El partido que debía decidir el liderato del grupo de la muerte confirmó que Brasil era el equipo más sólido y que Portugal no acaba de encontrarse. Brasil se ha despojado de su bohemia, pero Dunga le ha ajustado un disfraz riguroso.
Ha dominado el grupo porque de las tres selecciones que pujaban por la clasificación es la que más claro tenía a qué juega. Portugal, cuando ha sido exigida, con Costa de Marfil y ante Brasil, no ha dado buenos síntomas. En especial Cristiano, que está firmando un Mundial mediocre. No acaba de tener peso en el juego y eso es muy mala noticia para un futbolista acostumbrado a acaparar todos los focos.
Queiroz quiso ayer que se midiera con Juan y con Lucio. Muy arriba, en lo que era toda una declaración de intenciones: vivir de su velocidad al contragolpe.
Portugal le entregó el campo y la posesión a Brasil y firmó un primer tiempo decepcionante. Brasil, que no tiene mucha querencia por construir, se vio con más del 60% de posesión. También porque fue más agresiva en el quite. Otro sello de Dunga.
Con tan poco fútbol, Cristiano es una isla. Necesita una selección con más protagonismo, si no, se puede marchar de Suráfrica con una actuación decepcionante cuando las expectativas eran muy elevadas.
En su pugna con Messi por el trono mundial, las distancias se están agrandando en este campeonato. Ayer apenas protagonizó un par de arrancadas que recuerdan al futbolista que es. El márketing le entregó la nominación de mejor jugador del partido, pero sólo es eso. Pura imagen. En una de esas pocas intervenciones dañinas, Cristiano forzó un mal despeje de la defensa brasileña que fue a parar a Meireles, al que se le vieron sus limitaciones con la izquierda. Mal perfilado, con la derecha, tiró la pelota fuera cuando estaba solo ante Julio César.
La alineación de Dunga fue un homenaje a sus pretorianos. A futbolistas como Baptista o Nilmar a los que ha metido en el grupo pese a no haber firmado una temporada brillante. Desde esa vertiente se explica que no estén Ronaldinho, o Pato. No tienen esa fidelidad ciega hacia su seleccionador. Con Kaká sancionado, Baptista no fue capaz de darle sentido a tanta posesión de balón.
La banda derecha, ocupada por Maicon y Alves, dos locomotoras por la misma vía, tuvo algunos detalles, pero acabó enfangada en la batalla táctica que apenas permitió ocasiones. La más clara fue de Nilmar, que recibió un pase a la espalda de la defensa de Luis Fabiano, pero su remate lo estrelló en el palo.
El bronco Luis Fabiano resume el partido. Corrió tanto como se enzarzó en peleas y marrullerías. Se tantearon los tobillos unos y otros de mala manera, en especial Pepe y Luis Fabiano, que mantuvieron una pugna barriobajera. Los dos tienden al cruce de cables con facilidad.
A Pepe le sucedió en un pisotón a Melo, con el que se vio mucho en esa posición de mediocentro que Queiroz se empeña en asignarle desde hace tiempo. Al contrario que Cristiano, Pepe, con el balón, se deprecia. Más todavía acosado por Melo o Gilberto Silva.
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