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Un paseo militar

La selección cierra con otra aplastante goleada en Bosnia la mejor fase previa de la historia (2-5)

JOSÉ MIGUÉLEZ

No estaba el césped para los excesos artísticos. La pelota encontraba problemas para circular rasa y los jugadores, para mantener el equilibrio. No estaba tampoco el tiempo (apenas un grado) para soltarse. Pero incluso en esas circunstancias, España se sintió a gusto y creativa. Se apropió del balón y asumió el dominio con un elevado sentido de la responsabilidad. Ser la mejor selección del mundo, la más admirada, tiene sus más obligaciones que ganar: llevar siempre la iniciativa, aceptar que el rival pegue y se esconda, que juegue a las emboscadas.

No estaba el césped para los excesos artísticos, ni el tiempo para soltarse, pero esta España no sabe reprimirse. Con un balón tiene suficiente. Le da igual la rebaja en la alineación, la ausencia del elemento principal (Xavi) y de su lugarteniente (Senna), de los mejores delanteros (Villa y Torres) y de la raza (Puyol, Ramos y Marchena).

Tampoco le afectan las tormentas, esta vez la polémica ambiental desatada por las rotaciones y los descansos a capricho. Le da lo mismo que a la competición no le quede nada en liza. España siempre se anima. Toca y toca, se mueve y se mueve, gana y gana, se divierte. Salga el que salga, todos juegan a lo mismo. Y convencidos, y muy bien. Cuesta advertir un rival a la vista.

Iniesta, Silva y Negredo (dos goles y dos asistencias), majestuosos

Bosnia tenía un plan y muy buenas armas. Engañar a España entregándole el dominio, para asestarle luego navajazos a la contra. Y técnicamente, la estrategia le funcionó. Ibisevic y Dzeco destrozaron a la defensa con insistencia por velocidad y astucia, posiblemente con más frecuencia, facilidad y peligro de lo que había vivido la roja en toda esta fase. Pero detrás de todos sus ataques siempre apareció Casillas, dentro de uno de esos días en los que se vuelve milagrosamente imbatible. Lo paró todo una y otra vez.

Lo que no tenía Bosnia era mucha defensa. Por eso a España tampoco le costó demasiado, una vez vencidos los primeros sustos, encontrar puerta. Primero lo consiguió Piqué, un tesoro impagable en las dos áreas, adelantándose al portero por alto en una falta indirecta que no representaba tanta amenaza.

Y al instante, repitió con pinta de sentencia Silva, que adivinó el final de un cómodo pase de Negredo entre la zaga rival. En dos minutos. No se había alcanzado siquiera el cuarto de hora y la selección ya tenía los puntos guardados en el zurrón.

Casillas deja tres paradas portentosas con el partido en el aire 

Una victoria intrascendente, pero hegemónica. Un triunfo que representa una marca mundial (nadie lo había ganado todo y tanto, diez partidos, en una fase previa de una gran competición) y confirma la vigencia de un estilo. Todos los esfuerzos de Bosnia por derribarlo fueron inútiles. También cuando en la segunda parte amenazó con vaciarse en ataque.

El tac-tac-tac español, esta vez al compás de Iniesta y Silva, majestuosos, la rompió de todas las formas. Y la despidió en meneo, con Negredo, el último en llegar, estelar: dos goles y un pase mágico a Mata. Con el partido acabado, Bosnia corrigió el honor, pero no la paliza. No estaba el día para excesos artísticos, no, pero a esta España le saltan solos.

 

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