Mou no dio rodeos para señalar cuál era el peligro del Milan. 'Respeto a todos sus delanteros, pero prefiero que no juegue Inzaghi', comentaba el técnico luso antes del partido del Bernabéu. Tardo quince días en ocurrir, pero el tiempo le dio la razón. Allegri sólo le hizo entrar en el minuto 59 cuando el Milan iba por detrás, pero con media hora fue suficiente para que se cumpliesen los peores augurios de Mou: dos goles, uno de ellos, eso sí, en fuera de juego.
La predicción de Mou se cumplió a la perfección, como también lo hizo su ritual previo de los partidos más calientes, esos en el que se siente más a gusto. No esperó a que el partido diese argumentos para empezar a interactuar con la grada. Cuando ni siquiera habían salido a calentar los jugadores blancos Mou ya pisó el césped. Fue insultado y el empezó a saludar. No se quedó en eso. Antes del pitido inicial, cuando los silbidos era más altos y constantes, levantó tres dedos y se los mostró a la grada. El gesto era de fácil interpretación, uno por cada copa que su Inter venció el año pasado, un recuerdo de un triplete que, como es lógico, dolió a lo más profundo de la afición rossonera. El partido no había empezado y la grada ya se había desfogado de lo lindo con el portugués. Ya en el duelo algún aficionado pasó de los gritos al láser, uno artilugio prohibido en los estadios que persiguió a Mourinho .
El encuentro, en el que el Madrid aseguró la clasificación a octavos de final con un punto sería incluso campeón de grupo, se convirtió además en un día histórico para los blancos. El gol de Higuaín a pase de Di María es el número 700 de los blancos en la Copa de Europa. El siguiente equipo en esa tabla goleadora es el Bayern, que con los cuatro tantos que marcó ayer suma 457. El segundo tanto blanco también tiene su historia: es el primero de un español en el Madrid de Mourinho aunque no sirvió para dar a los blancos su primera victoria en San Siro en partido oficial.
Aunque el empate sirva a los blancos para amarrar la clasificación y poder ya pensar en otras cosas, los jugadores no salieron conformes con lo visto en San Siro. 'Nos vamos a disgusto, un error nuestro y otro del árbitro nos han hecho perder', comentaba Casillas aún en el césped del estadio. El árbitro, el mismo que dirigió la final del Mundial, volvió a amargar la noche del portero. 'Entiendo que la gente se equivoca, pero aquí todos nos jugamos mucho', repetía un disgustado Casillas. Mejor lo vio Pedro León: 'Hemos hecho un partido muy bueno y yo he marcado el gol del empate, estoy muy contento'.
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