RÍO DE JANEIRO (BRASIL).- Jemina Jelagat Sumgong regaló a Kenia, con un ataque a dos kilómetros de meta, la primera medalla de oro en un maratón olímpico femenino, tras dejar clavada a la bahrainí Eunice Kirwa -también nacida en Kenia-, en tanto que la etíope Mare Dibaba, campeona mundial, llegó tercera.
Sumgong, de 31 años, ganadora este año en Londres, venció con un tiempo de 2h24:04, nueve segundos por delante de Kirwa, que sufre su primera derrota del año. Dibaba, que confiaba en igualar a la portuguesa Rosa Mota como poseedora de los títulos mundial y olímpico, cedió en los dos últimos kilómetros y llegó a meta 26 segundos después que la vencedora.
Por primera vez en 12 años la ganadora repite continente. Las tres últimas ediciones del maratón olímpico femenino habían arrojado ganadoras originarias de tres distintos: la japonesa Mizuki Noguchi venció en Atenas 2004; le sucedió una europea, la rumana Constantina Tomescu-Dita, ganadora en Pekín 2008, y una africana, la etíope Tika Gelana, se impuso en Londres 2012.
Mare Dibaba, de 26 años, ganó el maratón de los Mundiales de Pekín por delante de la keniana Helah Kiprop y de Eunice Kirwa, todas en el estrecho margen de 4 segundos, pero este año su rendimiento ha bajado: tercera en el medio maratón de Houston y sexta en el maratón de Londres, su última carrera antes de los Juegos.
Sumgong ha progresado mucho desde su cuarto puesto en los Mundiales de Pekín 2015. Vencedora en Londres, ganó también el medio de Ras Al Khaimah con récord personal (1h06:58) y venía de arrasar en los 10 km de Nueva York (31:26).
La carrera, con 157 atletas alineadas bajo el arco de salida, comenzó a las 9,30 en el Sambódromo -donde también rendía viaje- con 21 grados, una temperatura alta para un maratón aunque aceptable, pero agravada con un 83 por ciento de humedad, sobre un circuito batido por el sol a lo largo de un recorrido con sitios emblemáticos como la iglesia de la Candelaria o el Museo del Mañana.
Por primera vez en la historia de una prueba olímpica competían trillizas: las hermanas estonias Luik (Leila, Liina y Lily), nacidas hace 30 años y ordenadas por orden de estatura. Leila es un centímetro más alta que Liina y esta supera a Lily por igual margen. Kenianas y etíopes tomaron la frontal del grupo delantero, que cubrió los 5 km en 17:23, y como en toda carrera de fondo, no faltaba representación estadounidense. Desiree Linden y Ahalane Franagan se codeaban con las africanas al paso por el 10 en 34:22.
El paquete delantero se redujo a una docena cuando empezó a tirar la keniana Visiline Jepkesho, ganadora del último maratón de París. La etíope Tigist Tufa, segunda este año y ganadora el anterior en Londres, sufrió un calambre en la pierna derecha en el km 18.
Por el 20 pasó el primer grupo, comandado por Jepkesho, en 1h09:07, con las africanas, las dos estadounidenses y la peruana Gladys Tejeda, que aguantaba con las mejores. El medio se pasó arriba en 1h12:56. Las gemelas norcoreanas Kim marchaban juntas unos metros por detrás. Al paso por el ecuador de la carrera, la antigua marchadora bielorrusa Volha Mazuroniak, tocada con un pañuelo a la zíngara, se adelantó unos metros, pero kenianas, etíopes y estadounidenses, conocedoras de su marca personal (2h23:54) no la dejaron escapar. Se pusieron a rebufo.
El grupo delantero fue adelgazando al ritmo marcado por Mazuroniak. El en km 30 (1h43:21) la bielorrusa se había quedado con la keniana Sumgong, las etíopes Tsegaye y Dibaba, las bahrainíes -kenianas de origen- Chelimo y Kirwa y la norteamericana Flanagan.
Kirwa, la más alta, aprovechó el paso por el muro, los 35 km, para lanzar su apuesta con larga zancada. Su cambio sembró el pánico en el grupo delantero pero no descompuso a Dibaba, que se pegó a ella, y un minuto después llegó también Sumgong. Las tres, llamadas a subir al podio, se concedieron una tregua.
En busca del primer título olímpico de maratón femenino para Kenia, Sumgong hizo un amago a 3 km de meta y eliminó a la campeona mundial Dibaba. La medalla de oro, ya estaba claro, iba a ser para una chica nacida en Kenia. Quedaba por dilucidarse su nacionalidad. Sumgong persistió en su empeño y la bahrainí terminó por rendirse antes de afrontar el último mil.
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