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Un respiro agónico

Antonio López da la victoria al Atlético en el último minuto ante el Sevilla en un partido muy táctico (2-1)

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Los detalles y los errores se cotizan en los malos partidos. En esa clase de choques en los que el gobierno de la pizarra y el miedo son capaces de convertir el juego en un azar de carambolas o malas decisiones. En un córner, Valera tapó a Renato como un juvenil y Asenjo volvió a tomar una mala decisión ante un globo: fue tarde a por él. El resultado fue un cabezazo tibio, en el segundo palo, de un futbolista no excesivamente alto, que abrió el marcador. Décimo gol a balón parado que encaja el Atlético. Un dato que habla de una descoordinación total entre defensa y portero.

Los rojiblancos parece que han decidido jugarse la vida con la cantera 

Si el error se lo apuntó el Atlético una vez más, la carambola también le favoreció. Forlán se encontró con un balón suelto y camino de encarar a Palop, su empeño por adelantarse el balón favoreció el manotazo del portero que se estrelló en el pecho de Dragutinovic y se introdujo en la puerta. En el último instante, Antonio López, también fruto del balón parado, dio el triunfo al Atlético. A falta de fútbol, tres errores, tres goles.

El Sevilla amenazó al principio con dos internadas de Perotti, pero ahí se quedó. Navas estuvo apagado, sin ganas de encarar ni de intervenir. Como casi todo su equipo, muy afectado por el caso de Sergio Sánchez. La escasa actividad de sus jugadores de banda fue el termómetro que sirvió para medir el estado moral del equipo. No se vio a ese Sevilla punzante por las alas. Menos cuando se quedó ya con diez por una entrada muy fea de Duscher a Valera. El mediocentro argentino cayó sobre el tobillo del lateral rojiblanco con la plancha.

El Atlético tampoco supo aprovechar bien la superioridad numérica. Como tampoco sacó demasiado provecho del empuje anímico que le supuso el empate. Forlán tuvo el partido en su bota izquierda cuando otro error y otra pelota suelta le plantaron ante Palop, pero cruzo el remate demasiado.

Ibrahima ilusionó ante un Sevilla que acusó el golpe de Sergio Sánchez 

Este Atlético es un equipo con el miedo a la catástrofe en los ojos. Ahora ha decidido jugarse la vida con la cantera. Ayer, el papel de encendedor de las esperanzas fue para Ibrahima. Un chico de perfil longilíneo que animó a la grada con su verticalidad y un par de entregas al primer toque. No se sabe si el plan responde a la enésima capa de maquillaje con la que sus dueños ocultan su fracaso en la gestión o a la necesidad de preparar el relevo ante la desbandada y la purga que se avecinan. A los Domínguez, Ibrahima, Borja o De Gea, si algún día vuelven a tirar de él, les ha llegado la hora del salto cargada de responsabilidad. Tanta como improvisada. Pero así ha funcionado el club en las últimos 25 años.

Este Atlético juega ahora a ser ordenado. Mucho. Se despliega con la intención de no perder las posiciones y a esperar una contra. La propuesta es tan práctica como realista, pero tan fea como empequeñecedora. Es el traje de un equipo que pelea por no descender, pero es que ahora mismo no le vale otro. Por eso, la afición rojiblanca, que ya maneja la calculadora y sabe que de punto en punto el pozo de la Segunda División no se aleja. Por eso enloqueció con el gol de Antonio López.

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