Volvió a casa, pero en casa tampoco es feliz. La paz empieza nunca para Riquelme (Buenos Aires, 1978), el hombre que siempre vivió a su manera. Salió a tiros del Villarreal, donde su importancia futbolística no compensó todas sus rarezas. Volvió a Boca Juniors, el club en el que se hizo hombre. De allí salió un día con destino al Barcelona de Van Gaal. Entonces tenía 24 años y podía cambiar su carácter ancestral. Hoy tiene 30 y ya no lo hará. Riquelme se sale del estereotipo en el fútbol y en la vida, donde no muestra ningún afán por caer simpático. Lo cifra todo en la sensibilidad de su fútbol, que precisamente ahora no vive por su mejor época. Y alrededor de eso todo se hace más difícil para un carácter al que tantas veces se ha acusado de despótico. Ahora, son sus compañeros de Boca los que lo hacen.
En La Bombonera, los últimos meses han sido muy malos. De los últimos quince puntos, Boca Juniors sólo ha ganado dos, lo que es una cifra deshonrosa. Anda tan viciado el ambiente que hasta se debate la jerarquía futbolística de Riquelme, que se niega 'a dar un paso al costado'. Es lo que le pide su compañero Julio César Cáceres, que es lo mismo que si le invitase a quitarse de en medio. Al menos, hasta que recupere el nivel perdido. Y eso a Riquelme le parece herejía.
'Nadie puede dudar de mi compromiso', señaló ayer en la concentración de la selección argentina. 'No tuve vacaciones, porque elegí jugar los Juegos. Después de ganar la medalla de oro, me fui corriendo al aeropuerto para jugar la final con Arsenal'.
Lo cierto es que en Argentina hay mucha gente que piensa como Cáceres, empezando por la crítica periodística. Cada pelota que pasa por Riquelme se carga de dudas y viaja a cámara lenta. Desde que volvió de los Juegos de Pekín, parece confundido: empieza pero no finaliza. Sin embargo, el técnico de Boca Juniors, Carlos Ischia, no lo ve. O no lo quiere ver. Y eso es lo que molesta en un vestuario que no traga con el poder de Riquelme. Dicen las malas lenguas que el primero que participa de esa corriente es el técnico, que ha entregado la portería a Javier García, un novel, precisamente porque el titular Mauricio Caranta se enfrentó a Riquelme. Cuando el portero le explicó su malestar con Román, al parecer Ischia le contestó: 'Entonces te tengo que sacar'.
El defensa Julio Cáceres ha alzado la voz sin miedo. 'Si Riquelme no está motivado o se siente saturado mentalmente, que lo diga'. Pero ya no solo es eso, sino que ha dudado de su compromiso. 'La diferencia es que Palermo, con 34 años, hace la pretemporada a la par de los chicos que tienen 17 años y es un jugador que ganó todo con Boca'. Fue, incluso, más lejos al juzgar la actitud de Román: 'Palermo nunca tuvo una mala cara para trabajar, siempre está primero a la punta del grupo. Y si se hace diez carreras a la cancha, puede que él no esté a la punta, pero hace las diez'.
Ante esa sucesión de denuncias, Riquelme ha roto su silencio y ha desacreditado a Cáceres, 'un futbolista que salió mal de todas partes', y ha puesto de ejemplo su biografía en Boca. 'No sabe lo que yo siento. Me duele que diga que tengo que dar un paso al costado. Yo al club le di todo y me duele que un muchacho que no le dio nada se permita decir algo así en público'. Pero Cáceres no da su brazo a torcer. Ante todo, apela a su lealtad. 'Si han molestado mis palabras contra Riquelme, no tengo inconveniente en marcharme'.
Si se va Cáceres, probablemente no será el único, pues el portero Caranta también tiene la puerta abierta y eso es porque algo pasa. Mientras, la temporada se le escapa a Boca. ¿Y el remedio? El próximo 19 de octubre, se enfrenta a River y es imposible que la crónica sea más triste. En casa, Riquelme tampoco encuentra la paz. Es cuestión de carácter. Hasta cierto punto, parece mentira que un hombre que habla tan poco pueda tener tanto poder, pero Riquelme siempre fue así como se constató en el Villarreal. O en la propia selección argentina, donde dicen que tiene tantos celos de Messi que no le puede ni ver.
Pero es la misteriosa personalidad de Román, un hombre con endiablada capacidad para encerrarse en sí mismo. A veces parece de piedra. Una vez le acusaron de eso en la prestigiosa revista argentina El Gráfico. Riquelme era entonces más joven. Acababa de ganar la Copa Intercontinental en una prodigiosa exhibición. Le aconsejaban que, al menos, sonriese cuando celebraba los goles y le recordaban que los mejores futbolistas suelen ser los más mediáticos. Pero si no hizo caso entonces, no lo va a hacer ahora con 30 años , de vuelta de Europa con un sabor muy amargo.
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