zaragoza
Actualizado:La nueva reforma laboral comienza a generar efectos estabilizadores
en el empleo, un ámbito caracterizado desde hace más de cuatro décadas
en España por una clara tendencia a la precarización y a la temporalidad: la tasa de contratos indefinidos lleva tres meses en unos niveles que no había registrado en todo el decenio anterior, según los datos del SEPE (Servicio de Empleo Público Estatal), y del Ministerio de Trabajo, al haber encadenado sendos registros del 14,95%, el 21,94% y el 30,73% de enero a marzo, cuando lo habitual era que oscilara entre el 8% y el 11%, y llevar dos meses por encima de los 300.000 visados de ese tipo (316.841 en febrero y 513.677 en marzo), un volumen que no aparece en la serie.
La marca porcentual anterior estaba en el 14,76% de marzo del año pasado
mientras que la de volumen se encontraba en los 282.981 contratos fijos del
último noviembre, en el primer caso después de que los agentes sociales
retomaran las negociaciones de la nueva normativa laboral, suspendidas
con la pandemia cuando empezaban a estar hilvanadas, y en el segundo cuando comenzaban a estar encarriladas. Desde enero de 2013, solo en ocho ocasiones (de 108) se había llegado a superar en España la barrera de los 200.000 contratos fijos en un mes.
Hay otro dato especialmente ilustrativo del cambio que está suponiendo en materia de contratación la nueva reforma laboral, íntegramente vigente desde el pasado 30 de marzo: el millón largo (1.069.190) de contratos indefinidos visados en las oficinas de empleo de toda España entre el 1 de enero y el 31 de marzo, es decir, durante el periodo de transición o de adaptación a la nueva normativa, guarda un asombroso parecido con los 1.121.400 empleos eventuales que arroja como saldo, en términos de media anual de la EPA (Encuesta de Población Activa), el periodo de mayor creación de empleo con la anterior reforma laboral, cuando, entre 2013 (3,25 millones) y 2019 (4,37), el tejido productivo y comercial de España alcanzó unas cotas desconocidas de precarización del empleo a un ritmo vertiginoso.
De hecho, entre 2014 y 2016, en la fase inicial de la recuperación tras la crisis posterior al estallido de la burbuja inmobiliaria, el empleo eventual ocupaba más de la mitad de los puestos de trabajo que se iban creando en un país volcado en el sector servicios y, dentro de este, en todo lo relacionado con el turismo y la hostelería.
Era un crecimiento débil e inestable, tal y como demostró la pandemia, cuya crisis, pese a la rápida habilitación de mecanismos de protección social y empresarial como los ERTE y los avales del ICO, se llevó por delante medio
millón de empleos temporales y apenas 61.000 indefinidos.
El impacto había sido ocho veces más intenso antes de comenzar una nueva
recuperación en cuyo primer año la creación de empleo eventual sigue teniendo más peso que la del fijo, con una relación de 292.900 por 223.500, algo menos desproporcionada (56%/44%) que la de la década anterior.
No es un proceso de reemplazo, pero sí marca una tendencia
Obviamente, la similitud entre la magnitud que alcanzó la creación de empleo precario con la anterior reforma y en la anterior crisis y el actual ritmo de formalización y de conversión de contratos indefinidos, según el caso, no responde a un proceso de reemplazo en el que los nuevos fijos van sustituyendo a los antiguos eventuales. Entre otras cosas, porque "fijo" no equivale a "para siempre".
El aumento de los contratos indefinidos coincide con el aumento de la duración de los empleos eventuales
No obstante, las cifras sí dan pistas de por dónde pueden ir las tendencia del mercado laboral a partir de ahora y pese a las lagunas que presenta un cartapacio de normas en cuya elaboración prevaleció el consenso, y por lo tanto la renuncia a las posiciones iniciales por parte tanto de sindicatos como de patronales y de Gobierno, aunque, pese a ello, se cerró como la primera reforma laboral que, en cuatro décadas, revierte el proceso de precarización para mejorar la protección de la parte más débil de la relación laboral, que es la del trabajador.
El aumento de los contratos indefinidos coincide en el tiempo, por otro lado, con otra tendencia positiva como es el aumento de la duración de los empleos eventuales, que al cierre del mes de febrero, y según los datos del SEPE, se elevaba a 57,83 días, con marcas superiores al mes y medio (49,26) para los empleos por circunstancias de la producción y a los dos y medio (77,33) para los de obra y servicio.
Dos años antes, en el mes previo a la declaración oficial de la pandemia, las cifras respectivas eran 52,66, 46,8 y 62,37 días, es decir, cinco, tres y quince
menos que en 2022, en los tres casos con una ligera mejora en relación con
febrero de 2019 (53,43, 47,9 y 65,05).
"¿Va a aumentar la estabilidad laboral de esos trabajadores?"
"Veo esta reforma como un primer paso para la transformación de la
cultura empresarial española de la contratación laboral, que se caracteriza por un miedo atávico al contrato indefinido", explica Vicente Lafuente, profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Zaragoza, quien, no obstante, se muestra "crítico" con algunos de sus aspectos.
Esta reforma puede ser un primer paso para una "cultura empresarial española de la contratación laboral"
Entre otros, llama la atención sobre los parecidos entre el nuevo contrato fijo adscrito a las obras de construcción y el antiguo de obra y servicio, acerca del hecho de que la contratación por circunstancias de la producción incluya ventanas para picos previsibles o sobre las bolsas de fijos discontinuos de las empresas, que van a ser gestionadas en función de las necesidades que marque la actividad de estas y que, al mismo tiempo, sitúan a los trabajadores ante disyuntivas como renunciar a otros empleos mientras esperan un llamamiento o salir de la lista si no acuden a las citaciones.
Coincide con Ana Ercoreca, presidenta del Sindicato de Inspectores de Trabajo, que señala a este último formato como el principal candidato a convertirse en el refugio de la contratación fraudulenta, una lacra que en los últimos meses ha provocado la conversión de casi mil empleos eventuales en indefinidos cada día por hallarse en fraude de ley.
Sobre el indefinido de obras de construcción, el profesor explica que "es un
contrato laboral que va a depender de la carga de trabajo de la empresa y de la cualificación del trabajador y que, aunque se le llame indefinido, va a depender de la duración de la obra. Su aplicación va a elevar la tasa de contratación indefinida, pero ¿va a aumentar la estabilidad laboral de esos trabajadores?".
Una cultura de la temporalidad con cuatro décadas de arraigo
Lafuente, que plantea las colisiones que pueden darse entre la "fundamental
naturaleza indefinida" de los contratos y la irregularidad de algunas
actividades, una combinación que "puede aumentar la parcialidad no
deseada", muestra su confianza en que "la reforma laboral pueda influir en
un cambio de mentalidad en torno a la contratación", aunque anota que
"quizá para eso sea necesario un cambio del modelo productivo en el que
predomine una industria más estable y tecnologizada y tengan menos peso
los servicios".
Los Pactos de La Moncloa de 1977 trajeron la liberalización del despido
Por su parte, fuentes del Ministerio de Trabajo señalan sobre la entrada en vigor de la reforma y de las tendencias que comienzan a aflorar en el mercado laboral español que "no se trata solo de la duración de los contratos sino del reconocimiento de derechos, que en el caso de las conversiones de eventuales en fijos pasan a darse desde el inicio de la relación laboral".
El avance de la precariedad llegó con la transición y, concretamente, con los Pactos de La Moncloa de 1977, que junto con el mantra de la "moderación salarial" trajeron la liberalización del despido, y con el Estatuto de los Trabajadores, que en 1980 avaló la contratación temporal para cubrir necesidades de mano de obra fija.
Cuatro años después, en la primera reforma del Estatuto a manos de la mayoría absoluta de Felipe González, llegaría el contrato de fomento del empleo, que permitía las relaciones laborales eventuales de hasta tres años y para las que no era necesario justificar una causa de inicio ni de finalización por mucho que se tratara de una actividad ordinaria y estable, lo que daba lugar al "peloteo" de trabajadores entre sociedades del mismo empresario y a vidas laborales con periodos de desempleo de unos meses cada tres años.
"El único medio para transformar esa cultura de la precariedad es el BOE.
No han funcionado ni las subvenciones a la contratación indefinida", anota el profesor.
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