zaragoza
"Parece que hemos tocado fondo y que la situación se está cronificando, a pesar de las medidas de protección social y a la mejora del empleo", advierte Thomas Ubrich, miembro del equipo de investigadores sociales de la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada). Anota que "pese a la reducción de los últimos datos, lo que estos reflejan es que se trata de un problema estructural con registros muy altos".
Se refiere al fenómeno de los trabajadores pobres, aquellos ocupados cuyos niveles de ingresos no les permiten salir de una situación de pobreza. Su umbral, que sería el 60% de la renta mediana, sitúa la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE (Instituto Nacional de Estadística) en los 10.088 euros brutos anuales para una persona que vive sola y en los 21.185 para quienes conviven en un hogar integrado por dos adultos y dos menores.
Los últimos registros sobre trabajadores pobres, correspondientes al ejercicio de 2021, se han conocido esta semana a través de esa encuesta, que los sitúa en un 12,5% de los ocupados si únicamente se tiene en cuenta el nivel de renta y que los eleva al 18,1% si se aplican los parámetros europeos, que incluyen otros factores.
En el primer caso, según resulta del cruce de esos porcentajes con las estimaciones de la media de trimestres de la EPA (Encuesta de Población Activa), el volumen de trabajadores que subsiste atrapado en la pobreza en España asciende a 2,47 millones, uno de cada ocho. Mientras, en el segundo se eleva a 3,57, dos de cada once.
El volumen de trabajadores que subsiste atrapado en la pobreza en España asciende a 2,47 millones
Ese volumen apenas ha variado en los últimos años, puesto que desde el inicio de la recuperación de la anterior crisis en 2014 y hasta 2021 se ha movido en una horquilla de 2,37 a 2,72 millones de ocupados. Con la excepción, obviamente, del récord de 2,74 millones de 2020, cuando el pico estuvo vinculado a los parones de la actividad por la pandemia y los confinamientos.
Los datos apuntan, efectivamente, a la consolidación, aunque con una ligera tendencia a la baja, de una bolsa de en torno a dos millones y medio de trabajadores pobres en el mercado laboral, una situación que se concentra entre quienes sufren una ocupación de baja intensidad por los huecos que generan en su vida laboral las ocupaciones parciales y las eventuales, y, en ocasiones, la combinación de ambos factores.
Cuando la crianza y la vivienda se convierten en lastres
¿Y ese fenómeno va a seguir evolucionando en esa misma dirección? Todo apunta a que sí. "La encuesta ofrece una perspectiva positiva pero parcial, ya que no recoge los frutos de la reforma laboral y la subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) ni tampoco los de la inflación de los últimos dos años", es decir, de mejoras salariales y de ocupación en los estratos inferiores del mercado laboral que se estarían viendo neutralizadas por el aumento de los precios y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, coinciden Ubrich y Francesco Marcaletti, profesor de Sociología del Trabajo en la Universidad de Zaragoza.
"Muchas personas trabajan un número insuficiente de horas o de periodos temporales, con lo que no consiguen superar ese umbral de la pobreza", señala el primero. Mientras, el segundo apunta a "la existencia de algunas turbulencias en el mercado laboral y en el de la vivienda como factores de cronificación".
Entre los primeros se encuentran "la falta de relevo generacional en sectores que pueden proporcionar empleos dignos". En el segundo se da una situación de pirámide demográfica invertida en la que "el 90% de los mayores de 65 años tiene una vivienda en propiedad". Esa ratio cae el 30% entre los menores de treinta años, un patrimonio cuyo traspaso del primer grupo al segundo en las próximas décadas por causas meramente biológicas provocará nuevas disfuncionalidades, advierte.
Las dificultades de acceso a la vivienda, que ya están interfiriendo de manera clara en la cobertura de empleos de temporada, y el esfuerzo que requiere la crianza se perfilan como dos de los vectores clave para la existencia de trabajadores pobres.
En ocasiones, la causa de caer en la pobreza es la necesidad de pagar los costes de crianza de los hijos
"En ocasiones, la causa de caer en la pobreza es la necesidad de atender los costes de crianza y de formación de los menores ante la falta de apoyos" institucionales, destaca Ubrich. Incluye esas dos causas junto con la inestabilidad en el acceso a la vivienda entre "los factores que vulnerabilizan un hogar", especialmente en el caso de las mujeres. Para ellas, la falta de apoyos para atender a sus hijos en sus primeros años de vida acaba derivando a menudo en "la imposibilidad de afrontar más horas de trabajo".
La consolidación de esa bolsa de 2,5 millones de trabajadores de ingresos insuficientes ha incluido en los últimos quince años a una horquilla de entre el 11,6% y el 14,8% de los ocupados en España. La media europea se situaba por debajo del 9%, con un 8,9% para el dato de 2020.
"Tres de cada cuatro españoles no presenta riesgo de exclusión"
La tasa resulta todavía superior, del 13,4% al 18,1%, si el riesgo de exclusión social se mide de acuerdo con los parámetros de la Estrategia Europa 2020, que combina tres factores. El primero, los ingresos inferiores al 60% de la mediana. El segundo, el hecho de vivir o no en un hogar de baja intensidad de empleo -que es aquel en el que los miembros de 18 a 64 años que no estudian ni están jubilados trabajan menos del 20% del tiempo que potencialmente podían (40 horas semanales)-. Por último, el grado de afección de siete variables de carencia material o social: como disponer de un coche o un ordenador, tener capacidad para afrontar gastos imprevistos, haber tenido retrasos en los pagos de suministros del hogar, sufrir pobreza energética o nutricional o poder irse de vacaciones una semana al año.
"La buena noticia es que tres de cada cuatro españoles no presentan riesgo de exclusión social y que esa cifra va aumentando, pero la mala es que el resto reúnen una o más de una de esas condiciones", explica Marcaletti. Matiza que ese 25% de la población "son personas con trabajo que viven en hogares en los que se da una o más de esas condiciones".
Dentro de estos, el grupo más numeroso lo integra el 13,6% de ciudadanos, casi uno de cada siete, con una renta escueta pero en cuyos hogares no hay baja ocupación ni se dan carencias materiales. Esto apunta a mujeres con jornadas parciales, jóvenes que no pueden emanciparse, adultos que lideran familias monoparentales y trabajadores de origen extranjero que subsisten en los estratos salariales inferiores como los principales grupos, que lo son, a su vez, de lo que se ha dado en conocer como el precariado.
No obstante, Marcaletti llama la atención sobre dos aspectos de esos parámetros. "Hay cruces de datos por tipo de hogar, pero no por tipo de vivienda, cuando disponer o no de una es un dato clave, y, al mismo tiempo, el baremo del 20% de ocupación hace muy difícil la valoración", señala. Al mismo tiempo, plantea si "un monitor de esquí que solo trabaja tres meses y medio está o no en una situación de riesgo"
Y, por otro lado, anota que "los expertos describen la exclusión social como un proceso, mientras que los datos de la estadística son estáticos y no permiten saber si va habiendo o no relevos en el grupo".
Las elevadas tasas de pobreza entre quienes han trabajado
Las tasas de riesgo son superiores a las de los ocupados en dos grupos de población que han dejado de trabajar, ya sea de manera temporal en el caso de los desempleados o de forma definitiva en el de los jubilados. Algo que pone sobre la mesa la existencia de averías, o cuando menos desajustes e ineficiencias, en los sistemas de protección y de previsión social.
En el caso de los desempleados, la pobreza afecta a algo más del 40% por niveles de renta y a más de la mitad si se aplican los parámetros comunitarios, mientras que entre los jubilados esas ratios se sitúan en el 15% y el 18%, respectivamente.
Los propios datos oficiales del Ministerio de Trabajo muestran cómo el pasado mes de marzo la cifra de desempleados que recibían un subsidio asistencial (906.678) superaba con claridad a la de quienes percibían una prestación contributiva (780.281).
Y también dejaban claro cómo la suma de ambos grupos (1,78 millones) deja fuera a más de un millón de los 2,86 millones de parados inscritos como demandantes de empleo.
En el caso de los jubilados, la extensión de la pobreza tiene su origen en el hecho de que casi la mitad de ellos se ve obligado a pasar el mes con menos de mil euros a pesar de las históricas subidas del último cambio de año.
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