Se notó que ambos equipos llegaban en horas bajas después de los últimos tropiezos. El Villarreal anda lento, como si las pilas de los jugadores anduvieran justitas, sin esa chispa alcalina necesaria para romper defensas cerradas. Y el Hércules, prácticamente una vuelta entera sin marcar un gol fuera de casa, con poca pólvora y escasa iniciativa. Una escapada de Rossi, arrancando en posición dudosa, sirvió para abrir el marcador y sacudir el indolente partido de la modorra en la que andaba metido.
La defensa alicantina se quedó clavada y el posible fuera de juego lo aprovechó el italiano para superar en el mano a mano a Calatayud. Ese gol, con lazo de regalo, prácticamente sentenció al Hércules, que no dio sensación de peligro en ataque.
El Villarreal, hace tres o cuatro jornadas, hubiera liquidado el partido tras el gol de Rossi. Delante tenía un fantasma. Pero el fantasma, cuando estás metido en un bache, lejos de ser un alma en pena, incluso asusta. No porque el Hércules diera señales de vida, sino porque al Villarreal parece que le faltara sangre. Y así anduvo la noche, con ese temor al zarpazo visitante.
Cazorla anda con el mismo tesón pero menos fino, lo mismo que Cani. Ni uno ni otro abastecen como solían, de manera que Rossi y Nilmar buscan a Valero, el más en forma. Los alicantinos tocaron y tocaron, pero con la convicción de quien espera un milagro. Por eso se animaron en faltas y saques de esquina, buscando por alto el boleto de la suerte.
Fue un partido de continuas imprecisiones. Al Villarreal le faltó ese último pase para sellar el triunfo y el Hércules lo intentó con escasa sustancia. Cazorla mejoró sus prestaciones al cambiar de banda y, como los alicantinos se estiraron, hubo más huecos y ocasiones. En una de ellas, el extremo estrelló contra Calatayud un balón franco. El equipo castellonensese empeñó en dejar con vida a su rival. Y el Hércules se agarró a esa falta de puntería amarilla para animar un partido que se fue rompiendo por la mitad. A base de jugadas trompicadas, se sucedieron los escarceos en una y otra área.
El Villarreal, de tanto perdonar, se metió en líos. Nilmar y Cazorla fallaron como nunca. Raúl Garrido, hermano del sancionado entrenador, dio entrada a Wakaso, sangre fresca en el espeso conjunto amarillo. Nunca se fue del partido el Hércules: el Villarreal no lo permitió. Hasta tuvo sus oportunidades para empatar, lo mismo que los de Garrido para golear. El intercambio de golpes le pudo costar caro al conjunto castellonense, pero apareció Diego López. Al final, Nilmar dejó su puesto al defensa Musacchio. Garrido le había visto las orejas al lobo. Demasiados apuros paracosa buena.
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