La pasada primavera, cuando se enfrentaron Inter y Manchester United en la Champions, Mourinho advirtió acerca de este gran debate que ahora le pertenece al fútbol español. 'Ibrahimovic es mucho mejor que Cristiano Ronaldo'. Quizá sólo fuese una interpretación provocativa del entrenador portugués que, en todo caso, no interfirió a Cristiano. 'Yo respeto cualquier opinión', contestó, 'pero los trofeos están en mi casa, no en la suya'.
Ibrahimovic, sin embargo, no contestó, un dato que tal vez demuestre la madurez del futbolista. En otra época hubiese sacado su vena gitana para gritar al mundo que el mejor es él. Pero ahora Ibra lleva una vida más pacífica. Únicamente es en el césped donde se salta el protocolo. Ahí no tiene captura posible, puede ser el más bello, capaz de organizar por sí solo goles de museo, o el más perverso con la lengua y la palabra.
Porque el fútbol no se juega sólo con la pelota. No hay más que recordar lo que decía de él Roberto Mancini, su anterior entrenador en el Inter. 'Zatlan hace cosas que hacía yo, además de tocarle los cojones al adversario', dijo.
El futbolista, efectivamente, es extraordinario, el lago de los cisnes. Si se le analiza de arriba a abajo, tiene derecho a ser torpe, una jirafa con el balón. Pero resulta que es un regateador primoroso, con independencia cerca y lejos del área. Mejora en medio del suspense y la atmósfera cargada. Ha triunfado con Capello en la Juventus y con Mourinho en el Inter. Con este último, sobre todo, ha tenido una química especial, porque 'usa palabras duras, realistas y dolorosas para otros'. Y, sobre todo, le ha dado 'todos los datos para salir motivado al césped'. Así que Pep Guardiola ya puede tomar nota.
De Ibrahimovic también se sabe que le gusta el gimnasio, las abdominales marcadas, la cultura de la imagen. Al parecer, de niño hizo taekwondo para fortalecer los dedos de los pies. Pero más allá de esos datos con los que trabajarán los preparadores físicos, se juzga que llega a Barcelona en la edad perfecta. Atrás quedan los peores episodios, las viejas locuras de juventud o la cabeza rapada. Quizá porque, como decía Paul Newman, llega un momento en la vida en la que cada uno debe admitir su importancia y escuchar a su corazón. Por eso Ibrahimovic ha pedido este verano al destino que le hiciese caso.
Lleva cinco años en Italia, de los que sale mejorado, saciado y victorioso. '¿Qué más puedo ganar aquí?', se ha preguntado en voz alta. Al final, el destino parece haber escuchado su deseo: Ibrahimovic está cerca de fichar por el Barcelona, donde se intuye un fútbol más fácil para él, con mejores mediocampistas de los que acompañaban su idea en el Inter o en la selección sueca, donde le ha costado situarse.
Apareció pronto, en el Mundial de Corea 2002. Pero después la duda se ha hecho mayor y a veces angustiosa. Hasta la pasada Eurocopa estuvo dos años seguidos sin marcar un gol, una mala etapa que puso a parte del país en su contra.
El futbolista, sin embargo, ha sabido salir adelante. Y ahora que se acerca el Mundial 2010, Suecia se escuda en él para igualar el sueño: las semifinales de Estados Unidos 94.
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