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Entrevista a Eudald Espluga Eudald Espluga: "Debemos buscar soluciones políticas para resolver el malestar de los jóvenes y no seguir buscando soluciones químicas"

El filòsof Eudald Espluga analitza el malestar estructural dels millennials a 'No seas tú mismo'.
El filosofo Eudald Espluga analiza el malestar estructural de los 'millennials' en 'No seas tú mismo'. Cedida por la editorial.

El filósofo Eudald Espluga publica 'No seas tú mismo. Apuntes sobre una generación fatigada', donde señala al sistema económico y a la precariedad estructural que genera como principal responsable del agotamiento generalizado de la sociedad. Sin plantear soluciones mágicas, sí tiene claro que la respuesta debe pasar por la organización y debe ser colectiva.

El filósofo Eudald Espluga (Girona, 1990) hace un llamamiento a la organización y la acción colectiva para responder a un malestar cada vez más extendido y cuyo origen principal es un sistema económico profundamente injusto y desigual. En No seas tú mismo. Apuntes sobre una generación fatigada (Paidós), Espluga defiende que la precariedad y la falta de horizontes es lo que más determina la generación de los millennials, aboga por huir de la respuesta individual para abordar una cuestión que es estructural y señala el papel que desempeñan las nuevas tecnologías al hacer posible la constante búsqueda de la autooptimización que quiere el neoliberalismo. Partidario de cambiar los marcos mentales desde los que pensamos los problemas, también abre la puerta a "romper con el mito del amor al trabajo que ha impregnado todas las críticas al capitalismo". Nos encontramos con Espluga en el centro de Barcelona para hablar a fondo de una obra muy documentada, con citas constantes a otros autores.

El libro huye del tópico de presentar a los 'millennials' como personas hedonistas, narcisistas y poco comprometidas, para mostrar cómo seguramente la precariedad es el elemento que más les une y lo que mejor explica esta fatiga.

Intento alejarme de esa idea de narcisismo y fragilidad porque es como si por el hecho de haber nacido en un espacio y un tiempo determinados hubiera una serie de rasgos de carácter que fueran definitorios. Lo que quiero es ver una fotografía más general, que es esta situación de precariedad estructural, que afecta a todas las generaciones pero en el caso de los millennials tiene un mayor impacto, porque son generaciones que han vivido en crisis económicas perpetuas. Es esa falta de horizonte lo que determina los millennials, que habían heredado el relato de la cultura del esfuerzo y la superación, que se acentúa con el capitalismo de plataforma.

Como dice, los 'millennials 'viven entre crisis económicas. En algunos casos aterrizan en el mundo laboral durante la crisis financiera y cuando podían empezar a consolidarse, llega la pandemia. ¿Este contexto acentúa la falta de horizonte?

Sí, esa falta de horizonte marcado por la doble crisis es algo que está muy presente en obras como Al menos tienes trabajo, de Naiara Puertas. Analiza muy bien cómo esta generación hiperformada se encuentra con un contexto de crisis y de falta de oportunidades laborales y también venía marcada por la narrativa neoliberal del empresario de uno mismo, en la que la voluntad de autooptimización ya te venía marcada desde antes de salir de la universidad. En este sentido, me gusta lo que decía finalmente Mark Fisher, para quien tomar antidepresivos y vivir con esta fatiga constante ya era un ritual de paso que tiene que ver con esa precariedad de entrar en el mercado laboral y los malestares que comportaba, viene de serie.

Probablemente una de las últimas evoluciones del neoliberalismo sea esta presión constante para ser eficientes y productivos, en ámbitos que van mucho más allá de lo estrictamente laboral, como muestra constantemente en el libro.

Desde su propio nacimiento el neoliberalismo ya tiene una doble alma que implica eso. Lo intento explicar a partir de [Michel] Foucault, quien en las primeras teorías en torno a esta transformación económica y social ya afirma que no se piensa sólo como una pura intervención macroeconómica de privatizaciones, desterritorialización y deslocalización de empresas, sino que también se piensa como una conquista de los sujetos a través de esa narrativa de autoempresa. Por tanto, es importante ver que esto ya está ahí desde los inicios, una cosa sin la otra no funciona.

"Desde su propio nacimiento el neoliberalismo ya tiene una doble alma"

Lo que ocurre es que hasta el 2010 más o menos se había podido mantener la separación entre vida pública y vida privada, pero con el triunfo del capitalismo de plataforma esto se dinamita por completo y se borra esta diferencia. Y ya existe la posibilidad de esta autooptimización casi a nivel biológico de la propia existencia, del propio cuerpo y del propio metabolismo. Podemos pensar en las aplicaciones que te permiten regular las fases del sueño, en los relojes que te miden los pasos y calorías que quemas cuando caminas o vas a correr. Es esta constante parametrización de nuestra existencia que posibilitan las herramientas técnicas lo que permite llevar a la práctica el modelo de yo empresa, si bien ya era hegemónico antes.

Por tanto, ¿no es que la tecnología y los aparatos sean el problema por sí mismo, pero sí que juegan un papel determinante en la profundización del sistema?

Quería salir del paradigma del individuo consumidor y ver cómo estos aparatos tienen un impacto brutal en muchas esferas de nuestra existencia. No sólo tiene que ver con las horas que paso con el móvil, sino que tiene que ver con cómo ese capitalismo de plataformas al final son empresas que juegan en un mercado y lo que buscan es multiplicar su ventaja competitiva para aumentar los beneficios y eso lo hacen a través de los datos. Tendemos a pensarlo a través de la vigilancia, pero tiene otras muchas declinaciones. Por ejemplo, General Motors también es una empresa de plataforma que lo que hace son motores para aviones y también toma datos que le permiten tener mejores motores. O podemos pensar en AirBnb, que también es una plataforma y no sabemos de nadie que sea adicto, pero sí transforma nuestras ciudades, hace que suba el precio del alquiler, genera expulsión de los vecinos,... Las plataformas suponen una amplificación brutal tanto en la capacidad de parametrizar como en la transformación de nuestra vida, pero es importante romper con la idea de que lo digital forma parte de una cultura inmaterial de unos y ceros que sólo existe cuando abrimos el móvil y el correo.

De hecho, afirma que no se puede separar ya el online del offline.

Sí, pero en mucha de la crítica realizada en los últimos años se sigue pensando en esta cultura digital como algo inmaterial. Por ejemplo, me ha chocado mucho que Facebook, después de todos los problemas que tuvo con la justicia, lo que hace para reinventar la marca es volver a ese imaginario, casi de los años noventa, que es la idea del metaverso, donde puedes abandonar tu cuerpo físico para perderte ahí. Realiza un proceso de blanqueamiento de la marca recurriendo a metáforas que intentan difuminar la impregnación real que tienen estas plataformas en nuestra vida. Como si el metaverso fuera algo que ocurre en un universo paralelo y no con Facebook saqueando datos, interviniendo en elecciones, determinando qué se puede publicar y qué no, proponiendo bonus a determinados medios de comunicación para favorecer determinados formatos y contenidos. La implicación que tiene Facebook en nuestra vida no tiene nada que ver con el hecho de que podamos descorporizarnos y, por tanto, con esta distinción online – offline.

También dice que estamos en una era postfordista, en la que el trabajador ideal es aquél que ha interiorizado la hiperproductividad extrema. ¿Nos hemos convertido en proyectos de perfeccionamiento continuado?

Me gustaba seguir esta idea porque me servía para recoger cómo debíamos cambiar las metáforas con las que pensábamos la explotación. Aquí un elemento fundamental es ver cómo se pasa del modelo fordista a uno postfordista, según cómo lo analizan [Luc] Boltanski y [Ève] Chiapello en el libro El nuevo espíritu del capitalismo. Dicen que la explotación ahora se define por la imposibilidad de moverse y desplazarse. Lo analizan a muchos niveles, de entrada en un momento en que los capitales circulan sin cesar, las personas no pueden circular, o también existe la distinción de clase, en la que las más elevadas pueden moverse sin problemas, mientras que las demás personas siempre deben quedarse.

"Dicen que la explotación ahora se define por la imposibilidad de moverse y desplazarse"

A partir de esta idea de la movilización, creo que esto podría traducirse también en el modelo del empresario de uno mismo con la posibilidad constante de autooptimizarse, pero que este discurso tenga una traducción práctica y no sea sólo una forma de responsabilizarse de los propios fracasos. Y aquí es donde iba a la metáfora de la jaula de purpurina, para venir a decir que debemos dejar de ver la explotación como un proceso racionalizador, porque llegamos a un momento en que la propia jaula somos nosotros mismos y lo hemos interiorizado casi a nivel biológico.

¿Esta retórica del yo empresa y la autooptimización constante tiene futuro teniendo en cuenta la disonancia que existe entre lo que vende y la realidad precaria que encuentra casi todo el mundo?

Este discurso se aprovecha de la explotación de esa disonancia para hacerlo más válido. [La socióloga] Eva Illouz dice que la autoayuda funciona porque lo que ofrece son narrativas del yo para resolver estas contradicciones en las que vivimos en el día a día. En un momento en el que estás obnubilado y fatigado, cuando te encuentras con una narrativa que encaja con las narrativas sociales y te da un sentido y una dirección, como la retórica del emprendedor, hace que puedas seguir creyendo y seguir avanzando. Incluso cuando fracasas una y otra vez, porque el mismo discurso te dice que fracasas porque no te has esforzado lo suficiente, no porque sigas un camino equivocado o haya unos factores externos que te impidan alcanzar lo que estás intentando conseguir como emprendedor.

El libro no se queda en el análisis de la situación y en la crítica, sino que también aborda la propuesta partiendo de la base de que no se trata de cuestiones individuales, que se puedan responder desde el yo, sino que lo que hace falta es dar una respuesta colectiva, después de organizar políticamente el malestar. No deja de ser lo que se ha practicado durante siglos, ¿no?

Sí, claramente. Muchas veces cuando se ha hablado de esta sociedad del cansancio se ha hecho desde una perspectiva desmovilizadora y en ocasiones incluso reaccionaria, en el sentido de denunciar un sistema todopoderoso que te hace estar cansado, pero en el que tú no puedes hacer nada,... Temía caer en ello, aunque no ofrezco grandes soluciones o planteo las soluciones de toda la vida. Por ejemplo, ahora en Estados Unidos estamos viendo todo el tema de la gran renuncia, con muchos trabajadores que están dejando sus puestos de trabajo, pero también coincide con un pico en la creación de nuevos sindicatos. También lo podemos ver aquí con el Sindicato de Inquilinos, que da respuesta al capitalismo de plataformas.

En la idea de politizar el malestar, lo que creo que es importante es cambiar los marcos mentales desde los que pensamos los problemas y desde los que los enunciamos. Es importante realizar esta transformación y combatir cómo se tratan estos temas a nivel hegemónico. Ahora ha habido el auge de hablar de salud mental y de romper el estigma, que es muy importante, pero al mismo tiempo se ha producido en un contexto en el que también hay un aprovechamiento mercantilista de todos estos discursos, con la uberización de los servicios de salud mental y también con que las empresas adopten este discurso y haya campañas de marketing de grandes empresas que se permitan decir "todos deberíamos ir a terapia". Adoptando una mirada súper patológica sobre el malestar y no decir que el problema quizá sea de precariedad, que soy falso autónomo. Es necesario romper con este relato a nivel público, no verlo como un burnout individual que debes solucionar terapéutica o psicofarmacológicamente, hay que salir de los marcos de responsabilidad individual.

En esta rotura de marcos hace una reivindicación de cierto retorno al ludismo, en el sentido de que es necesaria una resistencia organizada y, sobre todo, poner el foco en el sistema que utiliza las máquinas para explotarnos, no quedarse en los aparatos en sí.

"Es importante plantearlo a partir de desmontar lo necesario estos dispositivos, no tanto alejarnos sólo de los dispositivos, romperlos o dejar las redes"

Claro, porque hace mucha gracia que parece que tengo ansiedad porque recibo un whatsapp de trabajo a las 11 de la noche o un correo a las 12 y les contesto. El problema no es el gmail en sí, es que tengas que contestar o que haya alguien en el trabajo que se sienta legitimado para enviar el correo. Lo que veo peligroso es que se piense justamente que el problema es la maquinilla y que la forma de afrontarlo sea "borrémonos de las redes sociales", "vamos al campo sin wifi",... Primero porque son soluciones que sólo se pueden adoptar desde una posición muchas veces privilegiada y, segundo, en un momento en el que se ha borrado la distinción online – offline es imposible escapar. Es decir, el precio del alquiler te seguirá subiendo igualmente, tengas o no teléfono y consumas o no Airbnb o Glovo, y seguirán dándose estas situaciones de explotación. Por eso es importante plantearlo a partir de desmontar lo necesario estos dispositivos, no tanto alejarnos sólo de los dispositivos, romperlos o dejar las redes.

Sobre las grandes tecnológicas plantea que, teniendo en cuenta su papel fundamental en el mundo actual, habría que regularlas mucho más o incluso convertirlas en elementos de titularidad pública. No parece un escenario cercano.

Sí, seguramente optar por nacionalizarlas sea casi un sueño imposible, pero sí existen muchas experiencias de creación de plataformas alternativas en las que todos los procesos de recogida y uso de datos sí son públicos. Aquí en Barcelona con Decidim se está trabajando todo esto. Sin embargo, en algún sentido son discursos que se han quedado en una especie de clúster de gente especializada o interesada en tecnología, que vigila más los datos y su seguridad como si fuera algo que sólo afecta a unos determinados grupos de personas, y una de las intenciones del libro es ver cómo nos afecta a todos. En la medida en que Facebook influye en las campañas políticas, no podemos pensar que los efectos de estas plataformas sólo tienen que ver con unos grupos determinados o que simplemente debemos vigilar nuestra intimidad individual.

El tipo de arraigo que tienen [las plataformas] en nuestras sociedades va mucho más allá de nuestra privacidad, de nuestros datos o de que si busco sobre mi perro en Google en dos minutos saldrá un anuncio... Este uso publicitario existe, pero incluso te diría que es de los menos importantes. Es mucho más importante Amazon Web Service, que al final es lo que permite casi todas las plataformas de compraventa online y que tiene un efecto real en toda estructura comercial y actividad económica.

También defiende en algún momento el derecho a la pereza y habla de la "guerra en el trabajo". ¿Eso cómo se puede articular en una sociedad como la nuestra?

Esto quería ser algo provocativo. Básicamente me interesaba plantearlo desde el derecho a la pereza, porque es de Paul Lafargue, el yerno de Karl Marx, para ver cómo incluso la crítica de izquierdas y marxista en la explotación siempre ha mantenido esta idea de respeto por el animal laborans, por el trabajo. Lafargue hace una crítica totalmente destructiva y defiende el derecho a la pereza y abre este hilo conductor para pensar una relación diferente con el trabajo, que hoy en día estirándolo mucho podría llevarnos a propuestas como la renta básica universal. Es decir, un modelo de existencia bajo un contrato social compartido en el que tener que trabajar para ganarse el pan no sea una necesidad, que puedas cumplir una función de cuidados, que al final es también trabajo, aunque no remunerado.

"Al final es replantear qué es trabajo y qué no, que esto la crítica feminista lleva décadas reivindicándolo"

Al final es replantear qué es trabajo y qué no, que esto la crítica feminista lleva décadas reivindicándolo. Desde un replanteamiento de lo que consideramos trabajo o no o cómo nos relacionamos con la división del tiempo en nuestras sociedades, también comento cómo las nuevas tecnologías no han servido para transformar, mejorar o equilibrar este reparto de tareas, sino que han hecho más extensas las jornadas laborales. Por tanto, una de las formas de pensar este derecho a la pereza es de entrada romper con ese mito del amor al trabajo que ha impregnado todas las críticas al capitalismo, y después abrir la puerta a otros imaginarios de vida digna que no pasen por el trabajo como algo definitorio del sujeto.

Para que no quede como algo nihilista, planteo la declinación de éste no hacer que plantea Martí Peran en Indisposición general. Ensayo sobre la fatiga, donde dice que no es un "no hacer", sino es un "hacer nada", porque el "no hacer" es la pasividad y el "hacer nada" es una forma de actividad que detiene las cosas. Al final una huelga es hacer algo para cambiar las cosas y, por tanto, debemos imaginar formas de "hacer nada" que puedan cuestionar estos imaginarios hegemónicos sobre el trabajo.

Más allá de insistir en esta necesidad de hacer visibles las causas de ese malestar, lo que no ofrece es un horizonte alternativo.

Sí, también por incapacidad y por mi propia limitación, porque no sé cuáles son las soluciones estructurales. Pero sí creo que es importante pensar en imaginarios en los que no seguimos buscando soluciones químicas, por así decirlo, para resolver este malestar, sino que buscamos soluciones políticas, en un contexto que será difícil porque hay un horizonte en el que probablemente estas ansiedades y estos problemas aumentarán.

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