zaragoza
La Colaboradora, el singular ecosistema de inteligencia colectiva y economía colaborativa para autónomos y emprendedores que el Ayuntamiento de Zaragoza puso en marcha hace cinco años, comienza a ser replicado tanto en el extranjero como en España: cuatro ciudades de Brasil, Argentina y Colombia y varios ayuntamientos españoles han comenzado a replicar el modelo con la tutela de la entidad aragonesa.
La base de La Colaboradora, que comenzó a funcionar en 2013, en plena crisis, es el intercambio de conocimiento y de servicios entre sus alrededor de 300 miembros a través de un Banco del Tiempo que, además de registrar las colaboraciones entre sus integrantes, contabiliza la participación en las actividades que organizan los distintos equipos de trabajo (dinamización, comunicación, participación, espacio), como formaciones, mayoritariamente impartidas por sus componentes, y encuentros con personal externo.
El último recuento incluye el intercambio de 14.112 horas en 6.779 colaboraciones. Ese volumen equivale a 588 días o a 1.764 jornadas de ocho horas; es decir, ocho años de la vida laboral estándar de una persona en cinco de existencia del colectivo cuando el mínimo obligatorio para permanecer en la red es de cuatro anuales por afiliado, salvo para quienes cursan el Comaster de acceso o trabajan desde su coworking, en los que esa cuota horaria de cooperación y participación pasa a ser mensual.
“La Colaboradora un espacio físico de inteligencia colectiva donde una comunidad colaborativa trabaja en sus proyectos empresariales, sociales o creativos con el único requisito de pago de intercambiar ideas, servicios y conocimiento a través de un banco del tiempo para fortalecer la economía colaborativa de sus miembros y su entorno”, explica su web, que señala a “emprendedores, freelances, autónomos, ONGs, activistas, creativos y re-emprendedores que quieran desarrollar un proyecto”.
Integrada en el organismo municipal Zaragoza Activa, el ‘ecosistema’ tiene como órganos de gobierno una junta y una asamblea, cuyas reuniones están abiertas a todos los miembros e incluye servicios como la formación para emprendedores a través de un Comaster de tres meses, asesoría sobre modelos de negocio con un Codiseño en grupo, acompañamiento mediante las Matriuskas Colaborativas y espacios de trabajo.
Las cuatro réplicas latinoamericanas
El modelo ha comenzado a ser replicado en cuatro ciudades latinoamericanas: Rosario y Santa Fe en Argentina, Santos en Brasil y Pasto en Colombia.
En A Colaboradora de Santos, integrada en el Laboratorio Santista, “seguimos la metodología de La Colaboradora de Zaragoza, aunque nuestro foco sea las artes y el territorio. Artistas y productores trabajan en sus proyectos y comparten ideas a través de una moneda social como es el tiempo. El arte se utiliza como herramienta de transformación social”, explica su coordinadora, Marilia Guarita.
El Centro de Innovación Social de la Gobernación de Nariño, ubicado en su capital, Pasto, lanzó en septiembre su segundo programa ColaborarIS, destinado a “fortalecer iniciativas y emprendimientos sociales mediante un ecosistema de colaboración”, señala Ángela Erasso. Para permanecer en esta red es necesario generar cada mes ocho CachirIS, equivalentes a una hora de colaboración, ya sea colaborando con otros miembros, formándolos, asistiendo a eventos o ayudando a organizar el espacio físico.
La red colombiana incluye contenidos sobre creación de estrategias para modelos de negocio, documentación de procesos sociales, finanzas, asesorías y oferta institucional para emprendedores sociales, comunicación efectiva, networking y coformaciones.
La respuesta de los emprendedores fue inesperada, por abundante, en Rosario y en Santa Fe, con 331 y 136 solicitudes para incorporarse, respectivamente, explica Dardo Ceballos, del Laboratorio de Innovación Pública.
“La Colaboradora nos pareció una experiencia fabulosa y muy replicable en las ciudades de Santa Fe y Rosario, así que nos pusimos manos a la obra, firmamos un convenio de cooperación entre el Gobierno de Santa Fe y el Ayuntamiento de Zaragoza y comenzamos a adaptar el modelo a nuestro contexto con el apoyo del equipo zaragozano”, cuenta. “Una de las adaptaciones fue un ‘hackeo’ al modelo original, proponiendo la inclusión de la modalidad ‘solo quiero colaborar’, señala, con una “repercusión fue muy buena ya que en ambas convocatoria las solicitudes de esta modalidad fueron del orden del 60%” del total.
Otros cinco proyectos en España y uno más en Polonia
Las cuatro Colaboradoras latinoamericanas mantienen contacto frecuente con su matriz zaragozana, explica Rubén Espelta, responsable de Relaciones Externas del centro de la capital aragonesa, mediante videoconferencias mensuales.
“Demandan sobre todo información acerca de cómo nos organizamos”, señala, al tiempo que destaca cómo “todos utilizan software libre para gestionar sus bancos del tiempo. De hecho, intentan que todos los sistemas sean libres y vinculados a la economía colaborativa”.
La expansión del modelo de La Colaboradora, cuyo aspecto de mayor interés para quienes impulsan las réplicas es “el modelo de economía colaborativa y la aportación de conocimiento por parte de los miembros a través del banco del tiempo”, anota Espelta, tuvo un empujón a finales de 2016 con la concesión del premio de Cooperación de Eurocities, una red europea de iniciativas ciudadanas. Un año antes había recibido el Ouishare Awards, otorgado por la principal red internacional de economía colaborativa.
“El Eurocities tuvo mucho que ver, nos dio mucha presencia internacional”, señala Espelta. No obstante, los contactos con Iberoamérica habían comenzado meses antes, tras exponer el proyecto en un congreso el anterior director de Zaragoza Activa, Raúl Oliván, el ideólogo del ecosistema, sustituido el año pasado por Jesús Alquézar al hacerse cargo de la Dirección General de Participación Ciudadana y Transparencia en el Gobierno de Aragón.
La Colaboradora zaragozana mantiene contactos con otros seis proyectos que ya están operativos, como el Espacio Arroelo de Pontevedra, o que prevén comenzar a funcionar entre 2019 y 2020 impulsados por los ayuntamientos de Huesca, Tudela (Navarra), Gavà (Barcelona) y Gijón (Asturias) y por la comarca Sierra de Albarracín (Teruel), a los que se suma otro promovido en Polonia por una ONG que pretende transformar una antigua estación de tren en un espacio con casa de cultura, centro de cine y residencia para emprendedores con el fin de dinamizar la economía local y evitar la migración de los jóvenes.
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