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El complejo proceso de divorcio entre Reino Unido y la UE puede tener un coste más alto del que se aventuran a anticipar, con mayor o menor rigor financiero, economistas, empresarios o políticos. Como el recién nombrado primer ministro, Boris Johnson, que tiene pendiente una cita con la Justicia británica por “engañar repetidamente a la opinión pública sobre el costo de pertenecer a la UE”. Desde el pasado mes de mayo, cuando ya estaba implicado en la carrera de sucesión de Theresa May en el Partido Conservador.
Un ciudadano, Marcus Bull, dueño de una empresa y militante anti Brexit, fue el que inició la demanda, financiada mediante crowdfunding, en la que acusa al líder tory de pregonar a los cuatro vientos, como miembro relevante de la organización Vote Leave, durante la campaña del referéndum de 2016, cuando aún era alcalde de Londres, que el coste de permanencia del Reino Unido en las instituciones europeas ascendía a 350 millones de libras semanales. En un país con una larga y prolífica tradición de asunción de responsabilidades por mentir en el ejercicio de la política que ahora parece haberse esfumado.
Sea como fuere, el coste -supuesto o real- del Brexit tiene otras facturas colaterales que ya parecen emerger sin remedio. Una de ellas es que su economía, la quinta global, se ha parado en seco. Hasta el punto de haber entrado en contracción técnica. Preludio de recesión si, como parece, registra un segundo trimestre consecutivo en números rojos.
Jaglit Chadha, el director del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social (NIESR) así lo proclama desde hace unas fechas. La ralentización ha sido fulminante, explica para otorgar un leve crecimiento de la actividad del 1% este año y en 2020. Antes de predecir que una ausencia de acuerdo sobre las reglas del divorcio entre la UE y Reino Unido restará tres puntos al PIB. Justo la opción que baraja Johnson como más probable y que se consumará “sea como sea, aunque sea catastrófico” el 31 de octubre. Chadha da una probabilidad entre cuatro de que las largas negociaciones sobre el Brexit y la incertidumbre empresarial, comercial y financiera de los más de dos años de diálogo infructuoso ya hayan sometido a la economía a los rigores de la recesión este verano.
El Brexit, una piedra en el zapato
Las consecuencias de un desacuerdo sobre el Brexit serán “severas” porque se apresuraría una salida desordenada. Si, por el contrario, la ruptura se consuma con “un cierto orden” la actividad se estancará a lo largo del próximo ejercicio que será extremadamente complejo porque la tasa de inflación permanecerá aún más alta, hacia el 4,1% y con una divisa, la libra, que se devaluará en torno al 10%. Malos tiempos para la política monetaria.
Las consecuencias de un desacuerdo sobre el Brexit serán “severas” porque se apresuraría una salida desordenada
Una tormenta perfecta para modelar los tipos de interés, aún en espacios elevados, con recorrido a la baja para espolear la economía, pero con enormes trabas para contener la evolución alcista de los precios. El PIB retrocederá de dos puntos con un desacuerdo ordenado, aunque el impacto a largo plazo llegará a ser de hasta cinco puntos si la coyuntura no logra estabilizarse con medidas de estímulo económicas, las que procedan del Ejecutivo tory, y monetarias, del Banco de Inglaterra. El NIESR otorga un 30% de opciones de que Reino Unido entre en recesión el próximo año.
Los datos oficiales también corroboran este negro escenario. El consenso de economistas de la agencia Bloomberg anticipa que la contracción probablemente ya se consumó entre los meses de abril y junio. De apenas una décima. Y que el deterioro de las ventas minoristas y el frenazo de la industria manufacturera podría certificar el primer comportamiento negativo del PIB desde 2012. De hecho, en este segundo trimestre, la actividad ha ido fluctuando a duras penas. De un crecimiento de cuatro décimas en abril a un descenso negativo de tres en mayo. Agotamiento.
Los Indicadores de Poder de Compra de servicios, industria, manufacturas y construcción se han ralentizado en junio. Motivos que han llevado a Mar Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, a admitir que las amenazas de las tensiones comerciales y el creciente peligro a que se vislumbre un Brexit duro, han elevado los riesgos sobre el dinamismo británico. El mercado reclama un primer movimiento a la baja del precio del dinero a la autoridad monetaria a finales del verano. Y varios más antes de mediados de 2020.
Malos tiempos también para EEUU
Al otro lado del Atlántico, en la otra gran economía anglosajona, EEUU, los vientos tampoco son ya demasiado favorables. Después de haber registrado la mayor etapa de esplendor de la época reciente, el PIB se ha ralentizado al 2,1% durante el segundo trimestre, un punto por debajo del avance oficial de los tres primeros meses del año. Los daños colaterales sobre las empresas de las guerras comerciales han debilitado el sector exterior y los beneficios de las compañías, que ven riesgos añadidos si la Fed no se sumerge en una fase de rebaja de tipos de interés.
Los datos del Departamento de Comercio revelan que el panorama no es nada halagüeño. Porque, entre otras razones, la debilidad de la economía se manifiesta a pesar del incremento del gasto de los consumidores, en un imponente 4,3%, y de activarse la maquinaria presupuestaria, mediante planes de inversión que han crecido un 5%, el mayor repunte en una década. Los flujos de capital retrocedieron un 0,6%, por primera vez desde 2015. Con caída de las operaciones inmobiliarias por sexta vez consecutiva, en términos trimestrales. Los analistas achacan este frenazo casi en exclusiva a las medidas proteccionistas de la Administración Trump que han obstruido el negocio de las multinacionales americanas y obstruido el flujo de suministros en la industria doméstica.
La compleja coyuntura con la que, a buen seguro, tendrá que lidiar el líder republicano a algo más de un año vista de las elecciones presidenciales, se agrava todavía más con una cartera de pedidos empresariales a la deriva y con una revisión a la baja del primer trimestre que deja el objetivo de Trump de igualar el crecimiento del 3% de 2018 para este ejercicio. Por si fuera poco, un indicador crucial en la predicción de las recesiones acaba de dar otra señal de alarma.
Un barómetro de la Fed de Nueva York anticipa números rojos a doce meses vista, mientras algunos think tank aseguran que existe riesgo de suspensión de pagos en la Casa Blanca a partir de septiembre
Se trata de un modelo de probabilidades que usa la Fed de Nueva York y que, en julio, saltó a niveles desconocidos desde 2009, los meses que precedieron a la última contracción oficial del PIB de EEUU, a escasas fechas del 15 de septiembre de 2008, cuando la Casa Blanca decidió nacionalizar Lehman Brothers, detonante de la crisis financiera. Este barómetro, que anticipa las opciones de recesión a doce meses vista, saltó hasta la cota del 32%. Cualquier rango superior al 30% se considera riesgo de números rojos. Nunca ha fallado en las recesiones precedentes. Desde 1960. Aun así, tiene sus detractores.
Hay economistas que consideran que el modelo es sólo uno de los componentes que conforman un sistema cada vez más complejo para predecir el final de un ciclo de negocios en el que entran fuerzas demasiado variopintas que determinan la evolución de la sofisticada arquitectura financiera global. Y que la creación de empleo sigue a un ritmo que sorprende positivamente en los últimos meses. Motivo por el que se decantan por apostar por un despegue de la actividad.
Otro signo de preocupación es el riesgo de quiebra en EEUU en otoño. Porque la Casa Blanca se enfrenta a un potencial default a partir de septiembre. Esta es la amenazante conclusión de un informe del Bipartisan Policy Center, think-tank afincado en Washington, que incide en que el retroceso en la recaudación impositiva es un “riesgo significativo” sobre las necesidades de financiación de la Casa Blanca.
Ni siquiera las mínimas perspectivas de alza en el tramo del verano, de entre el 2% y el 3%, podrán aliviar el escenario a medio plazo de la contabilidad federal, explican sus expertos, para los que los ingresos en las arcas del Tesoro deberían superar las previsiones oficiales, que hablaban de incrementos de entre el 5% y el 6% para el conjunto del ejercicio fiscal. Shai Akabas, director del grupo de investigación económica de este centro explica que el arsenal financiero del Tesoro americano tiene garantizada la cobertura de gastos hasta finales de octubre.
También desde la Oficina Presupuestaria del Congreso se estima que el déficit presupuestario de la Administración Trump alcanzará los 746.000 millones de dólares en los nueve primeros meses del año fiscal 2019, instante en el que los ingresos federales apenas subirán en 69.000 millones de dólares, frente a desembolsos adicionales que superarán los 208.000 millones. “La radiografía de situación anticipa un escenario peligroso que no debería ser ignorado”, alerta Akabas.
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