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MADRID.- Hubo un momento al inicio del tercer cuarto en el que Spanoulis acababa de fallar su enésimo tiro del partido. El griego no sabía ya a dónde mirar, con la jauría de aficionados del CSKA gritándole de todo en la esquina a la que se dirigía. El técnico de Olympiacos decidió cambiarlo y el genial jugador se dirigió andando lentamente hacia el banquillo, como quien pasea por su casa. El base negaba con la cabeza, maldiciendo su terroríficos números. El entrenador, Sfairopoulos, se le acercó, le dio una palmadita en la espalda y le susurró algunas palabras al oído.
Quizás no, pero puede que lo que le dijo fuera la adrenalina que el heleno necesitara para hacer saltar por los aires la Final Four en el último cuarto. Cuando los rusos tenían la máxima ventaja del choque (63-54, minuto 37), apareció Spanoulis para decir que las semifinales las ganaba él. Ni siquiera un Printezis (14 puntos, 8 rebotes) que hasta entonces había sostenido a los blanquirrojos, a remolque prácticamente todo el partido.
Sólo la buena defensa y el acierto en los triples maquilló una primera parte horrorosa de los griegos, totalmente desacertados en la zona y con su jugador franquicia desaparecido. El millonario conjunto ruso abría de vez en cuando una brecha en el marcador que Olympiacos siempre alcanzaba. Los rusos apenas pudieron imponer su juego, y se vieron abocados al tempo del contrario. Las defensas ganaron el primer acto, en el que de una manera u otra el bloque heleno siempre hallaba la forma de mantenerse vivo.
Ni con el presupuesto más alto de toda Europa (unos 42 millones de euros), el CSKA halló la clave para dejar fuera del choque a un rival que llegaba con la clara vitola del rival más débil. Ni siquiera cuando alcanzaron una ventaja de ocho puntos (47-39), en el tercer cuarto. Ahí volvió a encontrar Olympiacos a Printezis para sostener las semifinales. El partidazo de Jackson (9 puntos) y los buenos minutos de De Colo (14 puntos) no se traducían en una clara ventaja en el marcador.
La pírrica diferencia de cuatro puntos para los rusos (51-47) al comenzar el cuarto definitivo fue aumentando a cada minuto gracias a las apariciones de Teodosic (8 puntos) y Kaun (11 puntos), pero nunca dio el CSKA el arreón definitivo que les situara con pie y medio en la final del domingo. Olympiacos, sin presión alguna, jamás perdió la cara al choque y cuando llegaron los minutos calientes, apareció el héroe griego. Spanoulis clavó un triple, su primera canasta de campo con uno de seis en lanzamientos de tres, Sloukas (10 puntos, 2 rebotes) acercó al bloque heleno a dos (63-61) y ahí se le encogió la mano a los galácticos del CSKA. No a Spanoulis, que anotaba otro triple para poner por delante al Olympiacos (63-64) a apenas dos minutos del final. Los miles de ruidosos griegos ahí ya demostraron que eran más que los rusos en las gradas, y que animaban más incluso que las cheer leaders que movían sin parar los brazos escondidas en una esquina. El recital del base de 32 años no acababa ahí. Tras otro ataque errático del CSKA, bailaba a su defensor y anotaba un canastón suspendido hacia atrás con el que ardía el Barclaycard Center.
El conjunto ruso fue, sin embargo, capaz de rehacerse para igualar el choque con una canasta de Weems (66-66). Pero la gloria aguardaba a Spanoulis, que encestaba otro triple instantes después de que por megafonía se escuchara "This is the moment", estribillo del tema 'Can´t hold us' de Macklemore y Ryan Lewis. Restaban siete segundos para el final (66-69) y los periodistas turcos no daban crédito. Spanoulis se había retirado andando como si la cancha fuera su casa porque lo es. El CSKA sólo anotaría una canasta más y Slouka un tiro libre al final. Spanoulis es eterno, nunca muere.
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