Zaragoza
Actualizado:¿Por qué la bonanza económica que muestran la práctica totalidad de los indicadores macro no llega a las clases populares? ¿Dónde se atasca la cadena de transmisión que debería facilitar la redistribución de la riqueza?
Es uno de las averías sociales cuya resolución parece de mayor urgencia ante la constatación que ofrecen los indicadores oficiales: los macroeconómicos se encuentran en niveles históricos mientras los de exclusión apenas varían e incluso en algunos casos tienden a empeorar.
Los datos macro indican que por primera vez han trabajado más de 21 millones de personas en un trimestre, que la media mensual de afiliados no baja de los veinte desde abril del año pasado, que el PIB supera por vez primera los 1,4 billones de euros, que la mejora del empleo está aumentando en 38.000 millones la masa salarial del país, que los sueldos comienzan a subir a un ritmo del 3% desconocido en quince años, que la inflación se modera tras dos años y medio de arreón de precios basado en el aumento de los márgenes y, como colofón, la Bolsa vuelve a niveles de hace más de cinco años mientras el Ibex35 acumula 23 puntos de mejora en lo que va de año.
Sin embargo, esos registros conviven con otros como una tasa de pobreza que lleva quince años, entre bonanzas y crisis y con continuos altibajos, por encima del 20%, y con unos niveles de privación material y social que desde 2015 no han bajado del 7,5%, en un escenario que se completa con apuros para llegar a fin de mes en casi la mitad de los hogares, que con frecuencia se encuentran con el préstamo informal y el descubierto como únicas vías para no caer en el sobreendeudamiento formal.
Así lo recoge el Informe Arope que elabora la EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza, por sus siglas en inglés), y cuya última edición, publicada en noviembre, describe un inquietante panorama de cronificación de la exclusión y de enquistamiento de la desigualdad en España.
"Los datos muestran una acentuación del nuevo perfil de la pobreza con un incremento de las personas pobres con empleo y de las personas pobres con estudios medios y/o universitarios", señala el informe, que advierte que "en 2022 hay 9,7 millones de personas en riesgo de pobreza, mayoritariamente mujeres (52,6%) que hombres" en España.
Los datos que trabaja EAPN levantan acta de ese gripado del sistema de redistribución de la riqueza: "Casi un tercio (32,9%) de la población pobre mayor de 15 años tienen un trabajo remunerado" y de ellos 1,4 millones tiene educación superior, con una tasa histórica del 18%, aunque eso no impide que su renta media sea un tercio de la de quienes se hallan por encima del umbral.
El empleo estable y la formación académica habrían dejado de actuar como salvoconductos para evitar las estrecheces económicas, en un proceso de cambio de tendencias socioeconómicas en el que el cortocircuito de la emancipación juvenil y las dificultades de acceso a la vivienda se manifiestan como síntomas de algo para lo que un cuadro de bonanza macroeconómica puede actuar como paliativo pero no parece que como remedio.
De hecho, no resulta para nada infrecuente que mejoras claras del PIB per cápita, es decir, de la riqueza que proporcionalmente corresponde a cada ciudadano, coincidan con aumentos de la tasa de pobreza, como ocurrió en 2014, 2016 y 2021.
"El crecimiento económico en términos de PIB no es un termómetro adecuado para medir la mejora del bienestar social de la mayor parte de la población. Sus variaciones ocultan otras realidades", indica el economista Carlos Sánchez Mato.
El Informe Arope, elaborado por una red oficial a partir de datos de Eurostat, "indica que en los últimos años ha habido una mejora considerable de las tasas de pobreza y exclusión -añade-. Las políticas públicas han sido potentes en ese sentido, pero hay que insistir porque estamos en unos niveles inasumibles para una sociedad que quiera mirarse a la cara. Revela una forma de actuar correcta pero todavía insuficiente".
"El crecimiento tiene lagunas"
Varios centros de análisis, como CaixaBank Research, han apuntado en esa misma dirección, mientras los datos oficiales de organismos públicos como la Agencia Tributaria indican que la salida de la crisis pandémica tuvo forma de 'K', con aumentos simultáneos del volumen (y la capacidad económica) de los estratos más pudientes y de los que veían caer sus rentas por la parte más humilde.
Para Ignacio Muro, miembro de Economistas Frente a la Crisis y analista social, "los datos macroeconómicos son positivos, y eso debería dar lugar a un escenario de confianza" que no se está dando como consecuencia de la discusión entre el Gobierno y la oposición por establecer el marco del debate público, una situación a la que se le suma el atasco en los datos del PIB, que retrasó la confirmación de la recuperación tras la pandemia.
"El Banco de España y el INE solo al final han reconocido que España había recuperado en febrero de 2022 el nivel de 2019", recuerda, cuando "los datos de tributos y de empleo demostraban que estábamos creciendo más de lo que decía el INE".
Con, todo, y si bien "España se ha recuperado bastante mejor que Francia y Alemania, aunque menos que Italia", ese crecimiento "tiene lagunas, porque se basa en el gasto público mientras la inversión privada está tirando menos que en países como Italia, aunque, al mismo tiempo, todo apunta a que sí la hay porque de no haberla caería el empleo".
"Creer que el PIB te cae en la mesa es una falacia"
Muro apunta a tres grupos a los que menos están llegando las consecuencias de esa bonanza macroeconómica están siendo los jóvenes, cuyos registros de empleo y estabilización siguen lejos de los europeos pese a la mejora; las mujeres, cuyo récord de ocupación mantiene las lacras de temporalidad y parcialidad, y los parados de mayor edad.
"Tenemos un desempleo de difícil recolocación. La tasa de parados de más de cincuenta años es similar a la de muchos países de la UE", explica Muro, quien destaca uno de los principales puntos de consenso entre los agentes sociales: "El servicio público de empleo no funciona, y eso influye en el aumento del paro de larga duración" y entre los trabajadores de más edad.
"Las políticas públicas han tenido capacidad de respuesta ante el aumento del riesgo de exclusión social y de la pobreza, pero no son suficientes. ¿Por qué conformarnos con un porcentaje de personas en esa situación cuando las condiciones materiales de la sociedad dan para avanzar mucho más?", plantea Sánchez Mato.
"Creer que el crecimiento del PIB te cae en la mesa es comprar una falacia", añade Mato, ya que "hay muchos aspectos del bienestar social que van más allá de la renta per cápita, como las tasas de exclusión, el paro de larga duración y otras. Y no sirve de nada mejorar en unas sin hacerlo en otras".
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