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De Panenka a Higuaín

Con 2-2 y a dos minutos del final, Casquero lanza a las manos de Casillas un penalti. ‘Pipita’ marca en el descuento un golazo que permite al Madrid acostarse a tres puntos del Barcelona

LADISLAO J. MOÑINO

Higuaín lleva el ADN del Madrid. Una especie de fuerza invisible que convierte en posible lo imposible. Gestos aislados, heroicos, sin lógica alguna. Sólo un balón, un futbolista y la fe. Lo que salga. Puede ser un tiro por la escuadra o una persecución para incordiar que acaba en gol, como ayer. El Madrid ha escrito muchos partidos desde ese misterio épico e irracional.

Los dos goles de Higuaín respondieron a esa electricidad que convence a jugadores y a público de que la gesta es realizable cuando nadie cree en ella. Los tantos del argentino llegaron en momentos decisivos y respondieron a esas claves de la incredulidad y la desazón previas a que se desate la tormenta. Cuando nadie daba un duro por el equipo. Cuando el Getafe creía que se iba al descanso con un gol de ventaja. Y también cuando acababa de aceptar de mala gana que se llevaba un punto en vez de los tres que tuvo Casquero en ese penalti que no olvidará.

Casquero quiso humillar lanzando el penalti a lo Panenka y se olvidó de que esa suerte tiene efecto boomerang. El humillado fue él. A Casillas le dio tiempo a tirarse, a rehacerse y a embolsar el balón manso con el que Casquero pretendió resarcirse de la patada en la cabeza que le tiró el desquiciado Pepe.

Cuando Casillas se dispuso a armar el contragolpe con el saque con la mano, apremiado por el tiempo, el Bernabéu ya intuía el milagro. Es esa clase de señales que tanto ha visto su hinchada. Del drama a la euforia. De la catástrofe a la esperanza. Cuando eso sucede, el Madrid se torna brutal. Se carga de fútbol emocional y desintegra todos los síntomas de apatía que pueda haber dado.

Después de la parada de Casillas, primero fue un centro desde la derecha que nadie acertó a rematar pese a que el balón corrió paralelo a la portería de Stojkovic. Fue a la segunda cuando Higuaín le puso la rúbrica a la gesta. Cazó un balón a 30 metros de la portería. El estadio en pie, loco, con un griterío expectante. Esperaba otro milagro. Otra jugada desesperada de la que enorgullecerse. Y así fue. Un chut a la escuadra. Incontestable. Y el Bernabéu en pie, abrazado. Ese teatro sólo da señales de vida y de sentimientos cuando tiene que pitar por aburrimiento o cuando intuye machada. O le sale el carácter del Tendido 7 o genera un guión de epopeya griega.

Todo eso en términos irracionales, porque el fútbol es otra cosa. La pelota y lo que sucede en torno a ella desnudó al Madrid y a Juande. No miente el balón nunca. Te muestra a los troncos igual que a los equipos sin juego combinativo.

El cuero dijo que el Madrid tiene el síntoma de los equipos partidos. Hay una foto que lo revela. Cuando Gago o Guti recibían en la medular, Higuaín, Raúl, Van der Vaart y Huntelaar y hasta Ramos y Marcelo estaban por delante del balón.

El Madrid juega al fútbol de cada una de sus personalidades. Si la coge Guti, se espera un pase imposible. Si la recibe Robben, se prevé un eslalon y un disparo. Si se proyectan Ramos y Marcelo por la banda, más conducción. Cuando es Higuaín el que asume la responsabilidad se aguarda un regate de potencia o un chut. Cuando a Huntelaar le llega un balón que no es para rematar se espera poco y cuando es Van der Vaart, nada. Ese es el Madrid de Juande con el balón. Sin él también se retrató al no estar Lass. Fichaje previsto, por cierto, antes de su llegada.

Sin Lass, no había nadie para hacer la cobertura cuando Gavilán se plantó en la línea de fondo en el primer minuto y su remate lo desperdició Soldado por encima de la portería de Casillas. Tampoco llegó nadie a tiempo para impedir la contra que acabó en el pico izquierdo del área blanca. Allí estaba Granero con la cintura caliente y la bota suave.

Una rosca y un cabezazo de Soldado con el giro de cuello preciso; gol. En los dos partidos en los que se ha enfrentado al Madrid, Granero ha enseñado más fútbol que Van der Vaart, Drenthe y Sneijder juntos. Nadie hubo tampoco para evitar la contra en el gol de Albín.

El partido enseñó todo lo que es el Madrid. La enésima lesión de Robben, su falta de fútbol y su inquebrantable fe. Pero, sobre todo, enseñó que el estado de ansiedad en el que vive le genera futbolistas que pueden llegar a manchar su camiseta, como Pepe. Lo que hizo merece la mayor inhabilitación posible.

Real Madrid: Casillas; Ramos, Pepe, Cannavaro (Javi García, m. 60), Marcelo; Gago, Guti; Higuaín, Raúl, Van der Vaart (Robben, m. 46, Drenthe, m. 62); y Huntelaar.

Getafe: Stojkovic; Cortés, Mario (Belneguer, m. 46), Cata Díaz, Rafa; Granero, Casquero, Polanski, Gavilán; Manu (Albín, m. 55); y Soldado (Uche, m. 77).

Goles: 0-1. M. 9. Centro de Granero desde la derecha y Soldado marca de cabeza. 1-1. M. 45. Higuaín se aprovecha de un error de Cata Díaz, que no protege bien el balón, y marca a placer tras driblar a Stojkovic. 1-2. M. 83. Albín culmina con un potente derechazo una contra. 2-2. M. 86. Guti, de magistral lanzamiento de falta que se cuela por el ángulo derecho de Stojkovic. 3-2. M. 90. Higuaín, de potente chut por la escuadra desde fuera del área.

Árbitro: Delgado. Expulsó a Pepe por roja directa (87’). Amonestó a Gago, Van der Vaart, Granero, Drenthe, Rafa, Higuaín, Marcelo, Stojkovic y Cata Díaz.

Bernabéu: 70.000 espectadores. Casquero falló un penalti en el minuto 88.  Lo tiró flojo, a media altura y al centro.

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