MADRID
Actualizado:El (nuevo) año que vivimos peligrosamente. La laureada película australiana dirigida en 1982 por Peter Weir con Mel Gibson y Sigourney Weaver está inspirada en las convulsas revueltas de 1965 contra el régimen de Sukarno en Indonesia, cuya exportación hacia vecinos próximos logró zarandear el tablero indochino, de Vietnam a Tailandia, pasando por Malasia o Singapur. Ahora podría parecer un cuento de hadas en comparación con el voltaje geopolítico que ha emergido desde la pandemia.
No es que antes de la crisis sanitaria de la covid-19 las amenazas sobre el orden global brillaran por su ausencia. Pero los presentes maravillosos años veinte empiezan a guardar demasiadas similitudes con la misma década del siglo XX.
Los actuales son tiempos que se alejan de la siesta geoestratégica que comenzó con la caída del Muro de Berlín (el 9 del 11 de 1989) y que despertó al planeta, de forma abrupta y súbita, con los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono (el 11 del 9 de 2001). Los números resultan a veces misteriosamente mágicos.
La nueva Guerra Fría ha dejado helados a varios de los más reputados gurús del mercado, desde donde surgen casi siempre las primeras señales de alarma cuando las cosas vienen mal dadas por la propensión del capital a huir despavorido por su aversión al riesgo. Algunos advierten de que el equilibrio de fuerzas, el multilateralismo y la globalización se han esfumado y se ha generado un tsunami geopolítico de consecuencias inciertas y nada esperanzadoras.
Ray Dalio, el milmillonario fundador de Bridgewater, el mayor hegde fund del planeta y, quizás, el único oráculo del mercado (capaz de arrebatar este apelativo a Warren Buffett, que lo ostenta desde hace décadas), ha sido una de las voces más contundentes.
En un tono espacialmente alarmante por la incursión armada de Hamás en suelo israelí y la sangrienta represalia militar de Tel Aviv sobre Gaza, escribe en su post de LinkedIn, bajo el elocuente título Otro paso hacia la Guerra Internacional, un alegato casi tenebroso.
En su opinión, el inicio de las hostilidades entre Israel y Hamás "eleva los riesgos" de que el conflicto se extienda a otros frentes, a batallas de tipología variada, entre las que cita el ciberterrorismo, y en diferentes lugares y ámbitos. "Hay un 50% de posibilidades de que se propague y entren en la contienda potencias mundiales que, desde hace varios años han estado al borde de desencadenar un conflicto caliente", en alusión a EEUU y China y a un probable encontronazo armado entre ambos.
"Hay un 50% de posibilidades de que se propague y entren en la contienda potencias mundiales"
Dalio es autor de Principios para Acordar en un Orden Mundial Cambiante: Por qué las naciones tienen éxito o fracasan, y se ha labrado fama de experto en los poderes fácticos globales y en el análisis de los fenómenos cíclicos de la historia. Y no parece gustarle el curso actual que toman los acontecimientos.
Piensa que la guerra de Ucrania y el conflicto árabe-israelí se han adentrado en la estrategia de la "brutalidad", en persistir hasta que haya un "claro vencedor", y que se han convertido en esos "conflictos calientes que antecedieron a la brutal Segunda Guerra Mundial". Por ello apela a la "comprensión" entre EEUU y China, a los que les encomienda a que dejen de hacer "castillos en el aire y busquen soluciones pacíficas conjuntas" que reduzcan "las actuales escalas de violencia".
No es el único que piensa que la geopolítica puede precipitar una tragedia global y amenaza las estrategias bursátiles y corporativas. Ed Yardeni (Doctor Ed en Wall Street) también insiste en que la reanudación de las hostilidades en Oriente Próximo deja una "estela de preocupación en las empresas sobre si el conflicto tendrá un recorrido corto o, por contra, se prolongará por fricciones futuras entre Israel e Irán".
La geoestrategia irrumpe en los mercados y los negocios
Goldman Sachs y JP Morgan se suman a este elenco de discursos del mercado que alertan sobre los peligros geopolíticos que atenazan los negocios en el exterior. Para Damien McColough, responsable de renta fija en Westpac Banking, se pueden apreciar en "las exhaustas operaciones de compraventa de bonos" y en la toma de posiciones en contratos de petróleo de futuro, dos señales de que las compañías buscan refugios inversores.
Los directivos, aclara a Bloomberg George Lagarias, de Mazars, valoran al minuto las amenazas de conflictividad política que sobrevuelan sobre la economía internacional y, en especial, una tercera oleada inflacionista, fruto de otra incipiente espiral alcista de los precios de la energía, y que podría provocar volatilidades en las bolsas y encarecer aún más los créditos, entorpeciendo el acceso a financiación internacional.
Las empresas se han visto en la urgente obligación de adecuarse a cambios repentinos de gran calibre y de suma incertidumbre. De ahí que los seguros de crédito a la exportación, que cubren un abanico de pérdidas por razones políticas o económicas, se hayan disparado. En número y en el incremento del valor de sus pólizas.
La multinacional británica WTW ha reflejado esta tendencia en un reciente estudio de opinión, en el que el 93% del medio centenar de ejecutivos de firmas con vocación global de su muestra demoscópica reconoce pérdidas de ingresos por inestabilidades políticas. Un 35% más que en su última encuesta trianual, de 2020, cuando se inició el convulso ciclo de negocios post-covid, del que ha emergido, además, un riesgo persistente de fragmentación de la globalización.
"Las empresas piensan que ya no pueden ignorar nunca más los riesgos geopolíticos"
Elisabeth Braw, investigadora del American Enterprise Institute, deja constancia de este nuevo juego geoestratégico empresarial, en una columna de opinión en Foreign Policy. "Las empresas piensan que ya no pueden ignorar nunca más los riesgos geopolíticos".
En S&P Global Market Intelligence categorizan esta multiplicidad de amenazas que proceden de varios frentes. No solo de aspectos de seguridad, sino también de índole política (cambios de gobierno por conflictividad socio-económica o casos graves de corrupción) o económica, como disputas comerciales, inestabilidades financieras o fluctuaciones de valor de divisas; medioambiental, por desastres climatológicos, naturales o energéticos; además de los vinculados al ciberterrorismo, a aspectos regulatorios (reformas fiscales, sectoriales o laborales) o de libre competencia.
En todos ellos, dicen sus expertos, "se han producido alteraciones substanciales en los últimos doce meses".
Las empresas hacen acopio de datos
Alex Kokcharov, uno de los autores del estudio A world rebalancing 2023 de S&P, aconseja adoptar planes de contingencia avanzados con sistemas de alerta preventiva y analítica de datos y que se integren en los departamentos nucleares de sus negocios exteriores.
Estrategia que Andrew Grant y Anke Raufuss, de McKinsey, la describen de manera más gráfica. Así, hablan de cisnes negros o eventos impredecibles que obligan a plantear distintos escenarios, y que han aparecido por doquier debido a la "implosión" de presiones geopolíticas y económicas desde la pandemia.
Pero también de rinocerontes grises o acontecimientos probables, pero con grandes impactos, como la cambiante competitividad en Asia, a donde han pivotado los negocios globales; o las sucesiones de vetos comerciales y tecnológicos y subidas arancelarias entre EEUU y China.
Y de destellos de plata (silver linings) o resquicios de esperanza, con los que expresan la compleja, pero siempre factible localización de oportunidades de negocio en medio de la miscelánea de riesgos políticos, donde encuadran las reiteradas reconversiones de las cadenas de valor y que han encumbrado a Vietnam o India como nuevos mercados amistosos.
"Los directivos deberían tener habituales y jugosas conversaciones sobre cisnes, rinocerontes y destellos de plata", explican Grant y Raufuss, con objeto de comprender las amenazas, alinear intereses corporativos y establecer escenarios de actuación. En línea con la teoría de Jamie Thompson, de Oxford Economics, para quien "las tensiones geopolíticas son el principal foco de preocupación a corto y medio plazo de los ejecutivos de empresas internacionales".
La batalla comercial entre EEUU y China encabeza el ranking de amenazas geopolíticas para las empresas de BlackRock
El BlackRock Geopolitical Risk Indicator (BGRI) del mayor fondo de inversión, que dirige Larry Fink, estableció unas semanas antes del estallido del conflicto palestino los diez peligros más acuciantes para las empresas.
Por orden decreciente, en un nivel de conflicto alto, sus analistas destacaban la tensión geoestratégica y competitiva entre EEUU y China, con posibles acciones bélicas contra Taiwán. Después, el inicio de hostilidades entre Rusia y la OTAN por la escalada en Ucrania con nuevas y más contundentes sanciones financieras, energéticas y tecnológicas.
A continuación, los ciberataques, más frecuentes e intensos sobre infraestructuras físicas o digitales críticas; un decoupling global tecnológico a gran escala por cruce de vetos entre las dos superpotencias económicas; y una confrontación en Oriente Próximo provocada por la carrera nuclear iraní o el intento de la Casa Blanca de promover relaciones entre Israel, sus vecinos árabes y los emiratos del Golfo pérsico.
A ellos suman otros cuatro peligros de grado medio (atentados terroristas internacionales; crisis en algún mercado emergente, nuevos lanzamientos de misiles norcoreanos, interferencias substanciales en la lucha contra el cambio climático) a los que se une la opción de fragmentación de la UE, con riesgo bajo.
En estas circunstancias, no extraña que Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, diga que "el mundo se enfrenta a la época más peligrosa en décadas" por las implicaciones de los conflictos en Ucrania y Palestina sobre la energía, las materias primas y el comercio.
O que el responsable de macro del Deustsche Bank, Henry Allen, alerte de que la estanflación de los setenta provocada por la Guerra del Yom Kipur y la retirada masiva de petróleo por parte de la OPEP se vuelva "no solo a repetir, sino a perpetuar a lo largo de esta década".
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