Por si acaso, por si no tiene ocasión de hacerlo mañana, cuando realmente quiere, Reyes Estévez ya hizo el gesto. Buscó su quinta marcha, esprintó en la recta final, preparó el pecho y lo pasó el primero por los cuadros, justo antes que Arturo Casado y Tom Lancashire.
Y el Olímpico, que conoce a su atleta, le premió como le gusta al catalán, con una ovación también de reconocimiento a su longevidad en la élite. Aunque esté a un paso de abandonarla en el 1.500, Reyes no cambia. Le gusta exhibir su fuerza, aunque no sea mayor que la de Casado, otro de esos atletas que buscan la reivindicación.
Sólo hubo que ver al madrileño ayer, discutiéndole el sprint y la victoria a Reyes, después de haber limpiado juntos la carrera a 300 metros para la meta, con la complicidad de Lancashire y una facilidad asombrosa. 'A mí siempre me gusta ganar', se justificó el atleta catalán, encantado de exhibirse ante su público. 'No es criticable, pero todos tenemos esas capacidad de aceleración, no sólo Reyes', replicó Casado, igual de feliz.
Ambos tenían motivos para estarlo. Como Manuel Olmedo, también finalista, segundo en su serie, tercer componente de ese triplete en el 1.500 con el que sueña José María Odriozola, ahora con más motivo. Los chicos del mediofondo parecen en disposición de regalarle el sueño al presidente de la Federación copando el podio de la final de mañana (22 h). Tendrán que pedir permiso a los británicos, aunque ayer se exhibieran sin aparente esfuerzo, ante Lacanshire y Andy Baddeley, primero en la serie de Olmedo.
'Me he encontrado muy bien, muy cómodo', constató Casado. 'Me he sentido muy bien', coincidió Reyes. 'Me ha costado más de lo que pensaba, pero espero sentirme mejor en la final', matizó Olmedo. Y así, dibujaron el mejor escenario posible. 'Llegaremos bien a la final. Ninguno nos hemos cansado demasiado', expuso Casado.
Cierto, todos corrieron con inusual facilidad. Reservando fuerzas en el inicio, colocándose bien a media carrera sólo Olmedo se mantuvo a cola hasta la vuelta final para preparar el ataque definitivo, en el último 400. De eso se trataba. Fueron carreras tácticas: no se bajó del 3:40. No les preocupó a los británicos, siempre bien colocados, controlando la cabeza, asegurando el pase para la final de mañana, el objetivo, ahí donde Odriozola sueña un triplete y Reyes se imagina sacando el pecho primero para bordar la despedida.
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