Brasil organiza la Copa Confederaciones en seis grandes ciudades, distantes, muy diferentes entre sí y que ahora tienen en común seis estadios de lujo, cuya construcción exigió elevadas inversiones y estuvo plagada de polémicas.
La Copa, que la FIFA considera como un 'ensayo general' para el Mundial de 2014, permitirá a Brasil poner a prueba la mitad de los estadios que construyó para la máxima cita del fútbol mundial, aunque no tendrá a punto todo lo que prometió. Las seis ciudades en que se disputará la Copa Confederaciones entre el 15 y el 30 de junio (Río de Janeiro, Brasilia, Salvador, Recife, Fortaleza y Belo Horizonte) concluyeron sus estadios, algunas con obras a última hora, pero aún no ofrecerán todo lo prometido para el Mundial en cuanto a aeropuertos, transportes, telecomunicaciones y alojamientos.
Las otras seis ciudades sedes del Mundial (Sao Paulo, Porto Alegre, Manaos, Natal, Cuiabá y Curitiba) aún no terminaron sus estadios y menos aún toda la infraestructura prometida. El propio presidente de la FIFA, Joseph Blatter, reconoce que, a un año del Mundial y a días del torneo que será su prueba de fuego, los estadios están bien encaminados pero restan dudas sobre las obras necesarias para recibir y atender a los hinchas. Blatter dice que aún faltan condiciones adecuadas para los aficionados en los aeropuertos, para acomodarlos y ofrecerles transporte hasta los estadios.
Brasilia es la sede de la inauguración, Río de Janeiro recibe la final y otros dos partidos, mientras que Fortaleza (capital del estado de Ceará), Recife (Pernambuco), Salvador (Bahía) y Belo Horizonte (Minas Gerais) disfrutarán de tres juegos cada una. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, que inauguró todos los estadios, dijo recientemente que le impresionó 'la belleza y la modernidad' de los seis recintos, la mitad de ellos nuevos y la otra mitad sometidos a reformas integrales.
Con la excepción de Fortaleza y Belo Horizonte, únicas sedes que cumplieron los plazos estipulados por la FIFA, la construcción causó una oleada de polémicas, por los atrasos y aumentos presupuestarios, en especial en el caso de Río, donde las obras han continuado hasta la primera semana de junio. En Río, el resultado ha sido la transformación del Maracaná, estadio de leyenda construido para el Mundial de 1950, en un recinto cinco estrellas, con todo el confort, un aspecto espectacular y numerosos elementos 'verdes', para reciclar agua y ahorrar electricidad.
La remodelación, que ha reducido su aforo a 76.804 localidades, desagradó a los melancólicos, que lamentan que se hayan mantenido muy pocos rasgos del diseño original. En aras de mejorar la visibilidad, se eliminó la grada superior, donde en el pasado se ubicaba la general, un sector que era muy peculiar porque oscilaba de forma trepidante cuando los hinchas celebraban un gol.
La reforma de Maracaná, que ha reducido su aforo a 76.804 localidades, desagradó a los melancólicos
Los críticos también reprochan el alto costo de la obra, que ha ido aumentando paulatinamente hasta rondar los 600 millones de dólares, cifra a la que también se acerca el Estadio Nacional de Brasilia, que recibirá el partido inaugural. El Nacional es una edificación de dimensión descomunal, con un aforo de 70.064 espectadores y un graderío muy vertical, cercano al campo, que le hará de él una olla a presión. Las 288 columnas de su fachada monumental le confieren un aspecto de 'coliseo romano moderno', en palabras del secretario general de la FIFA, Jérôme Valcke, y le permiten encajar a la perfección en el paisaje arquitectónico de Brasilia, la capital construida de la nada en 1960, en medio de la sabana de la meseta interior del país.
Con un presupuesto mucho más modesto, de cerca de 245 millones de dólares, se remodeló el estadio más barato, el Castelão de la ciudad de Fortaleza, que consiguió ajustar el presupuesto porque mantuvo intacta cerca del 75% de la estructura original, que databa de 1973. Fortaleza, al igual que Recife y Salvador, son las tres principales capitales del noreste de Brasil, una región de verano eterno famosa por sus playas de aguas templadas.
El Castelão, con capacidad para 64.846 personas, recibirá una de las semifinales, mientras que la otra tendrá lugar en el Mineirão, coliseo de la ciudad de Belo Horizonte, inaugurado en 1965 y considerado como uno de los templos del fútbol de Brasil, ahora con 62.547 asientos.
Los estadios más pequeños son el Fonte Nova de Salvador, con 48.747 localidades, y el Arena Pernambuco de Recife, que puede albergar un público de 44.248 espectadores. El Fonte Nova, a pesar de ser totalmente nuevo, conservó el mismo concepto arquitectónico del antiguo estadio homónimo, con forma de herradura y sin gradas detrás de una de las porterías, para permitir que se divise desde el campo de juego la laguna Dique do Tororó. El Arena Pernambuco, también nuevo, resalta por su vistosa membrana de fibra de vidrio (etileno tetrafluoroetileno), similar a la del Allianz Arena de Múnich, que permite cambiar la iluminación de la fachada dependiendo del partido que se juegue.
Con excepción de los estadios, las demás obras están atrasadas en todo el país y algunas pueden no ser concluidas antes del Mundial. El Sindicato Nacional de Empresas de Telefonía admite que no todas las ciudades sede de la Confederaciones ofrecerán la prometida cobertura completa de telefonía móvil de 4G.
La Asociación Nacional de Transportadores de Pasajeros sobre Rieles, por su parte, mantiene que ninguno de los cinco nuevos sistemas de transporte público programados estará listo antes de la Confederaciones. Los metros de Brasilia y Salvador incluso fueron excluidos de la lista de obras por diferentes razones. Entre las cosas que faltan que más preocupan figuran los aeropuertos, que el Gobierno prometió modernizar y ampliar, pero con obras que se extienden hasta el 2018. Las operaciones del aeropuerto de Río de Janeiro, uno de los más cuestionados, tan sólo serán otorgadas a la iniciativa privada a finales de este año, por lo que su nuevo gestor tendrá pocos meses para ponerlo al día.
Pese a que las ciudades sede han aumentado su capacidad hotelera incluso por encima de la exigida por la FIFA, la preocupación en esta área radica en los precios abusivos por el hospedaje, que han convertido a Río, por ejemplo, en uno de los destinos turísticos más caros del mundo.
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