos en el extranjero?
Sí, es como un club y todos son miembros de él. Sus películas solo enseñan víctimas, sufrimiento, desesperación… o gente normal convertida en héroes. Muestran Afganistán como el país de la guerra. ¡Por favor, no lo hagan más! No saben nada, no dicen nada fresco ni inspirador.
En democracia, la vida de una mujer en Afganistán ya era dura.
Sí. La democracia era muy nueva, solo tenía 20 años. Hemos tenido tres gobiernos corruptos. Pero la democracia avanzaba, aunque con un cambio lento, iba hacia delante. Ahora las mujeres ya no importan nada, las echan hacia atrás. Antes no era fácil para las mujeres, sobre todo en las zonas rurales, pero en las ciudades como Kabul había ventanas de democracia y era diferente.
Y como mujer cineasta ¿ha sido muy difícil para usted?
No, para las mujeres cineastas es muy fácil en Afganistán porque el trabajo no está acreditado como tal, así que yo no trabajaba y no era nadie, era invisible. Allí no hay industria, no hay competición y no hay discriminación porque ni siquiera te consideran. Podía aprovecharme de ser invisible. Solo los hombres tienen poder en Afganistán.
La sensación en Europa, a pesar de no haber industria, es que hay muchos cineastas afganos. ¿Es así?
No hay muchos, pero se siente como si los hubiera porque están en todos lados. La verdad es que se pueden contar con los dedos de una mano. Hay mucha mafia dentro de la cultura afgana. Tenías que ser parte de ese club, no importaba si eras bueno o malo creando, lo importante era formar parte. Durante los veinte años de democracia ha habido mucha inversión internacional para la cultura y la gente se aprovechó de ello. Hicieron ONG’s de supuesta ayuda a la cultura, pero lo único que les importaba era el dinero. Por ese boom de ayudas a la cultura es por lo que parece que hay muchos cineastas, pero no es verdad.
Francia dice que ha ayudado a salir de casi 300...
Francia dijo que había salvado a 270 cineastas. Pero si hay 270 cineastas, debería haber por lo menos 270 películas y no hay ni cinco. Desde luego yo no sé quiénes son. Yo he estado desde 2016 viajando con mi anterior película, he estado en Cannes, Venecia, Berlín... se nos ve.
¿Qué va a pasar ahora con las mujeres afganas?
Están en una situación muy muy difícil y se sienten solas y sin contacto. Allí todos, los hombres también, están buscando una forma de vivir, todos se quieren ir, no tienen dinero, no pueden acceder a sus cuentas bancarias, no tiene educación y los que sí la tienen, no van a poder hacer nada de nada. Todos se quieren ir porque nadie se ve viviendo bajo ese régimen.
¿Qué siente ante la retirada de EEUU de su país?
EE.UU. cree que Afganistán está destinado a lo peor. Después de veinte años peleando contra los talibán, ahora se hacen amigos de ellos y desvían la atención diciendo que el enemigo es Isis. Ahora dicen que hay que unirse para acabar con Isis. EE.UU. piensa que en Afganistán somos unos ignorantes y unos necios, nos han estafado. Entraron en el país por su propio interés y se fueron cuando quisieron. Lo de salvarnos ahora del terrorismo de Isis es una gilipollez.
¿Ha perdido la confianza en el apoyo internacional?
Ahora tengo una visión muy diferente de los derechos de las mujeres y de los niños, ahora sé que son solo una herramienta de los grandes poderes para jugar sus cartas.
¿Es consciente de que usted ahora es una voz que representa a la cultura que ha tenido que huir de Afganistán?
Sí, soy consciente, pero yo soy cineasta, aunque por el momento sea esa voz. Siento que tengo mi propia misión y mi responsabilidad. Ahora estoy en medio de algo raro desde hace dos meses y no sé si estoy preparada para ello. Mi forma de luchar y de resistir es a través de mi cine.
Pues hablemos de él, de esa comedia romántica. Creo que es una historia real y suya.
Sí, es mi historia. Una mujer cámara de un programa de cocina de televisión que en realidad lo que quiere es ser cámara de los informativos. Graba cada día cinco programas, pero sueña con grabar las noticias. Nadie confía en ella. Hasta que un día graba una noticia y conoce a un reportero. Se unen y juntos van por Kabul haciendo reportajes... y se enamoran.
¿El reportero es su pareja actual?
Sí y será el actor de la película. Ya era uno de los actores de la anterior. En esta película será protagonista. Es una película sobre una mujer luchando en un mundo dominado por los hombres. Y rodaré los interiores en Hamburgo y los exteriores en Túnez, Marruecos y tal vez, España.
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