El Fondo Monetario Internacional (FMI) acude esta semana en la ciudad marroquí de Marrakech a una de esas citas con una atmósfera excepcional que suelen coincidir con sus salidas fuera de su sede oficial en Washington, y a las que suelen acompañar el apellido de extraordinarias.
Quizás la de Praga, en septiembre de 2000, que sirvió de cónclave para lanzar la primera acción concertada de los grandes bancos centrales del milenio en curso (en aquella ocasión, para sostener al euro de su caída libre frente al dólar a tres meses vista de su puesta en circulación y tras año y medio de su estreno en los mercados cambiarios), sea el mejor parangón.
No es que la economía mundial esté asolada por un riesgo sistémico concreto, como el colapso crediticio y bancario de 2008, o que tenga que defenderse de una excepcional crisis sanitaria como en 2020. Pero desde entonces, avisan los expertos del FMI, se han combinado una serie de amenazas en permanente estado latente.
Por un lado, las geopolíticas, que han separado el bloque occidental de Rusia, intensificadas por la guerra en Ucrania, y de China, alimentada por las disputas comerciales y la carrera tecnológica.
Y, por otro, una serie de peligros económico-financieros que van desde la desbocada espiral de inflación (desconocida en cuatro décadas y acompañada por una fuerte subida de los tipos de interés que está empezando a afectar a la actividad económica) hasta la alta volatilidad de los mercados, las disrupciones de las cadenas de valor empresariales o la escalada de la energía y de otras materias primas y los alimentos.
Sin olvidarse de otros riesgos en ciernes, derivados de este complejo collage, y que tienen a los mercados inmobiliarios y los laborales en vilo, a las familias conteniendo sus gastos de consumo ante la pérdida de su capacidad de ingresos, y a las empresas en un tenso compás de espera tras un bienio de márgenes de beneficios en paulatina contracción.
Todo ello, además, con cada vez mayores visos de una fragmentación de la globalización en dos bloques (uno liderado por EEUU y sus aliados, y otro abanderado por China) que añade aún más incertidumbre a la aldea global.
Ante este panorama, el FMI inicia su cumbre otoñal con varias lecturas trascendentales, surgidas del pasado reciente, el estado actual de la coyuntura y de la capacidad de predicción que se le presupone a la plantilla de expertos de la institución multilateral por excelencia, y que se pueden sintetizar en cinco bloques temáticos.
1. ¿Qué desvela el cuadro de mando de la economía mundial?
Tendencia a la divergencia, a la ampliación de la brecha de desigualdades. No solo entre países ricos y pobres, sino también en la escala conocida hasta ahora dentro de sus respectivos grupos (las potencias industrializadas, los mercados emergentes y las naciones en desarrollo) delimitados por el valor de sus rentas per cápita.
Los discursos que los directores gerentes del FMI pronuncian varias jornadas antes de las citas semestrales (el denominado Curtain Raiser Speech) para conectar cada evento con autoridades, empresarios, economistas y observadores en general siempre dejan posos de interés.
En el que ha antecedido a la cumbre de Marrakech, Kristalina Georgieva, que eligió la capital financiera de Costa de Marfil, Abiyán, como escaparate, esbozó la radiografía de situación económica actual.
El signo distintivo en la primera mitad de 2023, vino a decir la directora gerente del fondo, es la continuación de un destacable poder de resiliencia, "con una demanda de servicios mayor de la esperada y unos progresos tangibles en el combate contra la inflación" que ha elevado las opciones de un "aterrizaje suave" del PIB mundial. Pero "sin bajar la guardia" porque la lista de riesgos crece sin remedio.
Georgieva se cuidó de mencionarlo, pero la prórroga con alta tensión política en el Congreso de EEUU a cuenta del cierre de la Administración, después de alcanzar un acuerdo sobre la bocina en el techo de la sobredimensionada deuda americana en la antesala de un año electoral, no invita al optimismo sino, más bien, a altas probabilidades de una recesión.
2. Perspectivas a la baja, divergencias al alza
El ritmo económico global se ha ralentizado. Está lejos del 3,8% de dinamismo medio de las dos décadas previas a la pandemia y los augurios a medio plazo no son halagüeños. A la quiniela abierta sobre el futuro inminente de la economía de EEUU se une la paralización de la actividad en China y los casi descontados números rojos en Europa.
Sólo Japón, entre los países del G7, ofrece un pulso firme, e India, entre los emergentes, puede ejercer de motor productivo global, además de ciertas naciones de las áreas en desarrollo de Asia o África.
En este último apartado, Georgieva mencionó a Costa de Marfil y a Egipto, mientras ensalzó a Ghana y Zambia, dos de sus recientes clientes en la prestación de créditos, por sus progresos reformistas, así como a Túnez, al que, no obstante, advirtió de que podría necesitar una reestructuración de la deuda si no pone en orden sus finanzas.
Los datos precisos sobre previsiones los revelará el World Economic Outlook (WEO), cuya publicación da inicio a cada cita semestral. Pero hay signos de la debilidad que atenaza la coyuntura.
Las economías globales salieron airosas de la pandemia con estímulos fiscales y monetarios que superaron los 20 billones de dólares y mostraron altas dosis de resiliencia que, sin embargo, dejaron "cicatrices". La más grave es la pérdida de 3,7 billones de dólares (cantidad similar al tamaño de la economía india) respecto a 2020. En un contexto en el que el proceso de desglobalización emite señales de disgregación y en el que "se han profundizado las divergencias de prosperidad y riqueza".
3. Es hora de reformas
Ha sido el mensaje que se ha trasladado desde instituciones hermanas del FMI como el Banco Mundial o la Unctad (la agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo). La secretaria general, Rebeca Grynspan, fue contundente al revelar el informe anual de este organismo de la ONU: para salvaguardar la economía global de futuras perturbaciones sistémicas deben "evitar errores políticos del pasado y concentrar esfuerzos en las agendas reformistas" para afianzar las cadenas de valor, aportar estabilidad a la arquitectura financiera global, impulsar las inversiones productivas y crear empleo.
El Banco Mundial, por su parte, señaló a Latinoamérica como la región que más urgencia tendría en incorporar cambios estructurales para salir de su condición de área menos dinámica (apenas crecerá un 2% este año) y, por ende, para empezar a sacudirse sus altos niveles de pobreza y de desempleo.
Georgieva también dio algunas pautas a seguir. La inflación es la prioridad y los bancos centrales deben mantener sus estrategias, aunque erosionen la actividad, el consumo y la inversión. Además de vigilar que el aterrizaje económico no distorsione activos financieros. Mientras, las autoridades fiscales deben perfilar ya sus presupuestos hacia la consolidación, para adecuarse a la pinza de tipos altos y precios elevados.
4. Las tensiones geopolíticas y el riesgo de desglobalización amenazan la transición energética
Será una de las consignas del WEO, que incidirá igualmente en que la fragmentación del comercio entorpecerá la seguridad de los suministros de materias primas metálicas (en especial, aquellas que se denominan tierras raras, esenciales para los sectores tecnológicos y la industria de chips) y alimentarias. "Los corredores logísticos se han saturado y las rutas comerciales se transforman para garantizar el abastecimiento en plenos cambios geopolíticos y de cadenas productivas".
De igual modo que esta fragmentación de negocios y divisiones diplomáticas va a hacer mella en la hoja de ruta hacia las emisiones netas cero de CO2 en 2050 y sus metas volantes de 2030, se va a encargar de explicar el WEO. Sus autores avanzan que esta previsión de tormenta en los mercados de materias primas y de rebaja de frecuencia en la transición verde podría restar 1,2 puntos al PIB global cada año a largo plazo y, en algunos países, más de 2 puntos.
5. Financiación privada contra la crisis climática
En otra separata de sus informes (el WEO, el de Estabilidad Financiera y el Fiscal Monitor), el FMI insta a elevar las transferencias de capital privado hacia economías con déficit de recursos para alcanzar los 2 billones de dólares anuales hasta 2030 en los que la Agencia Internacional de la Energía ha calculado el coste actualizado de una estrategia global para alcanzar los objetivos de finales de esta década. Para lo cual "el sector privado deberá elevar su contribución hasta incrementar en un 80% las inversiones que tienen estipuladas".
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