MADRID.- Acepta su rol de becario. "Quiero que mi cabeza resuelva situaciones difíciles", promete Andrés Palop (Valencia, 1973), el portero milenario, el hombre que fue campeón de Europa con España en 2008 y que atesora tres Copas de la UEFA. El hombre que no pudo con Cañizares en el Valencia. El hombre que marchó al Sevilla, donde dejó una herencia imborrable, y se retiró en el Bayer Leverkusen, que el miércoles derrotó al Atlético en Champions.
"Me parece maravilloso empezar en un club en el que no tendré todas las herramientas que podría tener en uno de Primera"
Allí, en una casa, con vistas al río Rin, se dio cuenta de que el portero se había acabado. "A los 41 años, ya no podía ofrecer las soluciones que quería dar dentro de la portería. Mi conciencia no me perdonaba seguir así". Nació entonces el entrenador, el hombre que ahora acepta a la duda como una buena amiga. "No nací siendo entrenador. No sé si el día que me toque tomar decisiones acertaré o no. Tengo que saber cómo se hace porque es algo que nunca he hecho. Tengo que aprender".
Lleva una semana en Alcoy, donde le han fichado para empezar desde lo más abajo, como ayudante de Carlos Sempere. "Me parece maravilloso", rebate él, "empezar en un club en el que no tendré todas las herramientas que podría tener en uno de Primera. Sé que me va a enriquecer y es lo que necesito". Así que, en su apasionado discurso, no acepta el debate: no menosprecia ni por un momento estar dónde está.
"Estoy empezando desde muy arriba en un club histórico como el Alcoyano. No tengo ninguna duda. Quiero progresar, aprender una nueva profesión. Me mueve la pasión, no la economía. Hay cosas en la vida que se hacen por uno mismo, y yo puedo hacerlas". Su caso no es como el de su hermano que en temporada alta se va "a Francia a un hotel, en el que trabaja de jardinero, porque en España no tiene trabajo y debe mantener a su familia. Él nos tiene a nosotros, pero quiere hacerlo así y es feliz así".
"Hasta los 17 años, yo trabajé en el campo con mi padre y comprobé lo durísimo que era ganar una peseta. Sin embargo, en el fútbol encontré otro mundo"
Así que si Palop se compara a su hermano no acepta que se hable de la dureza en el fútbol. "Ahora, es verdad que me hago más de 200 kilómetros diarios de Valencia a Alcoy, entre ida y vuelta, pero no es lo mismo. Yo lo hago para hacer un trabajo que me apasiona. Pero mi hermano o mi padre, que se dedicó a la agricultura, lo hacían por necesidad. De hecho, hasta los 17 años, yo trabajé en el campo con mi padre y comprobé lo durísimo que era ganar una peseta. Sin embargo, en el fútbol encontré otro mundo". Un mundo que le hizo famoso e imprescindible en aquellos maravillosos años en la portería del Sevilla, que nunca se recordarán sin Andrés Palop.
"La desmotivación no tiene sentido"
"Cuando se acaba una etapa tienes que asumirlo. No puedes quedarte atrás. No puedes dejar que te gane la nostalgia y que por el hecho de entrar en tu casa y ver tantos trofeos pienses que todo puede seguir siendo como ayer"
"La portería no te quema nunca, jamás, es imposible", discrepa. "Al contrario. A mí me hizo más fuerte. Me permitió, incluso, soñar con ser el mejor. Tengo demasiadas cosas que agradecerla, hasta los momentos malos que me hizo pasar". De ahí que asumiese con fortaleza el paso del tiempo. "Cuando se acaba una etapa tienes que asumirlo. No puedes quedarte atrás. No puedes dejar que te gane la nostalgia y que por el hecho de entrar en tu casa y ver tantos trofeos pienses que todo puede seguir siendo como ayer. El tiempo pasa y debes aceptarlo".
Hoy, cuatro kilos de peso por encima respecto a su época de portero, Palop sigue siendo un tipo positivo, incapaz de desmotivarse. "La desmotivación no tiene sentido", avisa y pone su propio ejemplo aquellos seis años que pasó sin jugar en el Valencia. "Ochotorena, el preparador de porteros, no hacía más que decirme, "Andrés, tranquilo, ten paciencia", y me hablaba de lo que ahora voy a hablar yo a los jugadores del Alcoyano: el trabajo silencioso. Él me decía que siempre daba sus frutos y a mí, que era un gran enérgico, me costaba creerlo. Pero hoy sé que llevaba toda la razón y que en el momento más inesperado esto cambia para siempre".
Palop parte con más ventajas. "Ser persona", anuncia con una seguridad casi monumental. "Ganes o pierdas", añade, " no puedes dejar de ser persona. A mí me gusta volver a Sevilla y que la gente me quiera o se acerque a saludarme. Hasta en la última experiencia en Alemania… Todavía se habla de mí en las redes sociales. Y eso importa. A veces, importa tanto como ganar, perder o ser campeón de Europa". Él, que lo fue en aquella gran España de Luis Aragonés, se lo recuerda a los jugadores e, incluso, a sus hijos. "Tengo dos, de 11 y 15 años y sobre todo el mayor, en la pubertad, ha empezado a meter demasiados pájaros en la cabeza…, lo que significa que yo debo estar ahí para enseñarles cuál es el camino y a salir a la calle con la mente despejada". Quizá esa sea la gran facultad de los años, de esos 41 años suyos, gobernados por un hombre con fama de exigente. "Me costaba mucho perdonarme los errores". Quizá porque valoraba demasiado lo que tenía y no quería perderlo. Se recuperó de dos muñecas rotas, dio a sus músculos todo lo que necesitaban, descanso, comida, entrenamiento… En realidad, fue un ejemplo.
"Siempre pensé que el lugar en el que estaba era el mejor en el podía estar, lo máximo, incluso, a lo que podía llegar"
"Nunca hice planes de futuro. No me hacían falta", explica. "Siempre pensé que el lugar en el que estaba era el mejor en el podía estar, lo máximo, incluso, a lo que podía llegar. A los 17 años estaba en Regional Preferente. Incluso, al año siguiente, cuando subí a Tercera, me sentía tan orgulloso que aquello me parecía la Liga de Campeones".
"Sé cuál es el camino y no dudo que soy tan afortunado ahora en el Alcoyano como en la selección española que ganó la Eurocopa 2008"
los años ni los títulos cambiaron al hombre, aunque sí ensancharon la leyenda de un personaje con fama de formidable en Sevilla, "donde a veces pude ser muy enérgico. Yo era así, pero ya no lo soy y, si lo sigo siendo, lo seré menos: ya es más difícil que me equivoque. Sé cuál es el camino y no dudo que soy tan afortunado ahora en el Alcoyano como en la selección española que ganó la Eurocopa 2008. Es más, por el mero hecho de estar en el fútbol siempre serás un privilegiado. Y ahora, que soy entrenador y veo que somos tantos entrenadores, y que no hay sitio para todos, he empezado a decir que con tal de estar en el fútbol me ofrezco a trabajar de lo que sea, porque esto, más que un trabajo, es una pasión".
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